Por: Guillermo Linero Montes
Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda
A propósito de la instalación del nuevo Congreso, el presidente Duque fue abucheado luego de expresar una sarta de mentiras en su discurso. Y algunos ciudadanos del país inculto –el país que ha consentido los malos modales institucionales y la vejación al pueblo– se han escandalizado por ello. Les pareció indecente que algunos congresistas hubieran sacado, como lo permite la ley, carteles de protestas con fotos de civiles y militares asesinados o desaparecidos durante su gobierno; y resienten, esa ‘gente de bien’, que le hayan dicho a Duque mentiroso tras sus mentiras.
Por mi parte, debido a mis estudios de derecho –especialmente los referentes a los principios del derecho constitucional y a la teoría del Estado– y sin detrimento de mis buenos modales, de haber estado allí aquel día, tal vez le hubiera gritado “inculto”, quizás “corrupto” o hasta “asesino”.
No le habría dicho mentiroso, porque buena parte de los mentirosos que conozco tienen una cultura excelsa, son incapaces de robarse un lápiz y no son capaces de matar una mosca. Empero, de corriente, quienes promueven la incultura y desestiman el arte, quienes roban lápices o las arcas de un país, quienes matan moscas o dan órdenes a las autoridades y a ciertos civiles para que maltraten en su integridad a los jóvenes de su nación que protestan, quienes actúan así, además de incultos, además de corruptos y asesinos; son indefectiblemente mentirosos.
Y le habría dicho lo que dije que hipotéticamente le gritaría, porque a la luz del método de interpretación gramatical del derecho –en cuya aplicación debe contemplarse lo determinado por la Real Academia de la Lengua Española– la palabra “asesino”, por ejemplo, en su segunda acepción, está destinada a definir al sujeto que ha causado aflicción o grandes disgustos a los otros. ¿Y quién ignora que el presidente Duque colmó de aflicciones y de grandes disgustos a más de medio país?
En su tercera acepción sobre el mismo término, puntualiza la Academia que “asesino” es aquel en quien se confía –especialmente en asuntos graves como dirigir un país– y sin embargo te engaña. Ahora, ya casi terminado su periodo presidencial, ¿quién ignora la incongruencia traidora entre lo prometido en campaña y lo realizado en el ejercicio del mandato de Duque?
En cuanto al adjetivo “corrupto” –y nuevamente a la luz de la interpretación gramatical del derecho–, la Academia tilda de tal a quien es capaz de corromper o corromperse, a quien se deja o ha dejado sobornar, pervertir o viciar. Basta pensar en los setenta mil millones perdidos en el Mintic y los más de quinientos mil millones de pesos escamoteados a los rubros de la paz para determinar si el presidente Duque –siendo el responsable de cuanto hagan sus funcionarios contra los intereses del Estado y del pueblo– se merece, o no, el calificativo de corrupto.
Igual, ni qué decir, si consideramos la segunda acepción de la palabra “corrupto”, que refiere el deterioro de valores, si Duque y su partido político privilegian los valores de la guerra y no los de la paz. No olvidemos su campaña en favor del “No a la paz” y su fiel cumplimiento a los deseos de su partido político con respecto a hacerla trizas, como lo hicieron.
Esa misma acepción de “corrupto”, suministrada por la RAE, también significa el deterioro de los usos y costumbres (los modos y maneras), como juiciosamente el presidente Duque hizo: tratar de eliminar, con la complicidad de los medios oficiales de comunicación, por ejemplo la llamada “social bacanería” –artistas apasionados por la cultura, el arte y las buenas costumbres sociales– y remplazarla por la “social traquetería”, con mala música cargada de letras de exaltaciones a bandidos, y con el festejo del abuso e irrespeto a las mujeres. ¿Quién, aunque fuera con media oreja, no ha percibido todo eso?
Así mismo, en su gobierno Duque eliminó la costumbre del debate político sano; y la protesta estudiantil con piedras y gases lacrimógenos, pasó a ser de pronto un acto de barbarie total: vandalismo contra bienes públicos y contra la misma autoridad y ataques de las fuerzas del Estado con armas letales, con torturas, desapariciones y asesinatos de estudiantes. En fin, unas y otras decisiones que delatan a Duque como un puro inculto.
Pero bueno, esta nota, como su título lo expresa, era para resaltar que más allá de su condición de mentiroso, el presidente Duque es un antidemocrático. El día de la posesión del nuevo Congreso, cuando le gritaron “mentiroso”, y desobedeciendo el protocolo constitucional y la decencia política, se fue luego de dar su discurso, se escabulló para no escuchar el contra discurso de la oposición.
En mi opinión –inspirada en las ideas de la científica argentina Guadalupe Nogués– Duque se retiró antes de escuchar a la oposición, no porque no pudiera sostenerse en sus mentiras, sino porque sabiendo lo que allí se diría, obviamente que nada le interesaba oír. Ni tampoco lo hizo por miedo a la penalización del disenso social, pues nunca lo ha tenido, sino por la sola y estricta intención de no dialogar.
La estrategia es una sola: “Como se oye una sola opinión –dice Nogués– parece que hay una sola opinión. Y entonces, cualquier otra opinión ya no es solo distinta, es disonante, es ajena, y debe ser eliminada”[1]. Tal y como sucedió el 20 de julio: se propagaron las mentiras de Duque, y nada o poco se dijo del discurso de la oposición.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
[1] Guadalupe Nogués. Cómo hablar con otros que piensan distinto. TEDx, Río de la Plata. En: https://www.youtube.com/watch?v=ESwDIXXyh_Y
コメント