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De vuelta a los campus universitarios

Por: Germán Valencia Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia

Después de 16 meses de estar distante de los campus universitarios –debido a las medidas de aislamiento preventivo por la covid-19–, tanto docentes y estudiantes como el personal administrativo de las instituciones de educación superior (IES) se preparan para retornar a las actividades presenciales.

Lo hacen siguiendo los lineamientos que ha dado el Gobierno nacional –a través de la Resolución 777 de 2021 del Ministerio de Salud y Protección Social y de varias circulares del Ministerio de Educación–, los cuales autorizan el regreso a la educación presencial y el reinicio de una “vida normal”. Además, esto ocurre en un momento en el que la mayoría de docentes y del personal administrativo de las IES ya cuentan con vacuna contra la covid-19.

Esta es una decisión muy pertinente, sobre todo, porque busca atender de manera urgente dos de las consecuencias más dañinas que ha traído el aislamiento para la población universitaria: por un lado, los graves problemas de salud mental y, por el otro, el deterioro de la calidad en el servicio educativo.

Del primer problema, aunque todas las personas lo reconocen, se habla poco. Transcurridas varias semanas del inicio del aislamiento social obligatorio, comenzaron a conocerse los problemas que profesores, profesoras y estudiantes tuvieron con el cambio de hábitos que implicaba empezar a trabajar y estudiar desde casa. Debido al confinamiento social se hicieron comunes las historias de miedo, ansiedad, aburrimiento y depresión.

Del segundo asunto, apenas comienzan a sentirse las consecuencias: por un lado, la producción académica de docentes y personas dedicadas a la investigación se ha menguado y, por el otro, las curvas de aprendizaje de las y los estudiantes se han reducido. El confinamiento ha provocado una caída en la calidad de la educación: hoy se siente el vacío en los conocimientos adquiridos y en el desamor por el saber.

Para alguien que estudia no es lo mismo atender una clase virtual –donde solo se ven las iniciales de los nombres y se escuchan voces sin rostro– que estar departiendo en el aula de clase y compartiendo experiencias con las demás estudiantes. Tampoco es lo mismo para docente, trabajar con un colega en la oficina o en el laboratorio que atender una llamada cada ocho días para ver cómo va un proyecto o cómo avanza la escritura de un texto.

Estudiantes y docentes reconocen que los espacios universitarios son un poderoso dispositivo para incentivar el aprendizaje y el trabajo colaborativo. En el campus se trabaja en un proceso formativo multiespacial donde los pasillos, los auditorios y las bibliotecas se convierten en lugares para el desenvolvimiento del llamado “currículo oculto”, con el cual se complementa la formación profesional en valores, hábitos y mayores conocimientos.

De allí que la población universitaria reclame el reencuentro: quiere refrescar la imagen del compañero ausente o, si se quiere, conocer por primera vez a aquellos compañeros de estudio a quienes, pese a haber compartido durante casi tres semestres, tan solo han escuchado en un par de ocasiones. Insisten en regresar a los espacios universitarios como forma de atender con urgencia los problemas de salud mental y de deterioro de la calidad educativa.

En síntesis, el campus universitario es un espacio para la formación integral profesional, personal y ciudadana. Allí se fortalecen los lazos sociales, se trabaja en el desarrollo psicosocial y, en especial, se gestionan las emociones y se cuida la salud mental de jóvenes y adultos. Todo esto genera unas mejores condiciones de vida y fortalece la educación de calidad.

Regreso a las ciudadelas universitarias que debe darse de manera controlada y por etapas, pues la pandemia ha llegado para quedarse y aún persiste el riesgo de contagio. Lo que se debe hacer es aceptar la realidad y convivir con ella. Regresar a los lugares habituales de trabajo y estudio para continuar con una vida que –aunque nunca será la misma de antes– se añora y desea. Y, como ocurre con todo, este retorno plantea unos retos para los implicados: Estado, directivas administrativas de las IES, profesorado y población estudiantil. Sobre estos desafíos hablaré en la próxima columna.



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