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¿De qué vale la vida? Una semblanza de Jaime Pardo Leal

Por: Fredy Chaverra. Colaborador Pares.


Al momento de escribir esta columna, los medios de comunicación registran el deceso de Plutarco Cardozo, exguerrillero de las Farc asesinado en inmediaciones del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Jaime Pardo Leal ubicado en la vereda Colinas, San José de Guaviare. Con Plutarco ya son 232 los firmantes de la paz asesinados desde la firma del Acuerdo del Teatro Colón el 26 de noviembre de 2016 (52 en lo que va del 2020).


Sin duda, una cifra escalofriante que da cuenta de un auténtico baño de sangre en un país inmerso en dos genocidios: líderes sociales y exguerrilleros. Genocidios que recuerdan el perpetrado contra la Unión Patriótica entre 1986 y 2002; politicidio sin precedente en el hemisferio occidental que arrasó con la vida de 4.000 personas, obligó a miles a huir al exilio y opacó la esperanza de un amplio movimiento político y social nacido de las negociaciones de paz de La Uribe.


Entre los miles de muertos, torturados, exiliados y perseguidos de la UP; recientemente acreditada por la Jurisdicción Especial para Paz como víctima del conflicto armado en el caso 006 que establece la victimización de sus integrantes por agentes del Estado, hay figuras que resaltan por el profundo dolor e indignación que su muerte suscitó en el país.


El magnicidio de Jaime Pardo Leal, excandidato presidencial de la UP y orador prominente, asesinado en La Mesa la tarde del 11 de octubre de 1987, sin duda representa una de las mayores pérdidas en la historia del país. Su muerte silenció la voz de un dirigente carismático con una poderosa vocación social, convencido de las transformaciones que necesitaba un país crónicamente azotado por la guerra y un verdadero hombre de paz. A 33 años de su asesinato todavía hay muchas preguntas que requieren respuestas.


De Jaime Pardo Leal se puede escribir y sentir mucho. Sus allegados lo recuerdan como una persona sencilla y combativa desde la palabra. El perfil humano del dirigente desborda la dimensión política de aquel abogado comprometido que decidió liderar la UP en momentos donde el genocidio contra sus militantes se empezaba a consumar a lo largo y ancho del país.


Entre los miles de muertos, torturados, exiliados y perseguidos de la UP; recientemente acreditada por la Jurisdicción Especial para Paz como víctima del conflicto armado en el caso 006 que establece la victimización de sus integrantes por agentes del Estado, hay figuras que resaltan por el profundo dolor e indignación que su muerte suscitó en el país. Imagen: Pares.

Desde los rincones más apartados de la olvidada Colombia profunda a las principales ciudades; cientos de militantes y dirigentes de un movimiento surgido como una plataforma social y política de la izquierda democrática, cayeron en un baño de sangre orquestado por el narcotráfico, el paramilitarismo y las élites del poder local que vieron en la irrupción electoral de la UP una seria amenaza a sus intereses. Así se fraguó el conocido “baile rojo” que tiñó de sangre la memoria del país y que hoy parece repetirse sin cesar contra cientos de firmantes de la paz y líderes sociales.

A la JEP y a la Comisión de la Verdad les corresponde determinar cuáles fueron los poderes políticos, económicos y militares detrás del baile rojo. Para tranquilidad de miles de víctimas es importante clarificar las motivaciones políticas detrás del baño de sangre que representa uno de los episodios más sombríos del conflicto armado; asimismo, es necesario avanzar en el reconocimiento de actos de verdad y responsabilidad.


No se puede echar en saco roto el reciente reconocimiento de verdad del antiguo secretariado de las Farc en el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado. Hecho que debería motivar a los demás actores del conflicto a transitar por ese camino de resarcimiento a los derechos de las víctimas y la reconciliación. Al menos, con el genocidio de la UP, las esperanzas se encuentran en la resolución de caso 006 que priorizó ese exterminio. La JEP se encuentra estudiando 8.000 actos victimizantes y ha escuchado a 108 comparecientes.


Volviendo a Jaime Pardo Leal y a un país donde pareciera que la historia se encuentra condenada a repetirse, no hay que olvidar sus palabras. Más en momentos donde la incertidumbre se cierne ante el imparable avance de dos genocidios que deberían sacudir la sociedad colombiana, tan indiferente y anestesiada por décadas de conflicto.


Por algo, a mediados de 2018 el Centro Nacional de Memoria Histórica publicó un informe sobre el exterminio de la UP que llamó “Todo pasó ante nuestros ojos”. Sigue pasando y no logramos ni parpadear. Son días difíciles y más que nunca vale recordar las siguientes palabras de Pardo

Leal:


“De que vale la vida si cuando se tiene parece muerta. La vida es para vivirla, para sentirla. Para vibrarla. Eso justifica nuestro paso por la tierra”.

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