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Cuando cayó el General Santoyo, la mano derecha de Uribe, por colaborar con los paracos

Por: Redacción Pares

Fotos tomadas de: Blu Radio y Voz de América


Hace veinte años eran pocas las personas dentro del gobierno de Alvaro Uribe que tuvieran más poder que el general Mauricio Santoyo. Compartía con el presidente la pasión por la madrugada. Antes de que clareara ya ambos estaban hablando sobre la situación del país, con un mapa encima de una mesa. Arrancaba el gobierno Uribe y con él su Seguridad Democrática. El sirirí de era arrasar con las FARC y “devolverle las carreteras al país”. Para esto Uribe usó la táctica de los consejos de seguridad. Santoyo, en esos espacios, era la sombra del presidente. Se le veía siempre tomar atenta nota de las órdenes que dispusiera su jefe.

Pero, detrás de la imagen de oficial impoluto se escondían secretos. Santoyo fue condenado en Estados Unidos por los peores crímenes que podrían imputarlo a un miembro de las fuerzas armadas.


El general Mauricio Santoyo, ex jefe de seguridad de Álvaro Uribe, se aferraba con uñas y dientes al último salvador con el que contaba: la JEP. En septiembre del 2021 este tribunal aceptó al ex oficial quien, según determinó la Corte de Alexandria, en Virginia, Estados Unidos, entre el 31 de octubre del 2001 y el 28 de noviembre del 2008 suministró, desde la mismísima Casa de Nariño, “apoyo y recursos a los paramilitares”. En ese momento el país vivió la expansión de las fuerzas de los hermanos Castaño y Mancuso. Según el fiscal que lo acusó, Neil H. MacBride, el general ayudaba desde su cargo a que llegaran a buen destino los cargamentos de coca enviados por los carteles de la mafia a los Estados Unidos.


Santoyo fue condenado en los Estados Unidos a una pena de 85 meses por enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Se convertía con esto en el oficial con más alto rango condenado en EEUU. El propio general confesó haber recibido cinco millones de dólares por parte de los paras. La manera como ayudaba el general a los paras pone los pelos de punta: chuzaba de manera ilegal a la propia fuerza pública y así les iba advirtiendo de los operativos en contra de ellos. También era el encargado de poner en zonas de influencia paramilitar a oficiales que estuvieran de acuerdo con su causa.


Tan sólo basta con recordar lo que se decía en el entorno de Uribe sobre el general Santoyo hasta el año 2010 para entender que era considerado poco menos que un héroe. Hijo de un humilde panelero boyacense, Santoyo era la clásica historia del que arranca desde abajo y se gana todo con las uñas bien limpias. Sus hermanos también fueron policías. A su hermano Julio lo mandaron en 1990 a Medellín. La misión que tenía era perseguir a Pablo Escobar. Lo hizo bien, el capo cayó en 1993. Su hermano Julio le allanó a Mauricio el camino para que aterrizara en el Gaula de Medellín en 1996, justo cuando el gobernador de Antioquia era Álvaro Uribe Vélez. Se convirtió en el oficial más eficiente para rescatar secuestrados. En Medellín no sólo liberó secuestrados. Empezó a tejer una compleja red con narcos como alias Rogelio quien, a finales del siglo XX, era el mandamás de la Oficina de Envigado. Este narco, Rogelio, fue el que, después de haberse entregado a la justicia en el año 2012, terminaría por salpicar a Santoyo contando todo lo que sabía.


Sus métodos no eran los más éticos. Fue un experto en las chuzadas ilegales que aprovechó, además, para perseguir a defensores de derechos humanos. La Procuraduría pudo probar que interceptó, entre los años 1998 y 2001, 1808 líneas telefónicas.


Eso no fue ningún impedimento para que Uribe lo promoviera y lo tratara como alguna vez hizo con Rito Alejo del Rio, también condenado por sus alianzas con grupos paramilitares, como un prócer. Uribe siempre estuvo ahí para salvar a Santoyo. Lo salvó cuando la Procuraduría lo destituyó por el escándalo de las chuzadas lanzándole un insólito salvavidas gracias a una decisión del Consejo de Estado. Incluso convenció al congreso para que ascendiera a Santoyo a general en el 2008. Lo quería tanto Uribe, le reconocía tanto su labor que en su autobiografía, titulada “No hay causa perdida” el nombre del general Santoyo aparece en los agradecimientos. Era la leal a Uribe, era lo único que le importaba al expresidente.


Después vino su caída. Santoyo pagó su condena en Estados Unidos en silencio.

Regresó a Colombia el 29 de abril del 2019. Una vez se bajó del avión fue esposado. Venía deportado con 100 personas más. Santoyo tenía una deuda con la justicia colombiana, el asesinato de dos activistas de derechos humanos ocurrido en septiembre del 2006. El CTI tenía una orden de captura contra él por el delito de concierto para delinquir agravado y desaparición forzada agravada.


Mientras Uribe defenestra a la JEP, su ex hombre de confianza ingresó a este alto tribunal después de ser aceptado en septiembre del 2021. Pero sus aportes a la verdad han sido nulos. Supuestamente Santoyo iba a declarar en los macrocasos 06 y 08 que investigan la persecución a miembros de la Unión Patriótica y los crímenes cometidos por la Fuerza Pública y agentes del Estado, en asocio con paramilitares. 


Pero en marzo del 2024, en su última audiencia ante la JEP, negó sus nexos con paras como Diego Murillo, alias Don Berna y Francisco Javier Zuluaga “alias Gordolindo”. Santoyo le habría pedido a la JEP el beneficio de la libertad condicional pero un juez le acaba de cerrar esa posibilidad y además, debido a sus nulos aporte a la verdad, podría ser expulsado de este tribunal. Si Santoyo quiere salvarse debe quebrar algunos códigos y delatar si hubo superiores detrás de sus crímenes.

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