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Colombia: Entender la protesta

Por: Walter Aldana  Político social alternativo 


¿Qué pasa en Colombia? ¿el Gobierno es sordo? ¿por qué los organizadores de las movilizaciones sociales no controlan a las personas “violentas”? En fin, un sinnúmero de interrogantes le hacen a uno las personas en la calle, entre otras razones porque creen que es posible tener una explicación precisa. Debo confesar, como toda persona que pretenda explicar lo que acontece, que es difícil acertar en el análisis. Pero aun así lo intentaré porque creo que es la responsabilidad que me asiste en este momento. Quiere decir lo anterior que respeto la dinámica, así como las decisiones de quienes se encuentran en el escenario de los hechos, con su esfuerzo, sus propuestas y sus costos.


El responsable de lo que sucede hoy con la patria es un modelo económico neoliberal aperturista, voraz con la pequeña producción, perpetuador de falta de oportunidades laborales y de estudio, extractivista de los recursos naturales (donde cimentan sus ingresos mayoritarios para el funcionamiento y la inversión); es la crisis de un régimen en el que, como en el mundo al revés, el sector financiero (que genera su usura con nuestro dinero) gana 5 billones de pesos en el año de la pandemia, mientras en miles de hogares de Colombia las personas dejaron de comer 3 veces al día y pasaron a tener dos e incluso a una sola comida diaria.


Entonces el Gobierno no es sordo. Aunque Duque parezca perdido, es muy avispado. Lo que sucede es que representa al país de los bancos, a la nación de los industriales —a quienes regaló 15 billones en la reforma tributaria de 2019, vía ahorro de impuestos, aumentando lo que los economistas denominan el “hueco fiscal”—.


Y pretenden las autoridades civiles y la fuerza pública, después de las marchas llenas de artistas con sus expresiones, colorido de patria en ríos de personas que copamos el espacio público —nuestro espacio público—, que sea el comando de paro nacional el encargado de controlar a quienes hoy llaman vándalos y que en realidad son víctimas de falta de oportunidades estructurales: algo así como hacer inteligencia y policía para que sus intereses no sean afectados, cuando esa es la misión institucional de la fuerza pública.


Tengo claras las razones del paro nacional. Ni disidencias ni guerrillas, sino infiltrados de la fuerza pública, civiles disparando al lado de la policía (los videos que circulan por las redes no mienten) y grupos radicales que atentan contra bienes públicos y privados (dando “argumentos” para que los medios de comunicación, cuyos propietarios son los dueños de esos bancos, de esas propiedades privadas) intentan desprestigiar el actuar de millones de personas que, como yo, marchamos en las mañanas diciendo, entre otras consignas: “Duque chao, Duque chao” (que no es otra cosa diferente a la seguridad en el pensamiento y en el corazón de que este modelo será derrotado en las elecciones del 2022).


Y, por otro lado, aquellas personas ligadas con el paro solo a partir de la oportunidad de hacerse a algún bien —y cuyo actuar es semejante a la práctica del zar anticorrupción y a los funcionarios inmersos en actividades delictivas de corrupción— deben ser atendidas con oportunidades de ingresos económicos e inversión social.


La protesta la lideran jóvenes que saben no se pensionarán, que por más que estudien el modelo de contratación laboral no les permitirá un ingreso mayor de tres millones, que no tienen posibilidad de vida digna, que les han quitado todo, todo… hasta el miedo.


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