Por: Germán Valencia
Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
En la actualidad, buena parte de las economías del mundo, entre ellas Colombia, están en riesgo de sufrir de estanflación, así lo indicó Carmen Reinhart, vicepresidenta y economista jefe del Banco Mundial. Esta es una enfermedad muy peligrosa y contagiosa, identificada en la década de 1960 por Ian McLeod –el ministro de finanzas del gobierno británico–, en la que confluyen tanto los signos de una caída o parálisis del crecimiento económico –estancamiento– como un incremento sostenido de los precios –inflación–.
El estancamiento –que es el primero de los dos componentes– ha sido uno de los problemas que más ha preocupado en la historia a los agentes de la economía. Pues, la parálisis del crecimiento del producto interno bruto (PIB) –que es el principal indicador de la riqueza nacional– conlleva un deterioro en los niveles de inversión productiva, en las tasas de ocupación o desempleo y en el nivel de vida de la sociedad.
La inflación, que es la segunda enfermedad, se presenta cuando los precios de los bienes y servicios comienzan a crecer desaforadamente, afectando el poder adquisitivo de los consumidores, en especial, de la población pobre –que son la mayoría en el sistema capitalista–. Esta población ve cómo sus ingresos les representa cada vez menos dinero para conseguir todo lo útil para la vida.
Como se dijo, esta agresiva enfermedad comenzó a manifestarse hace 60 años y mostró su poder destructor en el decenio de 1970, con la llamada crisis del petróleo. Al igual que está pasando hoy, en aquella época se desató una serie de fenómenos: comenzó con un incremento extraordinario en el precio de este insumo para la industria y las familias; le siguió un aumento en los costos de producción y los precios de los bienes y servicios finales; y culminó con una reducción en el consumo de los hogares que hizo que las economías cayeran.
El fenómeno de estanflación trajo grandes efectos para la sociedad, entre ellos, la crisis del modelo de desarrollo intervencionista y la búsqueda de uno nuevo. A partir de la crisis, entre las recomendaciones que se hicieron a los hacedores de política estuvo una reducción en la asistencia social y, con ello, en el gasto e inversión del Estado. Estas recomendaciones fueron aplicadas sin crítica en las décadas siguientes y con ello se dio origen al surgimiento del modelo neoliberal.
Lo problemático es que, en el momento actual, la economía mundial de nuevo se enfrenta al riesgo inminente de la estanflación. En los tres últimos años han confluido una serie de fenómenos sociales, políticos y económicos que han conspirado para que esta grave enfermedad se manifieste nuevamente y amenace con extenderse a nuestro país.
Los detonantes han sido la situación de pobreza que causó la Covid y que a pesar del aumento en el gasto público hoy se mantiene; la invasión de Rusia a Ucrania que está teniendo graves repercusiones en todo el globo, entre ellas, el elevado costos de vida; y finalmente, la volatilidad y el incremento en el precio de los commodities que han llevado a un fenómeno inflacionario no visto en décadas – a febrero de 2022 ha subido a 8% anual en Estados Unidos y 7,5% en Europa–.
Una enfermedad letal, la más letal de todas, que inicia en un país o un sector de la economía, y luego se extiende al conjunto de ella, contagiando a todos los países con los que está interconectado; amenazando, incluso, con llegar a muchos rincones del planeta, debido, precisamente, al vínculo que existe entre todas las naciones.
Un ejemplo es Colombia, esta nación hoy comienza a sentir los efectos de la interconexión con el mercado mundial. En el último semestre observa cómo el nivel de precios se eleva a casi dos dígitos, un fenómeno ya extraño para el país, pero que debido al incremento de los precios en el petróleo y otros insumos industriales comienza a preocupar a las autoridades monetarias.
La forma tradicional como se ha buscado soluciones al problema dual de la estanflación ha sido tratarlos por separado. Unas veces mediante una variación en el gasto público aplicando políticas fiscales –expansivas o contractivas–. Y otras veces, mediante aumentos en las tasas de interés propias de la política monetaria. Pero estos tratamientos convencionales generalmente no funcionan. Estamos ante el peor de los males, pues lo que se hace con una medida de política para controlar una enfermedad hace que la otra se profundice más.
Así, por ejemplo, la Junta Directiva del Banco de la República –que representan los médicos especialistas en el cuidado de la inflación– determinó hace poco que para controlar el incremento de los precios que se vive en el país, la medida indicada era una elevación de 100 puntos básicos en las tasas de referencia –pasó de 4 a 5 por ciento para el crédito de última instancia que otorga a los bancos comerciales–.
Este es un tratamiento tradicional, bastante usado y muy efectivo para controlar el cremento en los precios. Remedio que esta dirigido a subir el costo del dinero y enfriar la economía; y que tiene como efecto positivo un control de la inflación y con ello los daños colaterales en la desigualdad y la pobreza. Pero, al mismo tiempo, el incremento en la tasa de interés puede tener efectos dañinos sobre el nivel empleo, los empresarios pueden considerar que esta medida vuelve muy costoso el invertir, lo cual generaría una caída en la producción.
En conclusión, estamos ante un grave problema que tendremos que enfrentar próximamente en el país. Una enfermedad que deberemos afrontar con firmeza y en la que se requiere de un gran esfuerzo de imaginación de expertos y hacedores de política para tener una visión de conjunto. Una situación donde se enfrentarán múltiples miradas para controlar la inflación y el estancamiento. Un debate donde primarán, como siempre, intereses muy diversos, y que mostrarán las bondades y problemas de una u otra medida.
Es en este escenario donde debemos hacer el llamado a colocar al frente del Gobierno, a personas expertas y responsables que conozcan tanto de políticas monetarias como fiscales, y que atiendan esta compleja enfermedad que afecta, a su vez, a varios sistemas del cuerpo social. Estamos ante un fenómeno que requiere de la coordinación de acciones y que exigen ser abordado de forma integral. Se necesitan médicos sociales expertos en economía que dialoguen y que eviten que este doble cáncer se extienda e invada todo el sistema económico.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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