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Cábalas electorales

Por: León Valencia


No hay duda, estamos en una campaña presidencial muy distinta a las que se han realizado en el siglo que corre. Empezó temprano; se juega a tres vueltas, dado el peso que tendrán las consultas que se realizarán junto a las parlamentarias en marzo; y, cuando sólo falta un poco más de tres meses para la primera vuelta, el panorama es muy incierto.

Es distinta porque el uribismo, el proyecto político que ha dominado la escena electoral en los últimos veinte años, está en declive y no será el principal protagonista de esta competencia. El escenario está abierto y nuevas fuerzas han saltado a la arena. Hay una variedad de alternativas y una imperiosa necesidad de alianzas. De ahí que al momento se han configurado tres grandes coaliciones y por fuera de ellas otros candidatos intentan en solitario una figuración que les permita ir hasta la primera vuelta.

A estas alturas aún hay veinte aspirantes a la presidencia. Quince participan de las tres consultas, cinco en cada una. Al lado, Oscar Iván Zuluaga postulado por el Centro Democrático, Rodolfo Hernández a nombre de un movimiento ciudadano e Ingrid Betancur representando al partido Verde Oxigeno, intentan caminar solos hasta la cita del 29 de mayo. Entre tanto, en las toldas de las iglesias evangélicas, dos candidatos se disputan la postulación. Hay más, el Partido Liberal y Cambio Radical, partidos con importantes arraigos regionales, no han podido definir su posición oficial ante las presidenciales.

A los encuestadores les resulta muy difícil el diseño de sondeos de opinión que reflejen con certeza las preferencias ciudadanas. Se mezclan candidatos con precandidatos, consultas con postulaciones unipersonales, en fin, no hay manera de establecer comparaciones diáfanas entre iguales. Entonces cada firma encuestadora termina definiendo unos parámetros propios y los resultados son francamente diversos.

Será después de las consultas y las parlamentarias de marzo cuando se aclare el panorama. En ese momento sabremos de las fortalezas de las coaliciones, cuantos votos arrastran, cual candidato las representará, con que fuerza parlamentaria contarán para encarar la disputa presidencial. Sabremos también si Zuluaga, Rodolfo e Ingrid son candidatos viables.

La situación se presta para las cuentas alegres. En estos días asistí a una conversación con una importante delegación diplomática que quería conocer de la boca de varios analistas la apreciación sobre la coyuntura electoral. Un analista importante, reputado profesor universitario, fue soltando allí la predicción de que la Coalición Equipo por Colombia obtendría en la consulta de marzo más de siete millones de votos. Por otro lado, oigo decir a diario, a militantes del Pacto Histórico, que su coalición va a ganar en primera vuelta.

También, le he oído decir, a personas con alguna experiencia política, un tanto deslumbradas con algunas encuestas que favorecen a Rodolfo Hernández, que este candidato estará sin duda en segunda vuelta y en caso de enfrentar a Gustavo Petro será el presidente del país.

Estas cosas difícilmente ocurrirán. Es improbable que alguna de las consultas supere los cinco millones de votos. Es cierto que la consulta de Equipo por Colombia le agregará a los votos de opinión electores cautivos de grandes maquinarias como el Partido Conservador, el Partido de la U y el Clan Char. Es incluso posible que dirigentes del Centro Democrático impulsen a sus electores a votar en esta consulta. Pero aún así las cuentas no dan para alcanzar la asombrosa suma de siete millones de votos.

Con la variedad y la amplitud de candidatos y alternativas políticas que componen el mapa político colombiano en la actualidad es, igualmente improbable, que la contienda se resuelva en primera vuelta. A cuentas de hoy competirán en primera vuelta seis o siete candidatos que dividirán el electorado en porciones muy por debajo del cincuenta por ciento.

Debo conceder que lo de Rodolfo Hernández es una incógnita. Pero no creo que el discurso anticorrupción y en contra de las élites políticas le alcance para convertirse en un fenómeno electoral que arrase en las elecciones presidenciales. Entre otras cosas porque todos los candidatos tendrán entre sus consignas principales la anticorrupción y en la postura contra las élites hay contendores con más pergaminos.

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