Por: Fredy Chaverra. Politólogo y asesor.
En la geografía política nacional, Bello es reconocido como un municipio conservador. En las últimas dos décadas el partido conservador (y sus diferentes matices) han ostentado un poder hegemónico en el municipio. Hasta 2010 el conservatismo fue orientado por el exalcalde y exsenador condenado por vínculos con el paramilitarismo Óscar Suárez Mira. Sin embargo, su línea siguió detentando el poder en la política local con dirigentes de su cuerda y con su hermana Olga Suárez en la Comisión Tercera del Senado.
Bello es de los pocos municipios en el país, desde la aprobación de la elección popular de alcaldes en 1988, donde tres hermanos se han alternado en una alcaldía. Al analizar ese fenómeno desde la Ciencia Política, resulta fácil concluir que en Bello ha operado una concentración del poder político en una tendencia partidista que ha configurado un cacicazgo clientelar de corte familiar. Pero ese control casi hegemónico va perdiendo fuerza y en el municipio se pueden avizorar tiempos de cambio y renovación.
En las elecciones locales de 2019 se presentaron dos rupturas históricas: el candidato del suarismo fue derrotado e ingresó al Concejo Municipal una bancada alternativa. La primera ruptura sin duda es parcial porque el actual alcalde, Óscar Andrés Pérez, creció a la sombra de la casa Suárez y su partido Centro Democrático tiene vasos comunicantes con ese sector político.
Su elección no simboliza un cambio estructural en las dinámicas políticas del municipio y antes ratifica la tendencia conservadora del electorado bellanita. La segunda ruptura si es más representativa ya que evidencia el crecimiento electoral de los sectores alternativos.
Con la llegada de tres concejales verdes y un concejal de la coalición Unidos por Bello, por primera vez en la historia del Concejo, hay una bancada opositora. También hay que destacar el porcentaje del voto en blanco en las elecciones a la alcaldía ya que se ubicó en el 19.16% con 27.546 sufragios. Un voto protesta y de inconformidad ciudadana.
Uno de los instrumentos con los que cuenta la bancada alternativa se encuentra en el Estatuto de la Oposición, es decir, la Ley estatutaria 1909 de 2018 que entró en vigencia este año para Juntas Administradoras Locales, Concejos y Asambleas. En esta ley se establecen una serie de garantías y derechos que cobijan a los sectores opositores y que les permiten ejercer una función de control y fiscalización más exhaustiva.
Entre ellas: participación en las mesas directivas; agendamiento del orden del día; participación en medios de comunicación y uso de un mecanismo de amparo ante el desconocimiento del derecho fundamental a la oposición. Este Estatuto representa un gran avance democrático en un país que se ha caracterizado por la estigmatización y los altos niveles de violencia política. También se concibe como un instrumento para cohesionar a los sectores opositores y que en el mediano plazo se conviertan en alternativa de poder.
El Estatuto ejemplifica una de las formas de ejercer la oposición política, pues también hay un tipo de oposición que se expresa por fuera de las corporaciones públicas, como la cultural, simbólica o social. Expresiones de resistencia ciudadana que también se deben respetar y acompañar. Por el momento, en Bello el Estatuto ha operado con algunas dificultades y el mayor reto se encuentra en visibilizar su importancia y alcances. Lo que sí queda claro es que traza una ruta y un camino para que en la ciudad de los artistas se pueda vislumbrar una renovación real, una forma diferente de hacer política y agendas públicas más cercanas a la ciudadanía. Bello lo merece.
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