Por: Luis Eduardo Celis
El 2022 fue terrible para la población Araucana, un año de dura violencia, amenazas, atentados contra instalaciones civiles, combates, poblaciones confinadas, escuelas que no pudieron funcionar y la misión medica atemorizada, cientos de líderes y lideresas desplazadas del territorio y la más alta taza de homicidio de todos los departamentos del país, que sin ser confiables las cifras, por el subregistro, colocan a Arauca por encima de 150 por cien mil habitantes, una verdadera pandemia de violencia.
Y el 2023 que recién inicia trae nuevamente noticias de la persistente violencia que se ha vivido en Arauca en las últimas cuatro décadas. Tres jóvenes que habían sido secuestrados acusados de robar y desguazar motos han aparecido asesinados y circulan fuertes imágenes de combates entre jóvenes de las disidencias de las FARC y el ELN.
Ya sabemos las razones de la violencia en curso: el control del territorio, mutuas acusaciones de alianzas no santas y un entramado de intereses por mantener el control de lo que pasa y no pasa en una Arauca que ha tenido un enorme conflicto en el que el ELN y las FARC han sido protagonistas de una lucha contra el Estado colombiano que no tuvo la capacidad de construir democracia y desarrollo en este y en muchos otros territorios.
Ahora que hay una mesa de diálogos y negociaciones entre el gobierno del presidente Gustavo Petro y el ELN, la situación de persistente violencia en Arauca, y de manera particular el enfrentamiento entre el ELN y las disidencias de las FARC, se torna en un enorme desafío. Arauca es muy importante para este proceso de paz por la importante presencia del ELN, del Frente de Guerra Oriental, en este departamento. Por esto, la participación de la sociedad araucana en este proceso es esencial, participación que no será posible de mantenerse la confrontación.
En la pelea en curso entre el ELN y las disidencias de las FARC debe terciar el Gobierno con una fórmula de distensión que haga que las dos partes vayan a los escenarios de diálogos y negociaciones se han ofertado y construido ya con el ELN, y el que el Gobierno considere con las disidencias de las FARC, por supuesto igualmente construido de común acuerdo con estas, en tanto estamos hablando de fórmulas dialogadas y concertadas de manera bilateral.
La sociedad de Arauca tiene mucho para aportarle al país y para proponer desde su experiencia y capacidad para avanzar en una acción territorial que asuma los enormes retos que tenemos para avanzar en una sociedad en paz, lo cual solo se podrá hacer si los fusiles se silencian y la sociedad se moviliza por un futuro en el que la vida, en todas sus manifestaciones y diversidad, crezca en este hermoso territorio.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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