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7 lunas mariposas

Por: María Victoria Ramírez


Mi última columna de 2022 la dedico a María Genith Pereira y a su primer libro titulado 7 lunas mariposas, publicado en 2021 por la editorial Roque Libros, de los Países Bajos, en dos formatos, físico y digital, y que se comercializa en Amazon.


Sostuve una larga conversación con la autora que fue mucho más que una entrevista, casi una confesión. A la pregunta de qué motivó esta obra, María Genith me respondió: “escribí un libro para no olvidar. Quiero que las personas que lean el libro encuentren las brechas diferenciales de cómo nos expresamos, vivimos y gozamos. Quise escribir este libro para decirle a la gente que hay jardines ocultos donde la gente intenta un paréntesis en la brecha de dolor”. El título, cuenta la autora, tiene que ver con la música callejera. Cuando alguien va a donde un percusionista empírico en el Pacífico, este le enseña el compás de la salsa con un estribillo que dice: siete lunas mariposas, siete lunas mariposas, siete lunas mariposas…Y ese cántico conecta los dos meridianos del cerebro.


Empezó a pensarse este libro en 1997 y escribió en ese momento una crónica que finalmente no salió publicada en el libro, pero que fue su semilla. Desistió porque en Colombia es muy complejo publicar, la producción editorial está cartelizada, la industria no tiene la aspiración de forjar un nuevo premio Nobel de Literatura; además, porque en Colombia no se lee, no hay amor por la escritura, no se intima con la palabra y no se estimulan ni la lectura ni la escritura.


El tema volvió a rondar por su cabeza cuando en septiembre de 2019, en pleno estallido social, en una conversación con su hija Diana, luego de un concierto en el Parque de los Novios en Bogotá en el que se tocó una pieza de Beethoven, Diana le suelta la siguiente frase: “toda persona tiene una sinfonía dentro; tu sinfonía es escribir”. Poco después, su amigo cubano Juan Carlos Roque, que había trabajado con Radio Nederlands y que le había hecho una entrevista a María Genith por su programa de radio online, le contó que había fundado un sello editorial en línea. Ella le preguntó si podía publicar su libro, y el maestro Roque aceptó.


Cuando recibió los tres ejemplares físicos que le envió la editorial, cuenta María Genith, tuvo la sensación de un parto sin dolor. En este libro donde narra historias de su infancia, en su pueblo natal entre árboles de pepepán, escapándose a pescar, cocinando pan con sus amigos y bajo la tutela de su abuela, recorriendo el pueblo con los difuntos recogiendo sus pasos o haciendo maldades a su amiga Dalia, se describe: “soy una niña feliz y pendenciera, siempre ausente de todo aquello que me obligue …”, lo que sigue siendo la María de 59 años de hoy.


Describe el proceso creativo de 7 lunas mariposas como uno en el que las voces de su abuela y sus amigas la han instrumentalizado, o más bien la han poseído y han guiado la escritura. Estos cuentos fueron pálpitos, dice. A medida que escribía empezó a recordar la niña que se ahogó en el río, momentos festivos donde la parentela se reunía en los velorios, en una interconexión con la música como soporte vital que usa la tribu para sanar naturalmente el alma. En su tierra, la muerte se usa como pretexto para reencontrarse, y en esos momentos todos se hallan en un estado de recepción empática, nadie pelea con nadie, nadie rechaza al que llega, aunque haya inquinas atesoradas en el corazón.


La breve biografía que aparece en la contra carátula del libro nos dice que María Genith nació en Tumaco, Nariño, que reside en Bogotá, que es Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Que es palabrera, locutora de radio desde su infancia, activista cultural, investigadora social y líder en asuntos étnicos y civiles en Colombia. Lo que esa biografía no dice es que esta mujer negra, lesbiana, madre de dos hijos y abuela, sufre una enfermedad degenerativa, un trastorno inmunitario viral lentamente progresivo de la médula espinal que durante ya muchos años ha ido reduciendo sus capacidades motoras, al punto que hoy está en silla de ruedas y cada vez tiene más dificultades para usar sus extremidades superiores, tomar objetos con las manos o levantar los brazos. Sin embargo, vive sola, con cierta ayuda de vez en cuando para las labores domésticas, pero cada que hablo con ella, y lo hago con frecuencia, la discapacidad desaparece porque su labia, su inteligencia y su vivacidad, no menguan. María Genith es buena lectora. La han influenciado, además de Sor Juana Inés de la Cruz, Truman Capote, que dice le explotó la cabeza a los 12 años, Hermann Hesse y Susan Sontag.


María Genith ha sufrido la discriminación racial y sexual. Sin embargo ni lo étnico ni lo político se sienten en esta obra que dibuja el Pacífico, que hace sentir la humedad de la manigua y el sonido de la marimba y que redime las palabras que son su aporte al rescate y reivindación de su historia personal, familiar y de la su pueblo, sin quejarse, sin cantaletear a nadie. Pero en la entrevista reflexiona al respecto: “nuestra forma de hablar y nuestro lenguaje se han usado para desconocernos y burlarse de nosotros. La trata humana quiso quitarnos la comunicación, y un silencio tan largo tiene que romperse con las mismas palabras que nos han forjado”.


Cuando empezó a vender su libro, María Genith sintió que volvía a caminar, que está caminando más de mil mundos, el de las personas que han comprado los mil ejemplares hasta el momento. Ese libro, dice, los encontró a ellos. La mayoría de sus lectores son de los Países Bajos y de España, y compran la versión física del libro, porque son mayores y no están acostumbrados a leer en pantallas.


Afirma que lo mejor que le ha pasado en su vida fue escuchar una entrevista que Margarita Vidal le hizo a la maestra Teresita Gómez, en la que le preguntó cómo una mujer negra había terminado tocando el piano, a lo que ella respondió: porque las mujeres negras ya no solo servimos como empleadas domésticas y prostitutas. Otra influencia fuerte en su vida fue la del obispo de Tumaco en su infancia, el sacerdote Miguel Ángel Lecumberri. Dejó una impronta en María Genith y en su pueblo. Recuerda que en la biblioteca del obispo fue donde leyó por primera vez, con apenas 11 años, a Sor Juana Inés de la Cruz:


Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero.



Quedó tan impresionada y confundida que le preguntó al obispo si la de los versos estaba viva o estaba muerta, a lo cual le respondió que se le había salido el alma del cuerpo. Hoy María Genith asegura que Sor Juan Inés de la Cruz es la pionera de las lesbianas.


Le agradece a otro sacerdote, José Miguel Garrido, haberla llevado a la emisora Radio Mira como locutora para comentar la música. Allí conoció a Serrat, Mocedades, Susana Rinaldi y Miguel Bosé.


La música es parte medular de su libro y de su vida. En el último cuento, “Concubinato armonioso”, describe la faena del oficio gozoso de conseguir los materiales y construir los instrumentos que acompañan a las cantadoras de alto nivel: “el aura de los Cielos será la luz que guíe su paso al Pital, donde se encuentran los canutos de guadua sonajero de la chonta, de ahí en adelante solo queda por buscar los cueros de zaino y de venado para los parches que llevan los bombos, macho y hembra…”.


Un tema que he querido abordar, previo consentimiento, es el de su propia muerte, porque la enfermedad está avanzando rápidamente. Me dice que le parece importante tocarlo para dar pinceladas de realidad. Que no quiere ritualizar su muerte, como una postura política y como tributo a aquellos a quienes hasta eso les fue arrebatado: la posibilidad de un entierro. Quiere que su muerte sea rápida e higiénica. Ella escapó muchas veces a la muerte, tuvo su vida en riesgo y pudo sobrevivir a los horrores de una muerte prematura y eso ya es suficiente ritual, según ella. Dice con una carcajada que en los hornos crematorios mezclan los restos y los dolientes reciben una urna en la que no solo estás tú. Eso le parece bizarro y engañoso. No quiere que sus hijos reclamen sus restos y ha empezado a tramitar su eutanasia para morir con un tris de dignidad. María habla, ríe, llora y canta. Y aquí invoco sus palabras nuevamente: “su grito libertario vuela en las alas del sueño que las acompañó por mucho tiempo. La jauría de las venas el río Mira, sus instrumentos, acompañan su canto.”


Hoy hace exactamente 30 años que conocí a María Genith Pereira, el 15 de diciembre de 1992. Y desde entonces, cada que hablo con ella, rio o lloro, cualquiera de las dos, o ambas. En todo caso, intensamente. Este es mi homenaje a una amiga, a tres décadas de una conversación que empezó en Cachipay, Cundinamarca, y que aún no termina.

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