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20 años de la toma de Mitú: disputa por la memoria

Foto: tomada de El Tiempo

Por: Mateo Quintero, Redacción Pares

El primero de noviembre de 1998, a las 4:45 de la mañana, 1500 hombres de las FARC acorralaron a 120 policías en la estación de guardia de Mitú, la capital del departamento del Vaupés, en lo que se conoce como la Toma de Mitú. 500 hombres de la extinta guerrilla entraron a combatir a la ciudad, mientras que 1000 se quedaron a las afueras, cercando el territorio.

A Mitú solo se puede llegar por vía aérea o por el mismo río. Está ubicado en las inmediaciones del río Vaupés. Sin embargo, las dos entradas quedaron bloqueadas, pues la extinta guerrilla se tomó el río y después la pista de aterrizaje. Apenas si había terminado el día de las brujas, cuando los habitantes se despertaron por el ruido de las bombas y las balas que ya empezaban a sonar.

Durante los próximos tres días no hubo un solo minuto de sosiego. 72 largas horas. Ese día las FARC le ganaron el pulso al Estado colombiano. Tras 12 horas seguidas de combate, en las que se dispararon 144.000 cartuchos de fusil, el coronel Luis Mendieta, encargado de la guarnición que sufrió el ataque, contó cómo varios de los policías de la estación empezaron a rendirse. Las negociaciones de paz del nuevo presidente, Andrés Pastrana, estaban en curso.

Durante el ataque se destruyeron, casi en su totalidad, las casas próximas a las inmediaciones de la estación de Policía. Otros edificios, a su vez, cayeron: la Registraduría, los juzgados, la casa del Vicariato, la sede de Caprecom, Telecom y la Esap; así como el Palacio de Justicia y la Caja Agraria. Mitú quedó rezagado entre los escombros y las ruinas.

61 de los 120 policías de la estación fueron secuestrados. Dos años y medio después del cautiverio 54 de ellos serían liberados en el acuerdo de intercambio humanitario establecido en el marco del proceso de paz en San Vicente del Caguán, entre el gobierno de Andrés Pastrana y la entonces guerrilla de las FARC.

Sin embargo, los estragos de la toma se alargaron, pues en 2007, John Frank Pinchao se escapó del secuestro; en la operación Jaque fue liberado el teniente Javier Rodríguez y en el 2010 el general Luis Mendieta, los tenientes Donato y Murillo y el sargento Delgado. El capitán Guevara murió en cautiverio. El intendente Luis Hernando Peña también.

Mitú 20 años después

Después de las ruinas y el desasosiego que la guerra dejó, los habitantes de Mitú hicieron esfuerzos para continuar y poder, mediante la memoria, resistir las secuelas del conflicto. La ciudad se ha reconstruido poco a poco en materia de infraestructura. Hoy la habitan 46.000 habitantes. A diferencia de los días de la toma, en Mitú, ahora la energía eléctrica está disponible las 24 horas y los demás servicios también le llegan a toda la comunidad. Según cuenta un policía que sobrevivió a la toma, hoy la ciudad se ve mejor que antes de la toma.

Pese a esto, las heridas de la guerra no han sanado del todo. En la conmemoración de las dos décadas de la Operación Marquetalia, como la nombró las FARC, los habitantes de Mitú les exigieron a los responsables de la extinta guerrilla que pidan perdón por ese hecho. La secretaria de Gobierno de Mitú, Gina Lorena Romero, dijo en la conmemoración que la presencia estatal que no se veía hace 20 años, hoy sí se les ofrece a los ciudadanos. “La gente está solicitando que [las FARC] vengan a pedir perdón. Ese es el primer paso que debe darse en este sentido de reconciliación”, dijo.

Por otro lado, el problema con la memoria es también un problema con la narración. Pues los ahora miembros del Partido FARC se han referido en reiteradas ocasiones a la denominada Operación Marquetalia. Por ejemplo, el hoy Representante a la Cámara, Luis Alberto Albán, se ha referido al hecho diciendo que “no sigamos estigmatizando. Lo que sucedió en Mitú no fue ninguna toma ni ninguna masacre, eso fue un combate”.

16 de los policías que sobrevivieron al ataque volvieron a Mitú tras 20 años de la toma. Uno de ellos, John Fredy García, dijo «sí los perdoné [a las FARC]; no hay rencores ni nada, no soy nadie para juzgarlos, es mi Dios quien toma la decisión con cada uno de ellos». También muchos de ellos manifestaron su deseo para que las víctimas civiles de la toma sean reparadas y así establecer un proceso de reconciliación.


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