Por: Miguel Ángel Rubio, Coordinador
Escuelas de Liderazgo Juvenil
Línea Jóvenes en Riesgo y Participación Juvenil
Primera línea
Los que han sobrevivido a los despojos,
se juntan en las calles en revuelta,
para cuidar de aquellos,
que ayer nada más fueran,
criaturas taciturnas surfeando los tsunamis del rebusque
y ahora no quieren más,
pagar con sangre sus derechos.
Los chicos que olvidamos en la esquina de algún barrio,
se juntan a bailar con los que crean
y bañan con color de resistencias,
los grises murallones de un pasado de horrores innombrables,
que no quieren legar a su progenie.
Los que se paran en la raya contra el miedo
y encarnan el aguante de las masas,
los mismos que sueñan
con vidas entrañables y ordinarias
y fraguan con su arrojo incomparable
el fin de las tragedias para todos,
hoy son,
ellos los héroes con capucha,
escuderos audaces e inocentes,
que iluminan la aurora de su pueblo
y acunan con su lucha
el germen de otra patria,
que no cierre los ojos a ninguno
Maicol Ruiz, poeta y docente pereirano
Si con algún sector de la población está en deuda la sociedad colombiana es con los jóvenes, indiscutiblemente.
Han sido los jóvenes de Colombia el motor del cambio de mando que sucedió el pasado 7 de agosto. Fueron ellos y nada más que ellos quienes con sentires sociales muy justos dieron la lucha en las calles, mostraron un país olvidado, marginalizado, burlado, desesperanzado.
Todavía recuerdo con vivacidad las marchas en mi ciudad y las imágenes que mostraban en la televisión y en las redes, de las calles de otras urbes atestadas de jóvenes, pancartas, lucha y creatividad, pidiéndole al Estado un país posible para ellos, en el cual soñar, realizarse, vivir, construir, transformar, cantar, bailar, besar, abrazar, pintar paredes sin ser estigmatizados, llenarlas de su belleza y vigor…
Y la respuesta de ese Estado fueron las balas, los gases, las noticias convirtiéndolos en vándalos, en terroristas, en facinerosos.
El costo fue alto. Casi un centenar de jóvenes muertos por acción del Estado, otros miles heridos, mujeres violadas por fuerzas del orden, líderes como Lucas Villa y Héctor Fabio Morales, Dylan Cruz, Brian Gabriel Rojas, Allison Meléndez, empujados a la frontera de la muerte por sus convicciones. Nos deben doler cada día.
Veo a Lucas en cada muchacho que hoy camina a la universidad a sus clases, que va a las escuelas, que hace deporte, que pinta y crea, que se enamora, que baila, sobre todo cuando bailan. A veces lo veo cuando por el Viaducto de Pereira las sombras de los transeúntes intentan imitar los pasos de Lucas para no olvidarlo.
Veo a Héctor Fabio, un joven solidario como su bella mamá, Yolanda Henao, en esos jóvenes que ayudan a otros, que hacen voluntariados sociales, que adoptan un animal para protegerlo y cuidarlo, que sueñan un país más justo, lo veo en cada guarda de seguridad joven que cuida los edificios a los que voy.
Veo a Brian Gabriel en los jóvenes corteros de caña de La Virginia, en los muchachos que se la rebuscan cada día y que se niegan a caer en manos de la delincuencia, en los jóvenes que no tienen la posibilidad de pisar una universidad. Intento verlo convertido en delfín cada que paso por el Cauca, pero en ese inmenso río, no veo ni a Brian ni a los delfines.
Allison vive en cada mujer que pide justicia ante los casos de abuso sexual, en cada mujer que marcha por la reivindicación de sus derechos y garantías, en cada mujer que lidera el cambio en Colombia. Allison vive en Francia Márquez, en Verónica Alcocer, en cada una de las mujeres que conforman hoy el gobierno, todas brillantes y muy reconocidas. Allison vive en mí y en todos los hombres que nos negamos a rotundidad que ese crimen quede en la impunidad, que los violadores sigan libres por las calles de mi ciudad y de mi país.
Este homenaje escrito es para los jóvenes que como los mencionados han dado la vida por la causa del cambio en Colombia en los últimos años. Se me quedan muchos nombres sin mencionar y les pido donde estén que me perdonen, pero están acá, en cada joven con los que interactúo día a día en mi trabajo, con los muchachos que han pasado por nuestros procesos formativos, los que me han enseñado a ser provocador, polémico, políticamente incorrecto, los que me han hecho volver al mar en el Pacífico o sentir el calor húmedo de las selvas del Chocó, los que con orgullo izan en su pueblo la bandera de la diversidad sexual, los que encapsulan en sus sueños la tradición ancestral y me dan a beber un trago de viche, los que sin ambages dicen lo que les molesta de nosotros los adultos y nos ponen a pensar, los que hacen política y se juegan su tiempo, vida, escasos recursos, por una ideología, un partido, un programa, los que pintan pancartas gigantes y las ponen en el viaducto de mi ciudad, los que chupan gases en las marchas y los pasan con cervezas en los bares, los que reúnen de a dos mil para el vino de caja barato y se lo beben alegres en el parque Gaitán de Pereira, los que cuidan a sus parceros y se dicen que se quieren, los que ya no te comen cuento por ser mayores que ellos y te miran con desconfianza, los que te dan lecciones de política en redes sociales.
Este gobierno del presidente Gustavo Petro que comienza se debe a los jóvenes, fueron ellos quienes pusieron la agenda política de la anterior campaña presidencial, los que nos mostraron el diagnóstico de un país en cuidados intensivos, los que nos dijeron que íbamos por el rumbo equivocado. Sidssy Vásquez, pintora, activista, y abanderada de la causa de Lucas tomando tinto una vez me dijo algo contundente y que me resuena en la cabeza todavía: en cuatro meses de marchas, los jóvenes nos han enseñado más de política que todas las clases de historia y manuales de democracia de las escuelas. Señor presidente, esos jóvenes le pusieron 11.200.000 votos que le dieron la presidencia, no los olvide, no les falle, no haga que tengan que volver a dar sus vidas, para que otros sigan soñando, luchando y resistiendo.
A los jóvenes con los que me encuentro cada día ¡GRACIAS!
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