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Violencia Feminicida: El desafío inaplazable frente a la Violencia de Género en Colombia

Por: María Valentina Ortiz Prada

Asistente de Investigación

Línea de Convivencia y Seguridad Ciudadana




El inicio de año fue violento con las mujeres. Así lo confirmó la Procuraduría General de la Nación (2024) en el boletín 108: se registraron más de veinte víctimas mortales (únicamente) en el mes de enero. Las estadísticas proporcionadas por el órgano de control revelaron que once de estos crímenes fueron cometidos, presuntamente, por su pareja o expareja sentimental. Esta cifra, sumada a las 848 alertas emitidas en el año 2023 por la amenaza de feminicidio, destacan el constante riesgo que prevalece para la seguridad de las mujeres.

 

El 22 de enero, el escenario mediático se vio colmado con el nombre de Diana Carolina Serna, una de las once mujeres que forman parte de esa estadística. A Diana la asesinaron, trágicamente, en la vía pública, en Suárez, Valle del Cauca, a plena luz del día. Este suceso ocurrió momentos después de que ella tomase la decisión de poner fin a la relación que sostenía con su agresor. Curiosamente, este hecho tuvo lugar exactamente un año después del asesinato de Valentina Trespalacios, también víctima de la violencia machista.

 

En el transcurso del último año, se conocieron también los casos de Erika Aporte, una mujer de 26 años asesinada por su expareja en una cafetería del Centro Comercial Unicentro en Bogotá; Luz Mery Tristán, excampeona mundial de patinaje, presuntamente asesinada por su expareja en su lugar de residencia en Cali; Isabella Mesa Sánchez, una joven de 19 años asesinada por su pareja sentimental en Medellín; Estefany Pulido, una mujer de 40 años, asesinada por su expareja en un establecimiento comercial de Bucaramanga; Claudia Janeth Agudelo, una mujer de 31 años de edad asesinada por su esposo y padre de dos hijas al interior de su vivienda familiar en Bogotá; Laura Isabel Lopera, una joven de 19 años, presuntamente asesinada en Medellín por su pareja sentimental, un hombre canadiense que se encuentra prófugo de la justicia.  Estos casos se suman a los 360 casos reportados en el país durante 2023.

 

Existe un común denominador adicional a las relaciones interpersonales que sostenían las víctimas con los agresores: éstos últimos presentaban anotaciones judiciales, por un lado, o antecedentes comportamentales misóginos, por el otro. Esto invita a cuestionar eficacia de las medidas de prevención y protección en los casos de Violencias Basadas en Género (VBG). De la misma manera, indica la urgencia de abordar, no solo las consecuencias de estos actos violentos, sino también sus raíces profundas en patrones socioculturales y estructuras que perpetúan la desigualdad de género.

 

Los móviles del feminicidio

 

Según Segato (2016), en el ámbito doméstico, el recurso a la agresión implica la suspensión de cualquier dimensión personal en el vínculo, abriendo paso a una estructura genérica e impersonal del género y su imperativo de dominación. Esto significa que la violencia subyacente, manifestada en el feminicidio, tiene uno de sus fundamentos en un tipo de mandato de sometimiento, donde la masculinidad como atributo emerge como una característica fundamental.  En suma, los móviles personales guardan una estrecha relación con el control, el poder, la venganza, los celos y demás elementos semejantes. En la misma línea, la percepción del cuerpo femenino como propiedad se expresa como una manifestación de poder; en las configuraciones sociales patriarcales, el cuerpo de las mujeres representa un espacio de conquista.

 

Bajo estos preceptos, los casos de feminicidio tienden a asociarse, atenuarse e incluso justificarse en función de la cercanía del agresor con la víctima. Estas interpretaciones conectan el feminicidio con los mal llamados "crímenes pasionales" o, desde la perspectiva penal, con la ‘ira e intenso dolor’, argumentos que desvían la atención y la responsabilidad hacia el agresor, resaltando las "motivaciones” detrás del acto en sí mismo. De manera similar, cuando se relaciona al agresor con algún tipo de psicopatía o se le etiqueta con alguna enfermedad mental, se convierte en un mecanismo para intentar comprender o explicar las razones causales que condujeron al feminicidio.

 

En términos de Segato (2016), quienes perpetran este tipo de delitos no solo tienen conocimiento del hecho, sino que también lo llevan a cabo como un acto de disciplinamiento social en contra de la mujer. En consecuencia, es fundamental resaltar que el feminicidio debe ser analizado desde una perspectiva política, considerando la noción de poder asociada a la masculinidad que se manifiesta a través de la agresión contra la vida e integridad de las mujeres.

 

Ahora bien, existen también los móviles no personales, entendidos como aquellos que no están vinculados a circunstancias o relaciones específicas entre el agresor y la víctima, sino que corresponden a una lógica de violencia sistemática en contra de las mujeres. Algunos ejemplos incluyen la disputa territorial, el reclutamiento forzado, la violencia sexual, la expresión de odio, la reproducción de estereotipos, entre otras cosas.

 

Es óptimo, para este apartado, recordar a Michel Dayana Gonzáles, menor de quince años cuya muerte denota un“deseo de destrucción de la identidad”. Según lo expresado por Botero Ruge, la horrorosa circunstancia de encontrar a la menor desmembrada de múltiples contendores de basura evidencia un profundo menosprecio hacia su cuerpo y su dignidad, la cual fue reducida al mínimo. Botero Ruge (2023) señala que, en casos como este, la mujer no es reconocida como un ser humano sujeto de derechos, sino como un objeto susceptible de ser “comprado, vendido, destruido y, en últimas, desmembrado” (Ruge. M.B. 2023, 11 de diciembre).

 

No obstante, más allá de la diferenciación entre la proximidad de la víctima con su agresor, al igual que en los casos motivados por los móviles personales, esto permita dar cuenta de cómo la violencia feminicida se convierte en un elemento de castigo en contra de las mujeres que desafían o cuestionan el modelo hegemónico de la masculinidad.  

 

Queremos vivir sin miedo

 

Todo indica que la violencia de género no cesa en Colombia. Según el informe más reciente publicado por la Fundación Paz y Reconciliación, en un día, se reportan casi dos casos de feminicidios, 213 víctimas mujeres de violencia intrafamiliar y, al menos, 64 casos de violencia sexual.

 

Actualmente, nos enfrentamos a una Emergencia Nacional por Violencias Basadas en Género (VBG), evidenciando la necesidad latente de realizar esfuerzos por garantizar la plena libertad de las mujeres. La urgencia de abordar esta problemática es innegable, por lo que es crucial adoptar medidas efectivas para erradicar la violencia de género en todas sus formas. Resulta imperativo reconocer el feminicidio como un fenómeno cimentado en la estructura jerárquica social, un problema sistemático que deben abordar el Estado y la sociedad en su conjunto.

 

Es, cada vez más evidente, que deseamos vivir sin miedo. La necesidad de un cambio profundo en la sociedad se manifiesta de manera inequívoca, exigiendo un compromiso conjunto para construir un entorno seguro y libre de violencia para todas las mujeres.

 

*Para una lectura más completa de los datos de VBG consulte el informe “Vivir sin Miedo.



 

Referencias bibliográficas

·      Segato, R.L. (2016). La Guerra Contra las Mujeres. Editorial: Traficantes de Sueños. Consultado en: https://traficantes.net/libros/la-guerra-contra-las-mujeres

·      Ruge, M. B. (2023, 11 de diciembre). Tomado de: Solorza, D. V. (2023, 11 de diciembre). Caso Michel Dayana: “el desmembramiento denota el desprecio por su cuerpo y su vida”. ELESPECTADOR.COM. https://www.elespectador.com/genero-y-diversidad/las-igualadas/caso-michel-dayana-el-desmembramiento-denota-el-desprecio-por-su-cuerpo-y-su-vida/

·      Fundación Paz y Reconciliación, PARES. Informe Violencias Basadas en Género 2022-2023 (2024). Consultado de: https://www.pares.com.co/post/vivir-sin-miedo-informe-de-violencias-basadas-en-género-2022-2023


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