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Termina el gobierno del presidente duque y el ELN sigue ahí

Por: Luis Eduardo Celis

Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación – Asesor de la Fundación Paz & Reconciliación

El 17 de enero del 2019, el ELN atacó la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, causando 22 muertos y más de sesenta heridos. Hace pocos días atacó un destacamento del Esmad en Cali y el resultado fue 12 heridos. Entre ambos hechos, hay 150 militares y policías heridos o muertos en la persistencia de una acción del ELN, lo cual muestra el fracaso de una política que no logra controlar a esta organización próxima a cumplir seis décadas y que ratifica que el Estado colombiano está lejos de derrotarles.

El ELN de hoy es un poco más grande que el ELN al inició del gobierno del Presidente Iván Duque, que está en cuenta regresiva. En el último informe del Ministerio de la Defensa, se reporta que el ELN está hoy sobre dos mil setecientos integrantes y el mismo reporte, al inició del gobierno Duque en 2018, reportaba la cifra de dos mil doscientos. En conclusión, hoy tenemos un ELN en crecimiento, razón más que preocupante para volver a pensar que la estrategia de combatirles y alejarse de la variable diálogos y negociaciones no ha resuelto nada en estos cuatro años.

El ELN ha estado en el centro de la opinión y el debate publico en estos cuatro años, debido al apoyo de Cuba al proceso de paz adelantado durante los dos gobiernos del presidente Santos y la permanencia de su delegación de diálogo en La Habana. Frente a esto, la administración del Presidente Trump volvió a incluir a Cuba en su listado de países que apoyan al terrorismo, una acción totalmente arbitraria y sin fundamento que es de esperar que la administración del presidente Biden corrija en los próximos meses. Igualmente, se habla del ELN por su presencia en Venezuela y se hostiga al gobierno venezolano. Se le atribuye al ELN un protagonismo en la protesta social de los últimos años, algo totalmente distorsionado de lo que es una acción legitima de sociedad donde el ELN puede estar de manera muy marginal. Por todo lo anterior, en estos últimos años de una u otra forma se ha seguido hablando del ELN.

En estos cuatro años de la administración del presidente Iván Duque el ELN ha perdido destacados mandos unos visibles como “Uriel”, “Fabián”, “El viejo” del Frente de Guerra Noroccidental, o “Mocho Tierra” y “Gallero” del Área Darío Ramírez Castro; y otros no visibles pero importantes en la estructura de mando. Estos golpes, por supuesto, resienten la estructura y las dinámicas territoriales del ELN, pero, con el paso del tiempo, la misma estructura va promoviendo nuevos liderazgos que asimilan las derrotas. La estrategia de golpear los mandos importantes afecta, pero no va a desbaratar una organización que ha demostrado capacidad para adaptarse y superar sus crisis. Eso lo hemos visto en estos años en los que vienen creciendo en tamaño y presencia territorial.

Estamos en pleno debate presidencial y el tema ELN de cuando en cuando sale en las declaraciones de los candidatos que compiten. Es la hora de volver al carril de diálogos, negociaciones y construcción de un acuerdo de paz. Esto, en el marco de una política que debe proponerse el tratamiento de todas las violencias organizadas que persisten en Colombia y que tienen su eje de desarrollo en presencias territoriales en doscientos municipios, donde el estado colombiano debe proponerse tener una presencia legitima y efectiva. En este contexto habrá que volver al reto pendiente de un acuerdo de paz con la última guerrilla de nuestro viejo alzamiento armado de los años sesenta.

Tenemos una agenda construida entre el ELN y el gobierno del presidente Santos. Es una agenda importante como referente, que puede ajustarse, precisarse o ampliarse, pero para nada obviarla.

El nuevo gobierno será el de la construcción de un proceso de paz con el ELN, si tiene decisión, estrategia y propuestas de transformación para darle cuerpo al acuerdo, este buen reto hay que asumirlo, con la convicción de que la senda de los diálogos y la construcción de paz es lo que requiere Colombia, saliendo de tantas tristezas y tragedias que afectan vidas y comunidades.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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