Si el Pacífico tuviera voz cantaría como Nidia Góngora
- catalina valencia Coordinadora del Observatorio Cultura
- hace 2 días
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Por: Catalina Valencia

El 7 de diciembre del 2018 Timbiquí vivió una de sus interminables crisis. Las retroexcavadoras y las dragas de la minería cercaban el municipio. Era otro de sus males. El narcotráfico, acentuado por su cercanía con el cañón del Micay, corredor de sustancias ilícitas hasta el pacífico, afecta a todos, sobre todo a las mujeres y los niños. Uno de los consuelos es el canto. En Timbiquí la gente canta, la gente toca instrumentos. Aunque hay profesoras de música el arte está en el ambiente. Flota, se respira.
Nidia Góngora es hija de esta tierra. Nació en el barrio Las Brisas. Es difícil entender desde la fría y acartonada Bogotá que exista un barrio sólo de cantantes, de músicos. Eso sólo se da en lugares tan exóticos como New Orleans, pero no, en Timbiquí las tradiciones se heredan. Cuando era niña los alabaos la sorprendían mientras dormía. Después venía el sonido de las marimbas, de los bombos que se mezclaban con el ruido silencioso que hace el río cuando avanza. No se reconoce como cantante sino como cantora. Desde que tiene consciencia lo es. Hay una gran diferencia entre ser cantante y ser cantora. Los cantantes no son otra cosa que artistas. Las cantoras honran no sólo a su comunidad, a los que están vivos sino a los que ya dejaron de ser. En los entierros las cantoras cantan alabaos. En los matrimonios cantan arrullos. Los cantantes se forman, las cantadoras nacen. No escogen su destino. No es vocación, es cumplir con un propósito.
En las orillas del Misisipi las cantantes se nutren de las iglesias. El góspel los convierte en demiurgos. A Nidia le pasó lo mismo. En los atardeceres del río Timbiquí el canto la convirtió en lo que siempre fue. Fue en las misas de su parroquia donde dio sus primeros conciertos. En varias entrevistas ha dicho que nunca se quedó quieta “si no estaba cantando estaba tejiendo”. Pero siempre fue cantar, siempre fue cantar para protestar, para denunciar, porque en Timbiquí la gente se muere joven. Heredó la vocación de su mamá, pero ella no fue la que la crio. Lo hizo su abuelo, Mónica Góngora, que no cantaba ni bañándose.
Cali fue su segunda ciudad. Ahí estudió licenciatura en educación preescolar porque su papá no quería que le tocara el destino que comparten la mayoría de músicos. Él quería que fuera abogada. La felicidad tiene un precio muy grande: la pobreza. Los músicos, sumidos en el regocijo de su arte, no tienen tiempo para hacer cosas prácticas. Igual es maestra y música. Su primera experiencia como profesora fue en Villarica, Cauca. Desde hace 15 años Nidia Góngora creo una Fundación: la Escuela Canalón. Desde ahí se transformó en algo que puede ser muy peligroso para una mujer en el Pacífico: ser una lideresa social, darlo todo por su gente. Gritar la tiranía que han impuesto los grupos ilegales, la falta de estado, el olvido.
Como le contó en su momento a la Revista Bocas de El Tiempo, se fue a Cali porque tenía que salir de Timbiquí se quería volar. Allí se quedó en la casa de su tía Stella. De eso hace más de 30 años. Y la saudade no se van con nada. La tristeza sólo se quita cuando regresa a su pueblo. Su vida se partió en dos cuando conoció al productor inglés Quantic. Su grupo le ha dado la vuelta al mundo fue a través de él que Nidia tomó un vuelo internacional. Sus alas fueron su voz. En el 2008, a los 27 años, se convirtió en la primera artista del Pacífico en ser nominada a un premio Grammy.
Obviamente ella no necesita una nominación a ningún premio para ser grande. Tan sólo que su legado se hizo más internacional. Nidia Góngora estará con nosotros en Notas al margen, el nuevo espacio en Youtube que saldrá desde la fundación Pares. Ya sabrán más de ella.