“Pedazo de basura, negro hijueputa”: el racismo que Colombia se niega a reconocer
- Oficina Pares Pacífico
- 30 may
- 2 Min. de lectura
Por: Oficina Pares Pacifico

El viernes 16 de mayo de 2025, en una calle del barrio San Fernando, en Cali, se registró un hecho que conmovió al país: un ciudadano persiguió e insultó de manera racista al agente de tránsito José Félix Angulo. Un video, muestra cómo el agresor lo llama “esclavo” “basura” “mierda” y lanza una frase que se volvió símbolo de indignación colectiva: “Y tras de todo, te maneja un blanco, negro hijueputa”.
El agente no respondió con violencia, siguió caminando. Pero lo más fuerte del video no fue solo el insulto sino la naturalidad con la que el racismo se visibilizó abiertamente, sin miedo, como si nada. Frente a esta situación, muchos aducen que se trata de “casos aislados”, pero en realidad lo que muestra es solo la punta de un problema que se vive en silencio todos los días, y que es estructural.
Colombia es un país con una historia de racismo profunda. Aunque se diga que “aquí no hay racismo porque todos somos mezclados”, la realidad es que el color de piel sigue siendo un factor que determina y marca la diferencia de acceso a derechos básicos, de oportunidades, e incluso de cómo te ven en las calles.
Las personas negras, afrocolombianas y raizales en Colombia tienen menor acceso a educación superior, tienen menores oportunidades de acceso a empleo y vivienda, ganan menos por los mismos trabajos y están más expuestas a situaciones de pobreza. Esto no es casual, es estructural. Cifras del DANE dan cuenta de esta realidad. El 30,6% de la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera (NARP) vive en pobreza multidimensional, 11 puntos porcentuales por encima del promedio nacional.
Lo que sucedió en Cali fue grabado y se volvió noticia. Pero hay muchas formas de racismo que no se graban y se viven diariamente. No es la primera vez que sucede, ya se han visto casos donde docentes, médicos, lideres sociales, funcionarios públicos etc, son con frecuencia cuestionados y racializados. No se cuestiona su trabajo, sino el color de su piel. Después del hecho, la Alcaldía de Cali anunció denuncias penales contra el agresor, y el establecimiento donde trabajaba fue cerrado por irregularidades. Son respuestas importantes, sí. Pero no suficientes.
El racismo no solo se combate castigando a los agresores, también debe enfrentarse abriendo el debate público sobre lo estructural. Se enfrenta reconociendo los privilegios que ostenta unos sobre otros, y promoviendo pedagogía antirracista, con memoria, con políticas públicas que reconozcan las desigualdades históricas. El antirracismo es una deuda que Colombia tiene. Se necesita que desde las escuelas se conozca y se respete la diversidad étnica y la riqueza cultural. Se requieren medios de comunicación que no sigan reproduciendo estereotipos, y empresas que promuevan la equidad. Se requiere que no sigamos callándonos frente a las injusticias.
En el mes que conmemora el día de la afrocolombianidad como símbolo de la “abolición de la esclavitud”, este caso y muchos otros, nos convocan a reflexionar sobre el racismo, porque Sí, todavía persiste, se vive y se siente. Este caso no debería olvidarse en algunos días como sucede siempre, debería convertirse en una oportunidad para que el país se mire al espejo.
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