La oportunidad de ver la película más experimental del cine colombiano en Aracataca
- Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones
- hace 20 horas
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Por: Iván Gallo Coordinador de comunicaciones

Al final, nunca se sabrá la verdad. Eran diez, doce amigos, todos artistas y avocados por esa necesidad de crear a la mentira. Entonces en La Cueva, en Barranquilla, aparecen las huellas de una elefanta sobre la que cabalgó el pintor Alejandro Obregón, y que destruyó buena parte de la entrada. Hay un disparo en la pared, rezagos de una borrachera de uno de los amigos de Alfonso Fuenmayor.
El tiempo ha pasado y gracias a la labor de Heriberto Fiorillo, quien murió a finales de 2023 después de una larga enfermedad, La Cueva es uno de esos lugares infaltables en los nuevos recorridos barranquilleros, que tiene una historia atrayente y única por su alto contenido literario.
No sabemos cuántas veces dos amigos íntimos se encontraron allí, desde la década del cincuenta, a tomar ron y elucubrar ideas. En una de esas noches salió el argumento de la película más rara que se ha hecho jamás en Colombia: La langosta azul.
El amigo se llamaba Álvaro Cepeda Samudio. Era un niño bien de Barranquilla que pasaba la mitad del tiempo en Nueva York y la otra mitad en Curramba. En sus regresos a Colombia, sus maletas llegaban repletas de libros con lo que era en ese momento la vanguardia. Es decir, todo Faulkner, a quien el grupo de Barranquilla llamaba El viejo; todo Virginia Wolf, mucho cine, mucho nuevo periodismo.
Hablaban a los gritos sobre literatura, cine y fútbol. En La Cueva hubo una noche en donde no se los aguantaron más, entonces Cepeda se fue unas cuadras más abajo, ahí en el barrio El Prado y puso un lugar nuevo donde vendían chicharrón, cerveza y se podían escuchar los partidos del Junior.
El lugar se llama La Tiendecita. Cuando entras al sitio, sesenta años después de los hechos, ves que hay fotos de Cepeda consintiendo a buena parte de políticos y farándula local. Porque hubo un momento en el que, dentro de lo que se llamó el Grupo de Barranquilla, él era el más popular.
Cepeda murió antes de cumplir cuarenta años, producto de un cáncer, justo cuando su amigo García Márquez explotó en el mundo, a raíz de la publicación de su novela Cien años de soledad. Pero vamos varios años atrás y démosle la palabra a Gabo quien, en sus memorias, Vivir para contarlo, recuerda cómo al Nene Cepeda se le ocurrió la idea de hacer la película más rara que tiene el cine nacional: “...Un viaje ocasional de Álvaro Cepeda a Bogotá me distrajo por unos días de la galera de las noticias diarias, llegó con la idea de hacer una película de la cual solo tenía el título: La langosta azul. Fue un error certero porque Vicens, Grau y Nereo se lo tomaron en serio. Algo puse yo, que hoy no recuerdo, pero la historia me pareció divertida y con la dosis suficiente de locura para que pareciera nuestra. La langosta azul es una obra elemental, cuyo mérito mayor es el dominio de la intuición, que era tal vez el ángel tutelar de Álvaro Cepeda”.
Así que la hicieron. Era 1954. No saben lo difícil que era hacer una película independiente en 1954. Eso no existía. Tenían talento, pero no financiación. Igual arrancaron. El argumento, cocinado entre Gabo y el Nene, correspondía a uno de los temas de moda en el momento, debido a la tensión entre Estados Unidos y la URSS, se disparó el programa nuclear en ambos países. El mundo estaba obsesionado con lo que sería una guerra nuclear y el hongo atómico que la humanidad vio en Hiroshima estaba demasiado fresco. Así que, hija de su época, La langosta trata sobre dos detectives que llegan a un remoto pueblo del Caribe a investigar la existencia de unas langostas radioactivas. Cuando ya tienen las langostas en su poder, los detectives cometen el error de dejárselas robar de un gato. Durante los 29 minutos que dura este cortometraje, vemos cómo los detectives van entrando a diferentes situaciones, como la aparición de un brujo o de una mujer de la noche, todo contado desde el ritmo pesado, asfixiante, onírico del sueño.
Fue filmada en el corregimiento de Barranquilla llamado La Playa, como no se contaba con presupuesto, se optó por hacer la película sin sonido. No tuvo exhibición en Colombia. Por iniciativa de los artistas que trabajaron en ella: Enrique Grau, Nereo López, Gabo, Cepeda, se pudo terminar e incluir en varios festivales internacionales. Nunca ganó un premio ni se pasó en cines. Incluso su existencia se ponía en duda en la década del noventa, cuando por fin pudo ser salvada y restaurada. Si ustedes hoy en día van a La Cueva, encontrarán en sus paredes unas ventanas y al lado una lupa, la toman, ven lo que hay en la pared y descubrirán fragmentos de la langosta. Sentirán que están viviendo un sueño proyectado en imágenes, como si el cine no fuera un invento tecnológico hecho por los hermanos Lumiere, sino una de esas invenciones que traían los gitanos a Macondo.
Será una experiencia única poder ver esta película en Aracataca el próximo 2 de agosto, ya que será una de las atracciones que tendrá el festival Macondo, gracias a la ayuda del Ministerio de Cultura y de la Gobernación del Magdalena podremos hacer este sueño realidad.