¿Justicia para el pueblo o espectáculo populista?
- Deborah von Nacher
- hace 2 días
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Por: Debora Von Nacher

Hoy me levanté muy profesora de filosofía. Me acordé de Platón, en su obra “La República” donde decía que para que una sociedad fuera justa y funcionara se necesitaban tres clases: los gobernantes, los militares y los artesanos. Cada clase tenía una virtud en particular: los gobernantes la sabiduría; los militares el valor; los artesanos la templanza. Para que la sociedad funcionara cada clase se debía “quedar” en su lugar, si empezábamos a intercambiar roles, el caos sería el resultado. Imagínense un sabio como militar: antes de que termine de debatirse a sí mismo la moralidad de atacar al enemigo, lo matan a él y a todos sus compañeros. O imagínense al artesano-comerciante gobernando… No hay que imaginarlo, solo hay que echar a un vistazo a lo que está pasando en EEUU.
De ahí me puse a pensar en que, según Platón, a Sócrates (considerado por el oráculo de Delfos la persona más sabia del mundo) no le gustaba la democracia (¡horror!) porque según él las características que te hacían un buen candidato, no eran las mismas características necesarias para gobernar. La historia nos ha dado muchos ejemplos de qué es lo que pasa cuando una persona carismática llega al poder, sin tener la capacidad, o los valores, para gobernar.
¿Por qué tan filosófica? Porque en los próximos días se llevará a cabo en México la elección, a través del voto directo, de jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia. No me malinterpreten, estoy a favor de la democracia, del voto directo, pero creo que, recordando a Montesquieu (les digo, amanecí muy docente el día de hoy) debe de haber una división en los poderes y yo, como ciudadana, no debería elegir a jueces.
Sé muy poco de leyes y lo que sé es gracias a la paciencia de mi esposo abogado que me explica, con palabras “normales” como yo les digo, lo que significa tal o cuál término o ley. Al no saber nada de leyes, siento que elegir a un juez es una tarea que me queda demasiado grande. Y más si el resultado de mi elección tiene un impacto directo en el Estado de Derecho de mi país.
Me he negado a ver las campañas de los jueces (con las campañas presidenciales, cada seis años tengo suficiente), pero no me importa si el candidato o la candidata a juez es simpático, tiene ritmo al bailar, o me siento identificada con ellos. Yo quiero una persona que entienda su trabajo, que aplique la ley y que tome decisiones con un lenguaje que tal vez yo no entienda, pero que garantice los derechos de los ciudadanos y que se guíe no en mi simpatía, sino en la Constitución.
Yo sé que soy muy idealista y tal vez muy ingenua, pero creo que la Justicia no es un concurso de popularidad. Es como si tuviera que votar por el ingeniero al que le van a dar el proyecto para hacer un puente. Si la elección del constructor de un puente no está abierta a discusión popular ¿por qué la elección de los guardianes de la Justicia y del Estado de Derecho sí lo están?
La democracia no solo consiste en ir a votar. La democracia es un sistema que depende de participación ciudadana, división de poderes y pesos y contrapesos efectivos. Al “politizar” al Poder Judicial caemos en riesgo de que éste dependa de financiamientos de campaña y de la opinión pública (sentencias para agradar a los ciudadanos, no para hacer justicia) no de lo que dicta la Constitución.
Habiendo dicho esto y sabiendo que las elecciones son en un par de días ¿qué podemos hacer como ciudadanos? Es poco realista leer y analizar cada sentencia emitida por los jueces, no tengo la preparación para hacerlo; pero lo que sí puedo hacer es apoyar a las personas que sí entienden y están preparadas para esta tarea: los abogados. Como sociedad civil, lo que podemos hacer para monitorear las tareas de los jueves es apoyar a asociaciones gremiales, barras de abogados y organizaciones no gubernamentales que se encargan de Derechos Humanos y de Transparencia. ¿Cómo apoyarlos? Todo cuenta: desde donando nuestro tiempo (apoyando en eventos, dando difusión) o tal vez donando dinero para que puedan ellos monitorear y difundir sus análisis. Todo suma. Acerquémonos a estas organizaciones a nivel local y preguntémosles qué podemos hacer para ayudarlos.
Un poder judicial fuerte e independiente nos beneficia a todos, incluso a los que ahora tienen el poder.