Por: Iván Gallo
Video: Verónica Londoño
Foto tomada del: El Tiempo
Joe Broderick abre la puerta. La edad le va robando estatura a los hombres a medida que van envejeciendo. ¿Por qué es más alto que yo a los 89 años? El apretón de manos es inusualmente vigoroso y se mueve con soltura por su apartamento, casi que se desliza, el parqué no suena lo que si se escucha es la programación de la Radio Nacional de Colombia que sirve de cortinilla a la conversación que tiene con uno de sus amigos más cercanos. Hace un par de años, Joe Broderick llenaba de amigos este apartamento en La Macarena que quería escucharlo hablar y recitar capítulos enteros del Ulises. Su cumplieron 100 años de la publicación de la obra maestra de Joyce y Joe es una de las pocas personas que conoce el laberinto por donde deambula Leopoldo Bloom en Dublín. Ya no lo hace. Una de las pocas limitaciones que tiene es la de la disminución de la vista en su ojo derecho. Pero si no lo cuenta nadie lo sabría. Incluso me llama la atención que por ese problema ya no puede leer pero en cambio sigua manejando con soltura su Volkswagen escarabajo por las intrincadas calles bogotano.
Es viernes al mediodía y hay licencias. Se toma un vaso de whisky de malta y, pregunta algo inquieto, las razones de la conversación. Ya tiene tantas cosas en qué pensar, tantos frentes abiertos, que le había olvidado una fecha especial, el 15 de febrero se cumplieron 57 años del asesinato de Camilo Torres en San Vicente del Chucurri. Entre los años 1970 y 1975, gracias a la confianza del editor Walter Bradbury, uno de los más respetados de Nueva York, Broderick escribió la biografía de Camilo Torres. Este libro fue tan importante que, Joe lo dice con desparpajo “el único Camilo que quedó fue el mío, el del libro”. Con el correr de los años, con la desaparición de todos los que los conocieron, de sus círculos, la voz que se sigue escuchando es la de una biografía contada con tanta potencia que parece una novela.
Pero la historia no puede ser tomada como el delirio afiebrado de un fan camilista. Broderick, para construirla, habló con Alvaro Valencia Tovar, el oficial del ejército que respondió la emboscada en donde cayó Camilo, tuvo en sus manos el diario de la hermana del cura guerrillero, en donde narraba el momento en el que él vino al mundo, entrevistó a la gente del ELN, a estudiantes de la Nacional que escucharon sus sermones. Fue perseguido por el DAS y casi lo manda a matar, por error, el ELN. El libro fue un boom. Sin embargo cree que en el mejor momento de ventas la editorial original “le dio por la cabeza”. Es muy impresionante ver como maneja el léxico colombiano a la perfección, sus dichos, los gracejos, las bromas. No está mal para un maestro del gaélico, un experto en el inglés antiguo.
Manos largas con dedos torcidos. Dedos en llamas. Vivir sin dolor es una bendición. Ahora está escribiendo sus memorias. Se levanta temprano así que el día le alcanza para escribir, para leer a Coetze, para recibir visitas y para hablar. Es anarquista, un descreído. No puede tomarse en serio a una organización como el ELN “Los que están sentados hablando de paz con el gobierno no deciden, lo del paro armado del Chocó lo demuestra” En la mesa se deja flotando el nombre de Antonio García y se burla de sus poemas “Con ese discurso tan guerrerista, y escribe poemas cursis como una quinceañera”
En esta conversación Joe nos contó de los años locos en los que sentó cabeza haciendo uno de los perfiles más vendidos en Colombia -ya va por su décima edición- su visión sobre el ELN, y las ganas que tiene de seguir leyendo hasta el final.
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