El demonio que creó Nixon
- León Valencia
- 12 mar
- 4 Min. de lectura
Por: León Valencia

La ministra de relaciones exteriores, Laura Sarabia y la embajadora en Viena, Laura Gil, insistieron este lunes en excluir la hoja de coca de la lista de sustancias mĆ”s daƱinas durante las sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas que se desarrollan en Viena. En los Ćŗltimos aƱos nuestro paĆs ha insistido una y otra vez en los foros internacionales en la modificación de la polĆtica antidrogas que Estados Unidos le impuso al mundo desde hace mĆ”s de cincuenta aƱos.Ā
Todo empezó cuando el presidente Richard Nixon anunció en 1969 que su fiscal general prepararĆa medidas para combatir el consumo de drogas en Estados Unidos.Ā En 1970, se promulgó la Ley de Sustancias Controladas. DespuĆ©s,Ā elĀ 17 de junio de 1971,Ā Nixon declaró a las drogas ilegales como el āenemigo pĆŗblico nĆŗmero unoā y anunció una āofensiva totalā que se librarĆa tanto dentro como fuera de las fronteras estadounidenses, con el fin de āenfrentar y acabar con el enemigoā. En ese dĆa, quizĆ”s soleado, de Washington, empezó una gran tragedia para Colombia. Nixon creó un demonio para ponerlo a caminar por los campos de nuestro paĆs.
Ā
DecĆa Nixon que dentro y fuera de las fronteras, pero ha resultado que el gran peso de la estrategia se ha desarrollado fuera de las fronteras convirtiendo el territorio colombiano en un escenario de guerra donde āSomos nosotros los que ponemos los muertosā dijo la canciller en Viena. Lo ponemos todo: la vida de los campesinos, en una guerra inĆŗtil; nuestra frĆ”gil democracia, sus elecciones, sus instituciones, al grave fuego del narcotrĆ”fico y la corrupción; y la salud de nuestros jóvenes en lasĀ barriadas de las ciudades en las manos de los jĆbaros.
Ā
Para conjurar este demonio el paĆs ha ensayado polĆticas extremas y blandas segĆŗn los gobiernos, de nada han servido, el diablo sigue ahĆ, impertĆ©rrito, seƱalando una y otra vez que sólo aboliendo la prohibición absurda mediante un nuevo pacto internacional sobre las drogas, es posible salir de la encrucijada, de la grave encrucijada, en que nos metió Nixon.
La polĆtica extrema tuvo su momentoĀ culmen en los gobiernos de Pastrana y de Uribe, en esos aƱosĀ tomó el nombre de āPlan Colombiaā. Fue allĆ cuando creció la inversión de Estados Unidos en la persecución a las drogas y se unificó la lucha contra los cultivos de coca con el combate a las guerrillas, una sola guerra. La erradicación forzada y las fumigaciones, el encarcelamiento de miles de campesinos, la confrontación entre las guerrillas y el Estado y la grave expansión de los paramilitares.
En esos aƱos se produjo mĆ”s del cincuenta de los nueve millones de vĆctimas que ha dejado este largo conflicto armado. Fue el momento de la parapolĆtica, el mayor asalto a la democracia, que llevo a la condena judicial de 89 parlamentarios. TambiĆ©n, uno de los puntos mĆ”s altos de los cultivos de hoja de coca y de la producción de cocaĆna, jalonadas por las mafias, los paramilitares y las guerrillas. Al finalĀ la desmovilización de los paramilitares alivió un poco, sólo un poco, la situación
La polĆtica extrema no acabó con el fenómeno. DespuĆ©s vino una polĆtica intermedia, moderada, blanda, si se quiere, que hizo Ć©nfasis en las negociaciones de paz, en la sustitución voluntaria de cultivos, en la atención a las vĆctimas, en la flexibilización de la legislación frente el consumo, fue en los dos periodos de Santos, que culminaron en un acuerdo de paz con las FARC. Esta polĆtica disminuyó los indicadores de violencia y aminoró las vĆctimas, pero los cultivosĀ y el narcotrĆ”fico siguieron vivos.
IvĆ”n Duque fue un fallido intento de retomar el camino de Pastrana y de Uribe. Dejó atrĆ”s los esfuerzos de paz y la bĆŗsqueda de una nueva polĆtica ante las drogas y volvió al duro predicamento de la persecución, sin Ć©xito alguno en el control a los cultivos de uso ilĆcito y en la disminución de la producción y el trĆ”fico de drogas. La polĆtica extrema se habĆa desgastado.
A Gustavo Petro no le ha ido mejor y, con la cara que ha mostrado Donald Trump en el arranque de su gobierno, le puede ir peor. Ā Desde su posesión lanzó una polĆtica de paz total y empezó una campaƱa nacional e internacional por la legalización de las drogas. Al tiempo hizo el llamado a un acuerdo nacional para darle un cobijo cierto a la reconciliación.Ā En ese empeƱo volvió a la sustitución voluntaria de cultivos yĀ propuso iniciativas concretas como la compra de la hoja de coca a los campesinos y ahora, en Viena, lanza la idea de excluir la hoja de coca de la lista de sustancias mĆ”s daƱinas.
La respuesta a estas polĆticas no ha sido buena. Los grupos ilegales han aceptado sentarse a nueve mesas de negociación, pero no han disminuido sus negocios y sus violencias y sólo pequeƱas fracciones parecen estar dispuestas a la desmovilización y al desarme en lo que resta del mandato. La derecha no le ha parado bolas al acuerdo nacional y al contrario ha escalado su discurso de vuelta a la mano dura con la esperanza Ā de la percepción de inseguridad y violencia le darĆ”n la presidencia en el 2026.Ā Ā Ā
Y, entre tanto, Donald Trump ha parado la cooperación humanitaria y tiene en estudio la inversión militar en la contención de la producción y el trĆ”fico de drogas ilĆcitas. Es decir, entramos en un limbo en el que Estados Unidos declina sus compromisos económicos para atender una guerra en buena parte inventada por ellos y tampoco se avienen a la regularización yĀ la legalización de las drogas. Como dicen los campesinos: āni rajan, ni prestan el hachaā.Ā