Del “factor Benedetti” o del dominio de los intermediarios en el Gobierno Petro
- Óscar A. Chala
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Por: Oscar A. Chala, investigador de la Línea de Democracia y Gobernabilidad

Si hay un mensaje claro que el presidente Gustavo Petro ha dejado en cada una de sus alocuciones, desde aquel 4 de febrero cuando confrontó a un bloque de ministros y funcionarios en la transmisión del Consejo de Ministros en televisión nacional, hasta ahora, es que su apuesta política va más allá de las bases políticas de izquierda y de centroizquierda que lo han apoyado, al menos, desde 2018.
No es para menos. Ya en febrero de 2023, según una fuente que habló con la Línea de Democracia y Gobernabilidad y que pidió la reserva de su nombre para hablar con libertad, desde el grupo Activistas por el Cambio, el colectivo digital liderado por Xavier Vendrell —la cuestionada figura catalana cercana a Gustavo Petro— se había dado la orden de no apoyar un proyecto político en específico para las elecciones de 2023, sino de “ir más allá”, buscando que la militancia por el presidente no estuviera predefinida en los límites de los partidos, sino en el “activismo” y en el hecho de que Petro superara todas las distinciones políticas y las divisiones ideológicas existentes.
Ahora mismo, el gobierno Petro sigue firme en esa postura, y el presidente ha privilegiado las alianzas y los puentes con operadores políticos que considera fundamentales para construir un proyecto político tan amplio que englobe a todas las tendencias políticas que busquen acercarse a su regazo, así como operadores que sean eficientes en el cumplimiento de las órdenes que se imparten desde la Casa de Nariño.
En eso, Benedetti ha cumplido en ambos sentidos. Ahora mismo es la figura más poderosa e importante por debajo del presidente, ha articulado a su alrededor a un bloque de funcionarios que le secundan y respaldan y tiene el manejo de las relaciones con el Congreso y de las relaciones con las bases políticas y sociales del gobierno. A pesar de tener fuertes cuestionamientos tanto por violencia de género como por investigaciones judiciales en su contra, el presidente ha puesto plena confianza en el último hombre en el que parece confiar ciegamente.
Aunque los rumores en las redes sociales han hablado siempre de que la influencia de Benedetti en el gobierno ha devenido del conocimiento de ‘secretos’ sobre la campaña de Petro a la presidencia en 2022, lo que parece ser verdad es que el gobierno ha confiado sus últimos cartuchos y su capital político restante en la figura de un político que, a diferencia de Luis Velasco o de Alfonso Prada, negocia con las herramientas propias del clientelismo tradicional.
Las disputas de poder se agudizan en el círculo más íntimo del presidente

Una de las manifestaciones de la desconexión y la competencia interna en el gabinete de ministros quedó manifiesta con la renuncia de Ángela María Buitrago de la cartera de Justicia el pasado jueves 15 de mayo. En su carta en la que desiste de su cargo, Buitrago indicó presiones indebidas por parte de algunos funcionarios dentro del propio gobierno, que concibió como inaceptables y motivaron, en parte, su salida.
Con el paso de las horas, se fue descubriendo que los funcionarios detrás de las presiones indebidas eran el mismo Benedetti y Angie Rodríguez, la actual directora del DAPRE, cercana a Guillermo Alfonso Jaramillo. Según Buitrago en El Tiempo, Benedetti y Rodríguez le hacían constantes llamadas para buscar intervenir en nombramientos dentro de su cartera.
La respuesta de Benedetti, junto con la del gobierno, fue señalar que Buitrago, como otros funcionarios de salida reciente del gobierno, no habían cumplido con muchas de las solicitudes el gobierno nacional. Benedetti, incluso, señaló que la ministra lo utilizó como chivo expiatorio para ocultar las verdaderas razones de su salida y declaró a medios que se “desquitaba con el perro más flaco”, además de tomar medidas legales contra la ministra.
No obstante, Buitrago —que tomó una postura neutral en el enfrentamiento entre el presidente y sus ministros— terminó pagando los platos rotos en medio de la reconfiguración interna del poder. Por un lado, debido a que el gobierno interpretó como “falta de lealtad” su lentitud al resolver el impasse frente a la extradición de alias “Araña”, cabecilla de la Segunda Marquetalia, requerido por los Estados Unidos en extradición y las diferencias frente a la visión de la Paz Total. Por el otro, porque se negó a aceptar la presunta influencia de Rodríguez en nombramientos en la dirección de la Política de Drogas. Además, porque Buitrago se opuso a retirar al director de la USPEC tras la orden del presidente de sacar cuotas liberales tras el hundimiento de la Reforma Laboral.
¿Cómo gobierna un presidente que necesita de intermediarios?

La situación entre Buitrago, Benedetti y Rodríguez no es nueva. De hecho, reproduce la misma denuncia que algunos funcionarios del gabinete (entre ellos Gustavo Bolívar) tenían sobre la omnipotencia de la otrora directora del DAPRE, del DPS y jefe de Gabinete, Laura Sarabia, que tenía pleno control sobre la agenda y las relaciones del presidente con sus ministros y su bancada en el Congreso.
Tal llegó a ser la ruptura entre el presidente y sus ministros a inicios de 2024, que Sarabia se convirtió en la única figura capaz de mediar entre las necesidades de los ministros por hablar con el presidente y la molestia que el jefe de Estado ha tenido siempre sobre su propio gabinete. Aquel poder creció de manera desmedida, hasta el punto en el que surgió un llamado “bloque de izquierdas” entre Augusto Rodríguez, Gustavo Bolívar y varios congresistas, que terminó estallando el pasado 4 de febrero.
Sin embargo, la falta de experiencia y los escándalos alrededor de irregularidades como el polígrafo en el sótano de la Casa de Nariño, las presuntas irregularidades en la Campaña Petro Presidente 2022 (en las que está envuelta con Benedetti), los presuntos favorecimientos a familiares, y las recientes acusaciones sobre presunto lavado de activos y enriquecimiento ilícito, por los cuales está siendo investigada por la Fiscalía, poco a poco la fueron apartando del círculo más cercano del presidente.
Esto, junto con la llegada de Benedetti como asesor para Presidencia en temas del Congreso, luego jefe de despacho y ahora Ministro del Interior, terminaron por sacarla del panorama y apartarla en la cartera de Exteriores. Desde allí, Benedetti ha concentrado suficiente poder para, de nuevo, convertirse en el intermediario del presidente.
Pero el presidente necesita de intermediarios porque, como lo explicamos en nuestro último informe sobre las redes de poder que rodean al gobierno Petro, es la manera como el gobierno ha logrado solventar la dicotomía que ha surgido entre la desconexión y dispersión de sus funcionarios y la necesidad de sostener la jerarquía vertical en la que se sostiene su gobierno, que se expresa a través de las constantes demandas de lealtad hacia sus funcionarios y la aplicación disciplinada de sus peticiones.
Es decir: El presidente necesita una figura intermediaria que sea capaz de mantener la disciplina de sus funcionarios, llevar control sobre el cumplimiento de lo que pide y los mantenga alineados en lo que solicita. Por eso la figura de Benedetti, con un informe de cumplimiento de cada ministro, a la izquierda de Petro en la transmisión del 4 de febrero se vuelve una imagen poderosa frente al rol que desde ese momento ha venido ocupando.
La política de la lealtad se impone

Los criterios de lealtad del gobierno han venido cambiando durante toda su gestión. Esto es posible rastrearlo en los cambios ministeriales que ha habido y hacia qué sectores se han desplazado los principales cargos directivos en cada cartera.
Según nuestro informe de redes de poder, la mayor afectación ha estado en la cantidad de cargos que han tenido figuras cercanas personalmente al presidente, cuya presencia se ha reducido frente a la presencia de figuras sin filiación política particular, que por un lado aglomera a la llamada “tecnocracia” del gobierno, pero también a funcionarios con experiencias administrativas menores, que han entrado en parte como cuotas de otros funcionarios, como en el caso de Angie Rodríguez, que antes de ser directora del DAPRE era asesora de Guillermo Alfonso Jaramillo en el Ministerio de Salud.
Benedetti ha sabido leer esto, y por ello ha concentrado a su alrededor un bloque interno robusto, compuesto por funcionarios que han demostrado entera lealtad al gobierno sin cuestionamientos, como es el caso de Antonio Sanguino, ministro del Trabajo; Guillermo Alfonso Jaramillo, ministro de Salud; y la misma Angie Rodríguez. Aunque existen dinámicas de lealtad fuertes entre los ministros y el presidente Petro, no son lazos tan fuertes como el que tiene el bloque que Benedetti ha construido.
Esto es importante porque, como en el caso Buitrago, las lógicas de lealtad sirven para que no existan suspicacias ni cuestionamientos sobre la incidencia burocrática que Benedetti está usando para asegurar votos de congresistas y apoyos políticos para los proyectos del gobierno. Pero también es importante el mantenimiento de estas lógicas de lealtad para que la intermediación de Benedetti no sufra de interferencias ni resistencias al interior del gobierno, como las que sucedieron el 4 de febrero pasado.
Ante la falencia del gobierno por consolidar una base política estable, con un discurso moral cuestionado por los casos de corrupción de sus funcionarios y con el progresismo tensionado por la precampaña electoral hacia 2026 entre sus candidatos, Petro ha optado por Benedetti como parte de su momento corporativo en el poder, donde el gobierno ha privilegiado estructuras cerradas de lealtades, redes clientelares y jerarquías internas sobre mediaciones institucionales.
Tanto es así que, en la foto de la radicación de la nueva Consulta Popular del gobierno en la tarde del 19 de mayo, quienes salieron en la foto fueron precisamente Benedetti, Jaramillo y Sanguino, en donde Petro ha confiado la movilización social y popular, la resolución de las tensiones con el Congreso y el futuro electoral de su proyecto político, por encima de otras lealtades que han sido descartadas por su oposición a sus medidas (Susana Muhamad), el desgaste político (Carolina Corcho), su incapacidad de unirse a otros bloques políticos (Gustavo Bolívar) o su interpretación distinta del proyecto del gobierno, capaz de mostrar cierta independencia en algunos momentos (María José Pizarro).
