Cuando ser abogado de Pablo Escobar era la profesión más peligrosa del mundo
- Redacción Pares
- hace 8 horas
- 3 Min. de lectura
Por: Redacción Pares

En un solo año, 1993, fueron asesinados cinco abogados de Pablo Escobar. El plan para matarlos no surgió propiamente del capo del Cartel de Medellín, sino del grupo paramilitar los Pepes o Perseguidos por Pablo Escobar. Este conjunto de pistoleros estaba compuesto por los más sanguinarios miembros de dicho cartel, que decidieron torcérsele al “Patrón” por los continuos abusos a los que los sometía. Escobar empezó a cavar su tumba cuando, desfinanciado, después de la muerte de su primo, Gustavo Gaviria, decidió cobrarles “cuotas de guerra” a sus lugartenientes. No conforme con eso, empezó a secuestrarlos a ellos y a sus familiares. Los hermanos Carlos y Fidel Castaño fueron los primeros en organizarse contra él. La guerra era indiscriminada. Detenían, torturaban y descuartizaban a miembros y familiares de los sicarios de confianza de Escobar. Su familia tampoco estaba exenta de sufrir atentados.
La única fuente que le permitía a Escobar negociar eran sus abogados. A los Pepes les costó trabajo entender la importancia que tenían para el capo sus penalistas a la hora de negociar con el gobierno de César Gaviria. En su momento de apogeo, cuando, a mediados de 1990, renunció a los carros bomba en las ciudades —en donde los activaba de manera indiscriminada— y decidió secuestrar a los hijos de las familias más influyentes del país. Por eso, en un lapso de tres meses secuestró a Francisco Santos, hijo de Hernando, poderoso hombre de negocios y dueño de El Tiempo, el periódico más vendido del país. Secuestró a la periodista Diana Turbay, directora del noticiero Criptón e hija del expresidente Julio César Turbay Ayala. Además, secuestró a Maruja Pachón, esposa de Alberto Villamizar, consejero presidencial y cuñado de Luis Carlos Galán; a Marina Montoya, hermana de un ministro de Virgilio Barco al que Escobar ya le había echado encima los perros de la muerte. Tenía un póker de ases, el capo, para llegar a un acuerdo con el gobierno Gaviria.
El mediador era el abogado Guido Parra, quien tenía contacto directo con el expresidente Turbay y el propio Hernando Santos. Fue una negociación tirante, en donde nadie cedía un palmo. Parra quería hacer realidad su sueño de lograr un sometimiento a la justicia, sin conceder demasiado al Estado colombiano. Al no sacar con la rapidez necesaria los objetivos interpuestos por Escobar, Parra empezó a ser presionado. Tal y como lo cuenta Gabriel García Márquez en su reportaje Noticia de un secuestro, Parra le dijo a Hernando Santos que quería desaparecer porque su peligroso jefe, paranoico, afirmó sin pruebas que le estaba cobrando cuotas a los padres de los secuestrados. Huyó durante años hasta que volvimos a saber de él, en octubre de 1993. Al parecer nunca dejó de trabajarle a Escobar. Después de que este se fugara de la Catedral y fuera perseguido sin cuartel por los Pepes y el Bloque de Búsqueda, siguió siendo el enlace de Escobar con la superficie. Igual, Guido Parra tenía los días contados. Se escondía junto con su hijo Guido Andrés Parra Sierra, en una casa del barrio Aranjuez de Medellín. Allí fueron sacados por los Pepes, llevados hasta el parqueadero de un club llamado La Diez, metidos en el baúl de un taxi y asesinados cada uno con dos disparos en la cabeza. Les dejaron un letrero encima “Con esto te hacemos pagar Pablo, por los carros bomba en Bogotá”.
No fue el único abogado cercano a Escobar que los Pepes mataron ese año. A Salomón Lozano le pegaron 26 tiros, también ajusticiaron a los abogados Raúl Zapata, Juan David Castro y a Victoria María Muñoz. Los Pepes querían dejar algo claro: no permitirían que el capo tuviera o buscara una salida legal para él o su familia. Escobar, después de escaparse de La Catedral, intentó infructuosamente conseguir asilo para su esposa y sus dos hijos, incluso para lograr una nueva salida negociada, pero no lo consiguió.
Entre 1991 y diciembre de 1993 cuando cayó abaleado en un tejado de un barrio en Medellín, ser abogado de Pablo Escobar, qué duda habría, era el trabajo más peligroso del mundo.