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Una política exterior sin brújula

Por: Laura Cano, periodista Pares.


Van 561 días del gobierno de Duque en Colombia y varias radiografías del contexto del país demuestran que, en varios aspectos, su gestión ha ido en retroceso o de forma inoperante, unos de estos aspectos es la política exterior. Así lo evidencia A un año del fracaso del 23F, el más reciente informe del senador Antonio Sanguino, en el que se evalúa y analiza lo que ha pasado en este tiempo con las alianzas y relaciones internacionales. La principal conclusión: hay un retorno al pasado.


La ‘venezolanización’ del discurso


La situación política y social de Venezuela ha sido útil para que el gobierno nacional creerá un eje en los últimos 18 meses para mostrar una figura y un discurso que va encaminado a poner sobre la mesa este tema de forma centralizada, pero a negarse a posibles escenarios de conversación que den soluciones a la crisis que vive este país. Esto mediado por un quiebre en las relaciones diplomáticas con el gobierno venezolano, por el apoyo y reconocimiento que se le ha dado al autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, y por el retiro de Colombia de organizaciones que dinamizaban sus relaciones con otros países.


Además, el discurso frente al contexto venezolano estuvo fortalecido por la participación de Colombia en el Grupo Lima y de un efímero liderazgo en esa organización, que inició teniendo el planteamiento de provocar acciones para solucionar la crisis en Venezuela, pero que se ha ido agotando y que además ha tenido que mutar en la base de los argumentos de su accionar. “El 4 de febrero (2019) el Grupo de Lima, no solo advirtió sobre el diálogo como mecanismo dilatorio, sino también hizo el primero de varios llamados a la sublevación de las Fuerzas Armadas venezolanas”.


Esto también ha significado una alineación con Estados Unidos, que además de homogenizar el discurso de la situación venezolana, también ha provocado una subordinación de Colombia ante Estados Unidos dando permisividad y aprobación al retorno del glifosato, además de “la instrumentalización de la presencia del ELN y una disidencia de las FARC en Venezuela, ambas útiles para re-‘securitizar’ y re-‘narcotizar’ la relación bilateral”.


La destrucción del Acuerdo de Paz


Otra situación que ha sido trasversal para la construcción o destrucción de las relaciones internacionales ha sido provocar un quiebre con las organizaciones y países garantes de lo acordado en la Habana, para desviar la discusión de cómo va la implementación a cuál fue el contenido de lo que ya está firmado.


Esto ha llevado a que, por un lado, las organizaciones reduzcan su presencia e injerencia en el país, esto motivado también por una serie de barreras que ha promovido el Gobierno con un supuesto Marco de Asistencia que, entre otras cosas, busca controlar las acciones de los actores internacionales lo que pone en riesgo la veeduría de la situación del país para garantizar que quienes hicieron parte del conflicto armado estén siendo reparados y además que se estén haciendo los respectivos procesos judiciales para ir encaminados hacia la no repetición.


Toda esta situación también demuestra que no hay un debate público para el accionar del Gobierno en cuanto a las relaciones internacionales, por lo que se hace necesario recalcar que hay un instrumento constitucional que permite expandir las discusiones frente a este, se trata de Comisión Asesora de Relaciones Exteriores (CARE), establecida en la Constitución y regulada por la Ley 68 de 1993, pero que en el gobierno de Duque no ha operado, por lo que urge que se retome y que haya una discusión desde los sectores de la sociedad civil para que las políticas internacionales velen por los intereses de todos los que habitan Colombia.

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