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Lo que nos dice el choque entre Francia Márquez y Gustavo Petro sobre los claroscuros y las brechas dentro del progresismo

  • Diego Alejandro Pedraza y Oscar A. Chala, investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
  • hace 1 día
  • 7 Min. de lectura

Por: Diego A. Pedraza y Oscar A. Chala, investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad


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El distanciamiento y ruptura entre el presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez llegó a su punto más álgido y, posiblemente, al punto de no retorno. Las declaraciones hechas por Francia Márquez en su discurso del 25 de julio en la ciudad de Cali, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres y Niñas Afrodescendientes, fueron el último episodio de una relación que ha sido objeto de revisiones y seguimientos desde el inicio del gobierno.


Frases como “El día que ganamos la segunda vuelta fue un día que se nos permitió la presencia, pero no se nos reconoció”, “Pero pronto pasé de ser el fenómeno político, la heroína, a ser la ‘traidora’. Porque en este país, cuando una mujer negra asciende, la sospecha la persigue. El sistema no se pregunta por sus capacidades, sino por si está en el lugar que se merece. Si se sale del margen asignado, entonces es 'arrogante', 'desleal', 'torpe', 'incapaz' y 'peligrosa’”, “Me acusaron de no ejecutar, cuando jamás me entregaron el instrumento para hacerlo. Se promovió la idea de que como soy negra, seguro robo”, “Hoy, la carga es simbólica: somos útiles para ganar elecciones, pero no para gobernar”, marcaron el discurso de la vicepresidenta, quien se refirió a las dinámicas del gobierno, un gobierno en el cual ha perdido funciones con el paso del tiempo, y que en medio de su fragmentación plantea interrogantes sobre la instrumentalización política en el contexto nacional.


— El debilitamiento del liderazgo de Francia Márquez


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No se puede determinar en qué momento Francia Márquez pasó de ser la “escudera” del presidente que ganaba en 2022 a ser un elemento más dentro de un gobierno que no logró consolidar una unidad política. Aunque en los primeros meses su papel fue visible por declaraciones realizadas en entrevistas a medios, sus participaciones en espacios de decisión del gobierno no tuvieron un papel central.


Se le identificó como una figura que llegó al cargo por mandato popular, pero no fue posicionada ni tratada institucionalmente con las funciones propias de la vicepresidencia. En ese contexto, mientras Márquez enfrentaba procesos administrativos propios del ejercicio del poder en Colombia, Laura Sarabia aparecía junto al presidente, con presencia en medios y atención por parte de la opinión pública y sectores del espectro político que interpretaron su papel dentro del gobierno desde otras perspectivas.


Sarabia no fue la única; con ella, otros funcionarios adquirieron protagonismo, algunos salieron del gobierno, nuevas figuras llegaron, y otros que participaron en la campaña, hoy lideran iniciativas y se posicionan en la contienda por la continuidad del proyecto político del presidente Petro. Mientras tanto, dentro del gobierno continuaba —y hasta el momento continúa— Francia Márquez, promoviendo las propuestas de su propia agenda, sin asumir funciones operativas ni de coordinación, en calidad de vicepresidenta y como ministra encargada de un ministerio cuya gestión ha sido objeto de críticas.


Sus apariciones comenzaron a disminuir, sus participaciones en movilizaciones se distanciaron del presidente y su equipo, y su visibilidad se redujo en medio de declaraciones cuestionadas, señalamientos públicos y desacuerdos con sectores vinculados al progresismo.


—El consejo de ministros del 5 de febrero


Fuente: Presidencia de la República
Fuente: Presidencia de la República

Quizás, la primera manifestación clara del distanciamiento entre Francia Márquez y el presidente se presentó durante el consejo de ministros televisado del 5 de febrero de este año, cuando ella se refirió públicamente al nombramiento de Armando Benedetti como jefe de gabinete. Su rechazo a la designación del exembajador fue notorio, dado que provenía de la vicepresidenta y entonces ministra de Igualdad.


Francia Márquez expresó su desacuerdo con el nombramiento y se dirigió directamente al presidente, señalando que no era su adversaria y que consideraba injusto el tratamiento que había recibido por parte de algunos funcionarios.


Sus declaraciones no generaron cambios visibles en la dinámica del gabinete; días después, se aceptó su renuncia como ministra, mientras Benedetti continuó ejerciendo funciones de alto nivel dentro del gobierno.


Después de este suceso, Francia Márquez se mantuvo alejada de la escena pública durante varios meses, hasta la instalación de una nueva legislatura en el Congreso, a la que asistió de manera independiente, sin integrarse a la comitiva del gobierno ni al presidente. Su presencia se dio de forma separada, sin atender los elementos protocolares que suelen acompañar estos actos y en un contexto en el que la distancia con el gobierno ya era visible.


Cinco días después de la instalación del Congreso, participó en un evento público en el que se refirió nuevamente al rechazo, la minimización y el aislamiento que, según sus declaraciones, ha experimentado dentro del gobierno del cual forma parte.


En su intervención, afirmó que ha sido objeto de discriminación por su identidad étnico-racial, que fue utilizada políticamente para llegar al poder y que ha sido señalada por presuntos actos de corrupción y por deslealtad al proyecto político.


—Las razones del aislamiento


Todavía no son claras las razones del aislamiento que ha experimentado la vicepresidenta. Ella sostiene que se debe a su color de piel, mientras que algunos sectores del progresismo argumentan que se relaciona con su gestión. Entre estos sectores se encuentra Andrea Petro, hija del presidente, quien ha manifestado que los señalamientos hacia Francia Márquez no obedecen a su identidad étnico-racial, sino a su desempeño institucional.


Independientemente de la validez de estas afirmaciones, hay dos aspectos que se han hecho visibles: primero, que la vicepresidenta ha tenido bajo su responsabilidad dos cargos de relevancia dentro del gobierno y, en ambos, no se han concretado los proyectos ni las promesas de campaña. Aunque ella atribuye esta situación a la falta de respaldo institucional y a las limitaciones en la estructura del ministerio que encabezó, también se ha señalado que no conformó un equipo técnico que facilitara la gestión requerida en dicho proceso.


De manera similar, en la vicepresidencia su papel ha tenido una participación limitada en la ejecución de los proyectos contemplados en el Plan Nacional de Desarrollo de 2022. Una posible razón podría ser la misma que afectó su desempeño en el ministerio: una baja presencia de personal técnico y la inclusión de colaboradores por compromisos políticos, lo cual redujo su capacidad operativa dentro de una estructura donde inicialmente se esperaba un rol protagónico.


Por otra parte, también es evidente que la limitación de su rol no se debe únicamente a sus decisiones. Su función secundaria ha estado influida por dinámicas internas del gobierno, en particular por el entorno cercano al presidente, que ha percibido a Francia Márquez como una figura con posiciones propias, con autonomía en sus planteamientos y con disposición al debate.


Aunque las razones no han sido confirmadas, lo que sí se ha evidenciado es que el círculo cercano al presidente, durante estos tres años, ha estado conformado por figuras con trayectoria en prácticas políticas tradicionales, que interpretaron el proyecto como una vía para mantener su presencia en el escenario político que emergió en 2021.


Es posible que la autonomía de Francia Márquez haya influido en su posición dentro del gobierno. También es posible que su papel fuera percibido por sectores como el representado por Benedetti y Sarabia como una herramienta electoral, o que su aislamiento se explique por las dificultades en materia de gestión. Estas hipótesis invitan a reflexionar sobre la idoneidad de los funcionarios para los cargos que ocupan, sobre el papel de la vicepresidencia, y sobre el uso político tanto de los liderazgos como del electorado.


—Lo que nos dice el choque entre Francia Márquez y Gustavo Petro como quiebre al interior del progresismo


Fuente: La Silla Vacía
Fuente: La Silla Vacía

Las declaraciones recientes de la vicepresidenta Francia Márquez no deben leerse únicamente como una crítica interna al gobierno de Gustavo Petro. Más allá del contenido puntual de sus palabras, lo dicho por Márquez es síntoma de una tensión estructural dentro del progresismo colombiano. Lo esencial en este caso es reconocer que el choque entre la vicepresidente y el presidente refleja un conflicto más profundo, que no se agota en lo personal o anecdótico, sino que expresa la dificultad del progresismo para consolidarse como fuerza de gobierno sin desdibujar sus principios.


Esa fragilidad se expresa, al menos, en tres dimensiones que se pueden leer entre líneas en el discurso de la vicepresidenta:


1. En la práctica gubernamental, la lealtad al proyecto político ha sido privilegiada por encima de la capacidad de hacer autocrítica. Esto ha obstaculizado la posibilidad de corregir errores y adaptarse con flexibilidad a los desafíos propios del ejercicio del poder. Sin mecanismos internos de revisión y cuestionamiento, cualquier proyecto de cambio pierde su capacidad de aprendizaje y ajuste. Esto lo hemos señalado desde el informe de redes de poder que realizamos a inicios de este año desde la Línea de Democracia y Gobernabilidad.


2. Lejos de transformar el sentido común dominante, el progresismo ha terminado por adaptarse a él. En su intento por sostener una coalición amplia y diversa, el gobierno ha optado por replicar prácticas tradicionales en lugar de subvertirlas, adoptando discursos y lógicas conservadoras para garantizar gobernabilidad, muchas veces a costa de la coherencia ideológica. En este punto entra la reflexión sobre el racismo estructural dentro del gobierno del que hablaba Francia Márquez en su discurso.


3. Como todo proyecto con componentes populistas —en el sentido no peyorativo del término— la relación con las bases ha estado mediada por lo coyuntural. Esto ha llevado a privilegiar respuestas inmediatas y efectistas, aunque no siempre sostenibles, por encima de transformaciones estructurales que requieren tiempo, diseño y gestión compleja. Aunque el gobierno Petro ha logrado construir una agenda de transformaciones desde sus reformas sociales y sus proyectos legislativos, sí es cierto que frente a la ejecución ha habido rezagos que no han sido solventados en el tiempo en la mayoría de los ministerios.


A esto se suman las dificultades para cumplir con el programa de gobierno, marcadas por la enunciada falta de planificación, que ha impedido una ejecución eficiente por parte de múltiples entidades, así como la consecución de proyectos, del mismo modo que ha habido una confusión entre gestión y lealtad, donde no cumplir objetivos fue equiparado con traición al proyecto político del cambio, y una incapacidad de respuesta a una administración pública anquilosada y altamente burocratizada, donde las inercias clientelares y los procedimientos lentos han afectado también los procesos de ejecución.

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