Stranger Things y la infantilización del cine de Hollywood

Debo reconocer que soy un fanático de Stranger Things y cuento los días para sus capítulos finales. Nada en la serie de los hermanos Duffer está mal, al contrario, es el summun de cómo las nuevas tecnologías se han asimilado al cine y han creado efectos visuales extraordinarios. En algunos momentos de los primeros capítulos de la quinta temporada hay narrativa de video juego. El guion está perfectamente elaborado y cumple con las altísimas expectativas que tenían sus fans. Las actuaciones son tan destacadas que incluso alguno de los jóvenes actores seguramente serán megaestrellas. Si todo está bien, ¿Por qué uso un título que a algunos les puede parecer ofensivo? Porque pasó y esta es la historia de cómo pasó.

Antes de 1975 no existía el concepto de Blockbuster. Las películas jamás se estrenaban en salas simultáneas, sino que se iban extendiendo a medida que el voz a voz se propagaba. Para esto, la función de los críticos después de ver los estrenos era fundamental. La gente iba al cine a ver a Paul Newman, Robert Redford y Jane Fonda, pero también iban detrás del sello de un director que garantizara un producto artístico de calidad. A comienzos de la década del setenta, y gracias a la preocupación y criterio de un productor como Robert Evans, se sacaron obras con éxitos rotundos tanto en la taquilla como en crítica. Las dos primeras partes de El Padrino fueron una prueba de ello. Además, salió una camada de directores de las universidades norteamericanas como Martin Scorsese, Coppola, Cimino, Ahsby que constituyeron el núcleo más importante de lo que se llamaría el Nuevo Hollywood. El hecho de que una película tan complicada como Chinatown fuera un éxito de taquilla habla a las claras de la madurez del público norteamericano.

Todo cambiaría con Tiburón de Steven Spielberg. Esta fue la primera película en superar los 150 millones de dólares en un género de aventuras que hasta ese momento era considerado “Clase B”. Es que el terror y la aventura eran géneros menores hace cincuenta años. Ni que hablar de la Ciencia Ficción. Los grandes magnates de Wall Street jamás habían pensado en invertir en Hollywood porque las películas daban ganancias relativamente menores si se comparan con otras industrias. Pero Star Wars lo cambió todo. Ese universo, en el cual quedó atrapado su creador, George Lucas, quien en un principio quería pegar un gran hit para después ayudar a crear una industria que les permitiera a los directores de Hollywood liberarse de sus productores y poder ser de una buena vez por todas libres, terminó para siempre.

La industria empezó a hacer estrenos mundiales, poderosas y megamillonarias campañas de marketing, y los críticos empezaron a ser irrelevantes. E.T, una película en la que se inspira Stranger Things está hecha para que los niños llenen la sala.

La mayoría de los directores del nuevo Hollywood se hundieron. Dos de ellos supieron resistir el paso del tiempo, Spielberg y Scorsese. Ahora es difícil que una película llena de las complejidades del alma humana pueda triunfar en taquilla. Incluso, después de pandemia, ir al cine se convirtió en un placer cada vez más reducido al nicho cinéfilo. Series como Stranger Things acaparan la atención de toda la familia. Pero la gran saga de Eleven no es lo único digno de ver por esta época. Plataformas como Apple les apuestan a series retadoras de grandes creadores de la tv como Vince Gilligam, quien se inventó nada más y nada menos que Breaking Bad y que este fin de año viene duro con Pluribus. Eso sí, solo tiene una quinta parte de la riqueza de espectadores que posee la gran saga de los hermanos Duffer.

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.