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Gustavo Petro: un presidente inmune al golpe blando

Por: Guillermo Linero Montes

Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda


La principal de las estrategias del llamado golpe blando –del cual se habla como una maniobra de la oposición para tumbar a Petro– es crear ambientes de ingobernabilidad. Los golpes blandos son una estrategia de explícita traza maquiavélica, cuya fórmula está fundada no en cómo conseguir el poder y mantenerlo –que es la premisa de El Príncipe– sino en todo lo contrario, en cómo derrocar presidentes y tumbar gobiernos.

Al decir de Gene Sharp, autor De la Dictadura a la Democracia –ensayo escrito en 1993 que alude por primera vez al golpe blando–, se trata de promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, como lo es la denuncia, con o sin fundamentos, de actos de corrupción o abuso del poder. En tal propósito, el golpe blando está ligado a la creación de rumores y falsas noticias en contra del gobernante. Una tarea en la que las informaciones mentirosas son el medio expedito para fabricar perjuicios en sus cercanos colaboradores, debilitándolos moralmente.

De ahí que, a partir del éxito comercial del mentado ensayo de Sharp, se hubieran puesto en boga las llamadas fake news. Dicho texto, que contiene más de 190 estrategias para facilitar la caída de gobernantes y cinco etapas para llevarlas a cabo, plantea como medio de acción primordial la construcción de mentiras.

Así, la primera etapa del golpe blando es la promoción de intrigas y la divulgación de falsos rumores*, como decir, por ejemplo, que la Presidencia de la República ante un robo que le hicieran a la secretaria de la presidencia, Laura Sarabia, secuestró y torturó sicológicamente a su niñera tras haberla sometido a un interrogatorio validado por las buenas costumbres y por los protocolos de ley.

La segunda etapa del golpe blando consiste en desarrollar intensas campañas en “defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno en el poder*. Aunque resulte a todas luces un hecho obtuso, el presidente Petro recibió un llamado de atención de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) –sumada consciente o inconscientemente al golpe blando– en la que se le señala de estar censurando periodistas, cuando en realidad lo evidente ha sido que, en su personalísimo derecho de defensa, el presidente ha desmentido a quienes en calidad de periodistas han actuado por fuera de la ética de su profesión y se han distanciado del buen comportamiento moral.

La tercera etapa del golpe blando se centra en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales, y en la manipulación de la población para que emprenda manifestaciones y protestas amenazando las instituciones*. En el caso del presente nuestro, y del presidente Petro, esta tercera etapa ha sido fallida. Tanto la marcha de los empleados de Rappi, como el plantón de los coroneles retirados, terminaron siendo impertinentes; pues este gobierno, como no lo hicieron los anteriores, ha buscado y prometido mejorarles la situación.

La cuarta etapa del golpe blando consiste en la realización de operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de "ingobernabilidad"*. La prueba reina del cumplimiento de esta cuarta etapa –siempre de la mano de periodistas mezquinos– sin duda son las intenciones de dañar las relaciones del presidente con las instituciones judiciales, como por ejemplo con el Concejo de Estado y las altas cortes. Y ni qué decir de las actuaciones de la Procuraduría, que pretende suspender al senador Wilson Arias.

La quinta y última etapa del golpe blando tiene por objeto forzar la renuncia del gobernante, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones al tiempo que se mantiene la presión en la calle con el fin de ir preparando el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país*.

Pese a ello, ya es imposible el llamado aislamiento internacional, porque al gobierno de Petro lo han respaldado públicamente en sus programas, entre otros estados y organismos internacionales, el FMI –que ha dicho que apoya las diferentes políticas de su gobierno–; el Banco Mundial –que se comprometió a respaldar los procesos para la reformas pensional y laboral–; el gobierno de los Estado Unidos –que apoya plenamente el proceso de Paz Total–; y la Organización para la Cooperación y el desarrollo económico, la OCDE –que ha respaldado las reformas laboral y pensional de su gobierno y ha rotulado a Colombia como el quinto país con mayor crecimiento económico–.

En fin, el golpe blando es una sucia estrategia que los opositores al gobierno de Petro están empleando con el propósito de azuzar a inocentes sin ninguna preparación intelectual y a sus seguidores –igualmente inocentes y sin preparación intelectual– para que sientan odio contra la persona del presidente y contra su gobierno.

No obstante, es muy difícil –si no imposible– levantar a un pueblo contra un presidente que lo ampara y le cumple las promesas. De modo que en Colombia las acciones abanderadas por los medios de comunicación del régimen sin duda serán fallidas. Igual se equivocan quienes sueñan con una intervención militar directa, un golpe fuerte, porque hoy es bastante claro que los militares y los policías, pero especialmente sus familiares cercanos, prefieren una política de paz y no una política de guerra en la que ellos son quienes exponen y pierden la vida.

Con todo, y aunque la estrategia de los golpes blandos ha sido concebida para derrocar dictadores; si miramos los países y los gobernantes a los cuales, fructuosa o infructuosamente, se les ha aplicado, nos daremos cuenta de que eso no es cierto. De hecho, quienes los han puesto en práctica –los Estados Unidos y sus aliados incondicionales– sólo lo han usado para tumbar gobiernos comunistas o socialistas, para tumbar gobiernos de izquierda o progresistas y, por supuesto, para tumbar gobiernos democráticamente constituidos que, a su juicio, afectan sus intereses o ponen en riesgo su “seguridad nacional”.

En Latinoamérica ya son muchos las gobernantes víctimas del golpe blando: Fernando de la Rúa en Argentina, Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Nicolás Maduro en Venezuela, Dilma Russel en Brasil, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia y, entre otros, Pedro Castillo en el Perú.

De igual forma, todos estos golpes dados en calidad de “blandos” –frustrados o no– han sido actuaciones que, puestas en comparación con los procedimientos de los golpes militares tradicionales, son igual de violentas. En el Perú, por ejemplo, en ocasión del golpe blando dado al presidente Pedro Castillo, se reportaron más de cincuenta muertos y cientos de heridos.

Pero, bueno, ¿qué posibilidades hay de que al presidente Petro le den un golpe blando? Yo diría que ninguna, porque, pese a la existencia de pruebas de su fragua, también es cierto que existen elementos para asegurar su fracaso. Sólo basta considerar el respaldo popular al presidente por parte de millones de colombianos y colombianas que votaron para elegirlo y el respaldo de quienes, más allá de ser sus electores, están siendo beneficiados por sus proyectos de gobierno. Por estas claras razones, no es difícil sopesar y concluir que el presidente Petro es inmune a un golpe blando y, por el contrario, las intentonas por dárselo, en efecto bumerang llevarán al llamado régimen al debilitamiento y a su desestructuración.

*Estos apartados están apoyados en el texto Estado Blando en Marcha. De: https://larosaroja.org/golpe-de-estado-blando-en-marcha/

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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