
Al poeta Juan Manuel Roca lo conocí el 11 de noviembre de 1980, en la universidad Externado de Colombia, y desde entonces nos hicimos amigos. Yo venía de Santa Marta, donde había estudiado nociones básicas de piano y de artes plásticas, y me distraía leyendo novelas famosas de grandes autores o libros primarios de filosofía. De tal suerte, al acercarme a mi hermano Fernando y a Juan Manuel Roca -ambos poetas-, empecé a interesarme por la poesía, pues advertí que su expresión era una forma excelsa de la filosofía, una suerte de mecanismo para decir nuestros pensamientos con originalidad. Entonces me incliné al estudio apasionado de ella, no para hacer poemas ni para exaltar sus efectos emocionales, sino atraído por la efectividad de su depurada e infalible manera de razonar. Pero también, por la concreción del objeto del poema, en cuanto pieza plástica; es decir, con forma y conciencia distributiva del espacio. De modo que la curiosidad por reconocer en la poesía la simbiosis de esas dos facturas -la cognitiva y la formal-, me condujo a la lectura de muchos poemarios y a escribir sobre ellos, especialmente para el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, donde colaboré con mis notas críticas durante 28 años, gracias al fotógrafo Pedro Cote Baraibar y al poeta Darío Jaramillo Agudelo.
Hago esta introducción, llena de inmodestias, con el ánimo de afirmar -sin cuestionamientos de terceros- que el poeta Juan Manuel Roca es merecedor del premio Nobel de literatura. Y lo digo, desprendido de la mentada amistad que nos une y fundado en el conocimiento que tengo acerca de la poesía en general; pero, sobre todo, por el conocimiento que tengo de su extensa obra.
Los textos de Roca, alérgicos a lo baladí, a lo frívolo y a lo coloquial, se desenvuelven en un espacio de reflexión, desde donde -siempre con el prisma de la anarquía- critica a la humanidad en tanto grupo social y a cuanto poder se interponga en el camino de las libertades. No en vano, a muchos les resulta su poesía de estricta traza expresionista, justamente por su discurso de crítica política y social; y, a otros, les resulta de corte surrealista, tal vez porque consideran las metáforas, las representaciones y las imágenes, propiedad exclusiva del dadaísmo y del surrealismo.
Las virtudes expresivas de Roca -tal y como ocurre con los poetas de verdad- no lo hacen, ni tampoco a su obra, referente literario del ámbito de nuestra aldea nacional; sino, precisamente -y por ello el título de esta nota-, dan cuenta de su talla universal. Juan Manuel Roca, es un poeta de tiempo completo; su desempeño en el oficio de la poesía lo ha convertido en un sabio en su campo y, de hecho, esto lo ha comprendido bien el mundo entero: pese a no ser la suya una poesía comercial, hay muy pocos poetas en el mundo -entre los advertidos- que no sepan de su existencia y de la calidad de su obra poética.
Juan Manuel Roca, no es un poeta de momentos inspirados y, aunque la musa lo invite a tomar café o lo visite a la buhardilla, él es una suerte de “espantamusas”, dado a creer en el ejercicio de la razón y a descreer de las inspiraciones de la tradición romanticista, igual como descree del azahar objetivo de dadaístas y surrealistas. No obstante, porque la sustancia de la poesía es una sola, los efectos de sus ocurrencias expresivas -sus ideas e historias-, contienen ante todo belleza y estética.
Hoy, sin lugar a dudas, Juan Manuel Roca es -en lengua española- el poeta vivo más relevante. De ahí mi aseveración y apuesta -en una suerte de riesgo crítico-, a decir que será nuestro próximo premio Nobel de literatura; y, de no ser así, entonces la academia sueca se habrá equivocado nuevamente, como ya lo ha hecho con grandes escritores de la talla de Juan Rulfo y de Jorge Luis Borges, a quienes la academia -sabiendo de sus calidades y merecimientos- les negó el premio por caprichos, vaya a saber uno de qué naturaleza.
UNA CARTA RUMBO A GALES
Me pregunta usted dulce señora
Qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
Para usted desconocido,
Estas calles donde pasear es hacer un
Largo viaje por la llaga,
Donde ir a limpiar luz
Es llenarse los ojos de vendas y murmullos.
Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
La luz de un frenocomio
Que llega serena a entibiar
Las más profundas heridas
Nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted , dulce señora,
Es este país una confusión de calles y heridas.
La entero a usted:
Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
Hasta Java y Burdeos,
Hasta el Nepal y su pueblito de Gales,
Donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas.
Las mujeres de este país son capaces
De coserle un botón al viento,
De vestirlo de organista.
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
No sospecha usted lo que es un país
Como un viejo animal conservado
En los más variados alcoholes,
No sospecha usted lo que es vivir
Entre lunas de ayer, muertos y despojos.
Poema de Juan Manuel Roca