
En Colombia no le ha sido fácil gobernar a Gustavo Petro. Cualquier decisión que tome viene acompañada de un alud de cuestionamientos. A mediados de enero rechazó con contundencia el arribo al país de más de un centenar de inmigrantes expulsados de Estados Unidos que venían en condiciones indignas, amarrados y tratados como delincuentes, a pesar de que 26 de ellos eran niños. A nivel latinoamericano la actitud que ha tenido Petro fue un ejemplo, junto con la de Claudia Sheinbaum, de dignidad. Han sido uno de los pocos mandatarios que le han puesto un freno a Donald Trump. Otros, como Javier Milei y Nayib Bukele, ha demostrado su lado más ladino.
Se reunió con el secretario de estado, Marco Rubio, y le abrió las puertas de sus cárceles. Si tienen problemas para poner entre las rejas a los migrantes latinoamericanos con mucho gusto prestará sus megacárceles a los Estados Unidos. Según el Secretario de Estado se logró “ un acuerdo sin precedentes, el más extraordinario del mundo”. No importa la nacionalidad de los inmigrantes, se recibirán en estas cárceles, incluso si son peligrosos criminales norteamericanos.