
Las molestias entre el magnate Elon Musk y funcionarios del gobierno de Trump venían desde hacía semanas. La función que cumplía el sudafricano era el de ejecutar recortes de presupuesto en aras de ir acabando los gastos innecesarios que daba la burocracia. Su símbolo, por más violento que suene, era una motosierra. Incluso el presidente de Argentina, Javier Milei, le regaló un aparato de estos en febrero. Pero su excesivo protagonismo le ha venido causando problemas. Las acciones de Tesla se han desplomado. Las cifras son contundentes, en los primeros tres meses del año las acciones de esta empresa han caído en un 74%. En una conferencia telefónica lo anunció de esta manera Musk “Probablemente en el próximo mes, mi asignación de tiempo a la DOGE (la oficina creada por Trump para recortar el gasto federal) disminuirá significativamente”.
Su particular personalidad, sus dichos desafiantes, han molestado a la gente no sólo en Estados Unidos sino también en otros países donde ya no soportan lo directo que es. La sobreexposición del magnate en actos públicos relacionados con el gobierno han oradado la imágen de Musk y de su compañía. Esto incluso lo reconoce el propio dueño de Tesla en la referida conferencia telefónica: “Como sabemos, ha habido repercusiones por el tiempo que paso en el Gobierno (…). Creo que el trabajo que estamos haciendo allí es realmente muy importante para controlar el déficit demencial que está llevando a nuestro país, Estados Unidos, a la destrucción”.