
En Yurumanguí, la política del territorio no solo se decide en las asambleas ni en las oficinas estatales: también se teje en los cuerpos, en los cuidados y en la memoria de quienes sostienen la vida cotidiana. Esa verdad ineludible volvió a ponerse en el centro desde “La Matamba”, el primer Encuentro Colectivo de Mujeres del Consejo Comunitario del Río Yurumanguí.
Del 10 al 13 de julio, en la vereda San Antonio, más de 300 mujeres y 90 niños y niñas se reunieron para entrelazar su sentir y su caminar como fibras vivas de una gran trenza hecha de matamba, la palma que por generaciones ha servido para tejer lo cotidiano y que hoy se levanta como emblema de unión y resistencia colectiva. Mujeres del territorio y comunidades vecinas protagonizaron un acto de reafirmación política y cultural con una decisión clara: permanecer en el territorio y defenderlo desde el cuidado, para entretejer memoria y resistencia.
Este encuentro permitió reflexionar frente al fortalecimiento del ejercicio del Gobierno Propio desde el impulso de los liderazgos femeninos, como parte de la complementariedad que se requiere en los territorios para caminar con justica de género.

La palabra circuló entre lideresas, autoridades, mayoras y jóvenes, recordando que la historia de Yurumanguí ha estado siempre atravesada por la fuerza y el liderazgo femenino. Con ese legado, las participantes se declararon organizadas para permanecer en el territorio y defenderlo desde el cuidado. Porque en un contexto de múltiples amenazas, cuidar es resistencia política.
Y la realidad es que, a pesar del rol tan importante de las mujeres, muchas viven constantemente violencias basadas en género en silencio, su fuerza les permite sostener a otras y otros, pero a ellas, ¿quién las sostiene?, la matamba es ese espacio seguro que busca articular con otras organizaciones, procesos colectivos, institucionalidad y organismos que coadyuven a erradicar estas situaciones de violencia muchas veces invisibilizadas.
El cuidado entonces apareció como un eje transversal en todas las conversaciones. Las mujeres señalaron que esta práctica es el corazón que mantiene unida a la comunidad. Es la herencia de mayores y mayoras que enseñaron a respetar la vida. “Nuestros cuerpos son territorio”, recordaron, y esa convicción se convirtió en una invitación a trabajar juntas para prevenir las violencias basadas en género y construir un entorno seguro para niñas, niños y jóvenes.
La voz de las nuevas generaciones tuvo un lugar central en el encuentro. Con autonomía y claridad, niños, niñas y jóvenes expresaron sus expectativas: quieren crecer en un territorio que los cuide, con familias fuertes y redes comunitarias que garanticen su tranquilidad. Sus palabras fueron acogidas como un mandato intergeneracional: sin ellos, no hay futuro; sin el cuidado colectivo, no hay posibilidad de permanecer.

El pronunciamiento público de “La Matamba” incluyó exigencias directas al Estado. Las mujeres reclamaron la creación y habilitación de rutas institucionales con enfoque étnico y territorial, que reconozcan la especificidad de sus comunidades y garanticen atención adecuada a sus necesidades. Pidieron además el reconocimiento de Yurumanguí como un territorio que ha desarrollado prácticas autónomas de autoprotección y de erradicación de cultivos ilícitos, y exigieron que se priorice en la implementación del capítulo étnico de los acuerdos de paz. No se trata de favores, subrayaron, sino de derechos que les corresponden por historia, por lucha y por dignidad.
En el encuentro también resonó la memoria viva de quienes ya no están. Las mujeres reafirmaron su compromiso con la búsqueda de Abencio Caicedo y Edinson Valencia García, autoridades comunitarias que le fueron arrebatas al territorio y hoy se encuentran desaparecidos. La consigna #Enyurumanguínosfaltandos recorrió las jornadas como un grito de justicia y un acto de amor. No descansar -dijeron- hasta encontrarlos y traerlos de regreso al río que defendieron, es parte de su misión como buscadoras y como comunidad.
El nacimiento de “La Matamba” se convirtió, así, en una muestra clara de que las mujeres de Yurumanguí no solo sostienen la vida en lo cotidiano: sostienen también la política, la memoria y el futuro del territorio. Son ellas quienes marcan el paso de un proceso que respeta y se articula a la autoridad territorial, pero que no pide permiso para existir, que se enreda y florece como la planta africana que da nombre al colectivo, símbolo de abundancia, resistencia y fertilidad.
La creación de “La Matamba” es un recordatorio poderoso: la paz no se decreta desde arriba ni llega como dádiva externa. Se teje río adentro, con la fuerza de las mujeres que cuidan, resisten y buscan sin cansancio. En Yurumanguí, la organización femenina es raíz y es fruto, es memoria y es esperanza. Allí, donde el río nunca deja de correr, las mujeres siguen demostrando que tampoco ellas dejarán de luchar.
Desde la Fundación Paz y Reconciliación, y la oficina Regional Pacifico, exaltamos la gran labor que ejercen las lideresas en los territorios del Pacifico, y seguiremos acompañando, visibilizando sus justas luchas.
Nota: Un agradecimiento especial a la comunidad de Yurumanguí, que me han adoptado como su hija, y siguen siendo inspiración para muchas. Gracias por su fuerza, su valentía y su resistencia. Con amor, siempre.
Pronunciamiento Público “LA MATAMBA”

