
Cada vez que sucede algo en Colombia en las últimas semanas Vicky Dávila pone los ojos en blanco e invoca a Trump. Es muy posible que el presidente norteamericano no tenga idea de quien es la periodista convertida en candidata presidencial. Es bastante probable que, en un mapamundi, el magnate, como buen gringo promedio, no sepa ubicar a Colombia. Cuando habla de Petro nunca pronuncia su nombre -no se lo debe saber de memoria- y si lo señala como uno de los jefes del narcotráfico en Sudamérica simplemente está siguiendo el consejo de su secretario de estado, Marco Rubio.
Son días felices para Álvaro Uribe Vélez. No sólo el Tribunal Superior de Bogotá lo declaró inocente de los delitos por los que había sido condenado, Soborno y Fraude Procesal, sino que tiene un devoto de su fe en la Casa Blanca.
La relación entre Marco Rubio y Álvaro Uribe data de hace veinte años. Mientras Uribe era presidente, Rubio siempre demostró e hizo público el respaldo de sus políticas por más duras que fueran, estaban en sintonía con lo que Rubio, hijo de cubanos crecido en Miami, conocía como el más estricto anticomunismo. En la primera década de este siglo, tanto Brasil, con Lula, como Venezuela, con Hugo Chávez, y Ecuador, con Rafael Correa, abrazaron el socialismo; algunos de manera radical como lo que sucedió con la llamada Revolución Bolivariana. Uribe, para los Estados Unidos, era reconocido, según ellos, como bastión de la democracia en el continente. Su decisión, a la hora de combatir las guerrillas, le granjeó el entusiasmo de jóvenes políticos gringos como Rubio.
Cuando la jueza Sandra Heredia leyó el pasado julio la sentencia con la que condenaba a Uribe a 12 años de prisión por los delitos de fraude procesal y soborno, Rubio fue el primero en aletear. Su defensa a ultranza a Uribe le costó una amonestación por parte de una docena de senadores demócratas. La amistad entre Rubio y Uribe es de décadas atrás. En noviembre del 2014 Rubio sonaba y con fuerza para ser precandidato de los republicanos a la presidencia del 2016. Por esa fecha visitó al todo poderoso jefe de filas del Centro Democrático. En ese momento se llevaban a cabo en Colombia los diálogos de paz entre el gobierno Santos y las FARC. Rubio era miembro del Comité de Inteligencia del Senado norteamericano. En la reunión encontraron afinidades en cuanto su resistencia al gobierno venezolano y a los diálogos de paz. Uribe, en el 2015, realizó una gira por los Estados Unidos en donde expresó la preocupación por la inminencia de la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno Santos y las FARC. Según reportó el diario El Colombiano en su momento: “Aunque los integrantes del CD (el partido de Uribe), “por respeto”, no revelaron los nombres de los congresistas con los que se entrevistaron, en redes se supo que estuvieron con el senador republicano Marco Rubio, los representantes republicanos, Ileana Ros-Lehtinen, Mario Diaz-Balart, y el demócrata Henry Cuéllar”.
La relación entre ambos fluyó. En abril del 2025, en medio del escándalo que generó el juicio a Álvaro Uribe, se reunieron en Washington y tocaron el tema del juicio por manipulación de testigos. Rubio le recalcó al expresidente la ayuda irrevocable que le brindaría el gobierno Trump. La influencia es tanta que fue vital la intervención de Uribe para que en abril no se castigara a Colombia con el tema de los aranceles y también ha sido muy importante para que se bajara el tono de las sanciones que anunció la semana pasada contra Colombia después de declarar que Petro era líder de un cartel mafioso.
Lo que no baja es la persecución del gobierno Trump contra Petro y su familia. Iván Cepeda anunció que no bajará los brazos en su lucha por la verdad en el caso Uribe e interpondrá un recurso de casación pero, con el fallo del Tribunal Superior de Bogotá y con Marco Rubio comiendo de su mano, Uribe tiene vía libre para encabezar una lista al senado y también para volver a recomendar alguno de sus alfiles para ser presidente de la república como sucedió en el 2018 con Iván Duque.