Los sueños de la juventud, truncados por la violencia en Buenaventura. Perdemos otra joven promesa del fútbol

Los sueños de la juventud, truncados por la violencia en Buenaventura. Perdemos otra joven promesa del fútbol

Los sueños de la juventud, truncados por la violencia en Buenaventura. Perdemos otra joven promesa del fútbol

Los sueños de la juventud, truncados por la violencia en Buenaventura. Perdemos otra joven promesa del fútbol

Los sueños de la juventud, truncados por la violencia en Buenaventura. Perdemos otra joven promesa del fútbol

El sueño truncado de Alan Josué

En Buenaventura han nacido grandes futbolistas. Alan Josué Valencia pudo haber sido uno de ellos. Desde las canchas de Bahía Málaga mostraba un talento que descrestaba a sus vecinos, pero también una disciplina que lo llevó a convertir el fútbol en un motor. Alan ingresó a la Universidad del Pacífico. A sus diecisiete años había terminado el bachillerato y ya cursaba segundo semestre de Ingeniería de Sistemas.  En el campus universitario era motivo de orgullo: uno de los jugadores más destacado de la selección universitaria y figura en los juegos regionales ASCUN. Incluso algunos clubes profesionales ya preguntaban por él. Su futuro prometía una vida distinta, pero fue interrumpido por la violencia que azota a la juventud en el territorio de Buenaventura.De acuerdo con los testimonios de su familia, a Alan le encantaba vivir en su comunidad natal, Bahía Málaga, un 

consejo comunitario ubicado a poco más de una hora en lancha. Para llegar hasta allí es necesario el viaje marítimo, pero el esfuerzo vale la pena: es un lugar mágico donde niños, niñas y jóvenes sueñan con crecer y algún día retribuir todo lo que la comunidad les ha dado.

Alan salió de Bahía Málaga para poder estudiar en la zona urbana de Buenaventura, en la Universidad del Pacífico. Pese a las grandes dificultades que ha atravesado, esta institución sigue siendo la única universidad propia de la región que mantiene vivo el sueño de la formación profesional para las juventudes. Cada periodo de vacaciones era para Alan la oportunidad de regresar a su territorio, visitar a sus familiares, reencontrarse con sus amigos en la cancha de fútbol y recargar el espíritu que lo mantenía en pie.

Una violencia que no da tregua

El asesinato de Alan no es un hecho aislado. La violencia contra los jóvenes en Buenaventura se ha intensificado en los últimos años y tiende a normalizarse en medio del dolor, el silencio y la impunidad. Los casos se multiplican. En marzo fue asesinado Vladimir Bravo Núñez mientras pretendía comer en un local ubicado en la esquina de un barrio. Hace apenas un mes, otro joven de 23 años fue baleado en el barrio El Retén. La repetición de estos hechos configura un panorama de miedo e impunidad.

En Buenaventura solo durante el 2025 se ha reportado oficialmente 113 homicidios en la ciudad. Muchos de ellos, jóvenes víctimas de una triste realidad. Una generación de Jóvenes que nació en medio de la guerra y que sigue condenada a un futuro que a veces parece desesperanzador.

Esta violencia tiene raíces profundas. Hace 20 años, cuando el Bloque Calima de las AUC dominaba la ciudad, el fútbol fue escenario de horror. En el año 2005 doce jóvenes fueron asesinados tras salir de un partido en el barrio Punta del Este.  Jóvenes llenos de ilusión que a través del engaño fueron convocados a jugar para luego ser vilmente torturados y asesinados. Estas siguen siendo heridas abiertas. Cada año la ciudad conmemora a los doce de punta del este, y sus madres, familiares y amigos aún esperan verdad y justicia. Las canchas, que deberían ser espacios para que la juventud se fortalezca, aprenda y sueñe con un futuro distinto, no pueden seguir convirtiéndose en escenarios de homenajes póstumos, como tristemente ha ocurrido en los últimos tiempos.

Frente a la crudeza de los hechos, las organizaciones sociales, líderes comunitarios y la ciudadanía de Buenaventura insiste en mantener la esperanza. Aunque el proceso de diálogos entre las estructuras criminales atraviesa dificultades, la memoria colectiva aún guarda los 80 días sin homicidios que vivió la ciudad al inicio del gobierno de Gustavo Petro y los meses de tregua que significaron al menos una disminución sustancial en víctimas de homicidio. Aquella tregua demostró que la paz urbana, aunque difícil sí es posible. El desafío ahora es sostener esa posibilidad. El clamor de las familias y de los jóvenes que sueñan con estudiar, jugar y vivir en paz sigue vigente. Buenaventura no se resigna a tener que perder a sus hijos en medio del silencio y la impunidad.

 

Frente a este crimen resulta indispensable que las autoridades competentes den respuestas claras y adelanten una investigación rigurosa que esclarezca lo ocurrido y brinde justicia a la familia. La vida de la juventud no puede seguir siendo sacrificada ni quedar en la impunidad.

 

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Linda Posso Gómez

Coordinadora Oficina Regional Pacifico. Sociologa de la Universidad del Pacifico, Magister en relaciones Internacionales con mención en Seguridad y Derechos Humanos de FLACSO-Ecuador.  Experiencia investigativa en acciones colectivas, conflictividades, conflicto armado, seguridad, y violencia, posconflicto, desarrollo.

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