
Nunca antes un ex ministro había sacado tal arsenal de improperios contra un presidente en ejercicio como lo hizo Alvaro Leyva en la carta que hizo pública la semana pasada. En ella señalaba que el presidente estaba secuestrado por tres de sus funcionarios, su canciller Laura Sarabia, su ministro del interior Armando Benedetti y Ricardo Roa. Además directamente acusó al presidente de ser un drogadicto. Una escena que protagonizaría durante su visita a París habría sido el detonante que le mostró al ex canciller el supuesto problema de drogadicción que tiene Gustavo Petro.
No debió ser fácil aceptar que uno de sus aliados más firmes, con quien mejor se llevaba y que incluso llegó a hacerlo pensar en la reelección como fue Leyva, ya no está con él. Igual, así los medios tradicionales digan lo contrario, la carta viola los más elementales códigos que debe haber entre funcionarios a la hora de develar la vida privada de un superior.