La nueva victoria de las abuelas de Plaza de Mayo

Durante el Mundial de fútbol de 1978, los periodistas que llegaron a Argentina, desde todas partes del planeta, pusieron el foco, como era de esperarse, en los estadios. El plato fuerte fue la ceremonia inaugural. Videla, ese demonio, dio la puntada inicial en el estadio Monumental de Núñez. Eran las dos de la tarde del 1 de junio, y los únicos argentinos que no estaban pendientes del partido entre Alemania Federal y Polonia eran Jorge Luis Borges, quien aborrecía el fútbol, y un grupo de mujeres que aprovecharon la fecha para protestar y contarle al mundo que la dictadura militar les había secuestrado y desaparecido a sus hijos.

Solo un periodista holandés no entró al estadio y decidió caminar Buenos Aires, para darse una dimensión de cómo era ese régimen totalitario. Su nombre era Fritz Barend y, sobre las cuatro de la tarde, llegó a la Plaza de Mayo, allí encontró a unas treinta mujeres que hacían su ronda habitual, dar vueltas por la plaza, frente a la Casa Rosada, sede del gobierno, enarbolando las fotos de sus hijos. El periodista se acercó a una de las madres y le preguntó qué podría hacer por ellas. Esto fue lo que le contestaron: “Yo no he visto a mi hijo desde hace medio año, yo a mi padre, a mi hermano, a mi marido”.

La junta militar, como hicieron los nazis con la olimpiada de Berlín en 1936, había organizado el mundial para mostrarles a todos que en Argentina se respetaban los derechos humanos, y que la economía marchaba. Que estaban cada vez más cerca de ser lo que siempre habían pretendido ser: un país europeo. Pero, con el testimonio de las madres empezó a saberse de la represión, el asalto, el chantaje y el horror.

Las madres de Plaza de Mayo ya son abuelas que buscan a sus nietos. Muchas mujeres, que fueron secuestradas y después desaparecidas por la dictadura, tuvieron sus hijos en los centros de tortura como la ESMA, ubicado a unos doscientos metros del estadio de River Plate. Desde entonces, las abuelas, han intentado seguir recuperando hijos secuestrados por la dictadura, personas que crecieron desconociendo que sus madres verdaderas habían sido vejadas, detenidas, violadas, torturadas, en algunos casos, por sus padres adoptivos.

Esta semana ocurrió algo grandioso. Las abuelas encontraron al nieto 140. Es hijo de Gabriela Romero y Raúl Metz, que aún hoy continúan desaparecidos. El hombre tiene 48 años. Estela de Carloto, la abuela más representativa, entró de la mano de Adriana Metz, hermana de Raúl en la Casa por la identidad, una de las sedes de las abuelas de Plaza de Mayo. Allí contaron la historia del hombre encontrado, quien nació en un campo de concentración en Bahía Blanca. Estela pronunció estas palabras “Una vez más, la verdad arrasadora vuelve a imponerse al olvido y florece la identidad. Todavía falta encontrar a 300 nietos apropiados durante el terrorismo de Estado. Sigamos siendo ese país que iluminó al mundo en el camino de la memoria. Luchemos para que la verdad no se apague”.

Hay que recordar que el actual gobierno de Javier Milei ha tenido una actitud hostil con la memoria y en especial contra la lucha de las abuelas de la Plaza de Mayo. Han sido negacionistas de todo el horror que dejó la dictadura. Recuperar al nieto 140 es una victoria de todos los argentinos y de la memoria.
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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.