
Antes de tener treinta años, tuvo que soportar que la extrema derecha le arrancara la vida de su padre, Manuel Cepeda Vargas. Antes de los cuarenta, fue humillado por el gobierno de Uribe cuando le abrió las puertas del Congreso a sus verdugos. Con la foto de su padre pegada al pecho, se opuso a lo que era la realidad en ese momento: la guerra había terminado y los malos había ganado.
En las noticias de las siete, las palabras de Salvatore Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza fueron presentadas como una buena señal, un logro más de un gobierno que contó siempre con el consentimiento de los grupos económicos que son los dueños de los medios.
Iván Cepeda no es ningún comunista como nos lo han querido vender. Él estudió en Bulgaria y conoció toda la devastación cultural, económica y estética que suponía para los países de lo que se llamaba el telón de acero, la influencia de la Unión Soviética. Por esta posición, tuvo varios encontronazos con su padre. Cepeda, así les duela a sus enemigos, es un demócrata.
He hablado varias veces con Iván Cepeda y es un tipo tranquilo, es un hombre que me ha dicho que no le importa necesariamente que Uribe salga culpable del juicio que se le sigue por manipulación de testigos, sino que se llegue a la verdad. No creo que sentimientos como el de la venganza o la revancha sacudan a Cepeda, pero, como víctima del conflicto, sí debe ser un fanático de la verdad. En 2014, fue demandado por Álvaro Uribe Vélez ante la Corte Suprema, por manipular testigos. En su correría humanitaria por las cárceles del país, escuchó versiones de varios paramilitares, entre los que se contaban el Tuso Sierra y Pablo Hernán Sierra, además de Juan Guillermo Monsalve. Lo que supo le heló la sangre: ellos afirmaban que en la hacienda Las Guacharacas, —propiedad de los Uribe Vélez desde los años ochenta, donde en 1982 fue asesinado el papá del expresidente, Alberto Uribe Sierra — se había forjado el Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Colombia.
En ese periodo de tiempo, todo fue difícil para Cepeda. La enfermedad lo acosó, además de la presión de enfrentarse al hombre más poderoso del país. La Corte duró cuatro años en revisar el caso y determinó que todo era al revés, el acusado de haber manipulado testigos para eludir las acusaciones de Cepeda era Uribe. El cáncer, sobre 2018, parecía un peso demasiado duro para sus hombros. Pero lo aguantó, lo soportó y lo venció, como venció la calumnia, los complots, la injusticia. Hoy pocos políticos tienen el respaldo moral de un país como Iván Cepeda Castro. El pasado viernes se hizo tendencia en Colombia su nombre, el país lo apoyaba, lo acompañaba, le daba fuerza. Fuerza es lo que va a necesitar para las semanas decisivas que se aproximan. Iván Cepeda se ha mantenido firme, dándolo todo por el país, por la verdad. Fuerza, Iván.