Pablo Escobar soñaba con convertir el Magdalena Medio en su propia republiqueta, algo parecido a lo que habían hecho en los ochenta las FARC en la Uribe. Desde 1979, después de dar un paseo en moto con sus temibles sicarios, se dio cuenta que ese era para él su paraíso en la tierra. Compró fincas contiguas al doble de precio que le pedían, las juntó y creó un monstruo que en su apogeo tuvo 3.600 hectáreas. De todas las joyas que alcanzó a tener el capo más famoso y poderoso del mundo ninguna se comparaba con la hacienda Napoles. Todo era extremo, hasta la famosa entrada en donde mandó a incrustar la avioneta con la que hizo el primer vuelo de coca a los Estados Unidos. Trajo animales de todas partes del mundo -menos tigres y leones, feroces depredadores, porque a él los animales violentos no le gustaban- creo complejos de diversiones en los que invitaba a los políticos y periodistas de moda. Nápoles fue la finca más famosa y más bizarra del mundo.
Escobar fue feliz allí con su familia hasta que en abril de 1984 asesinara a Lara Bonilla, ministro de justicia del gobierno del entonces presidente Belisario Betancur. A partir de allí el continuo asedio de la fuerza pública convirtió a Escobar en un animal en continua escapatoria. En 1989 los paramilitares, que venían siendo entrenados por mercenarios israelitas e ingleses, dirigidos por Henry Pérez, Víctor Carranza y Fidel Castaño, empezaron a cansarse de la continua provocación al estado colombiano por parte de Escobar y decidieron declararle la guerra. Incluso contrataron a un mercenario escocés para matarlo allá en su finca. Desde ese año no volvió. Lo matarían cuatro años después en el tejado de una casa en Medellín.
Desde entonces la hacienda Nápoles, una de las obsesiones colombianas, quiso ser devuelta a la gente. Se convirtió a principios de este siglo en un sitio temático aprovechando sus instalaciones, sus animales, algunos de ellos se convirtieron en un serio problema para el ecosistema como son los hipopótamos que se han reproducido de manera desaforada en el Magdalena Medio. Ningún gobierno había inspeccionado tan a fondo este lugar como el de Gustavo Petro.
Esta semana el gobierno Petro le entregó a mujeres víctima del conflicto colombiano 120 hectáreas. Estas mujeres, agrupadas en una asociación llamada Mujeres construyendo tejido y encabezadas por Milinery Correa ya habían recibido la tierra en el 2017 pero fueron desalojadas por la policía tiempo después de haberle sido entregada. En la red social X Petro celebró este hecho: “Se empezó a recuperar la hacienda Nápoles para las víctimas” y además puntualizó “Después del narco Escobar sus herederos políticos y económicos quisieron quedarse con la hacienda”.
Felipe Harman, director de la Asociación Nacional de Tierras, estuvo visitando esta semana la hacienda. Cuestionó la manera como se está administrando el predio y se preocupó porque sólo el 10% del terreno, unas 300 hectáreas, es lo que ocupa el parque temático así que se preguntó “¿El resto de la tierra donde está?”. El funcionario fue más allá: Dónde está? ¿Quién la está ocupando? ¿Quién la está explotando? ¿Por qué no se le ha entregado a campesinos? Ese es el verdadero problema. Aquí nadie está atacando el parque, ni los empleos ni la cadena de servicios que genera; lo que nos preocupa es dónde está la tierra”.
Harman apuntó a antiguas administraciones locales y a gobernadores que han permitido que la hacienda Nápoles sea recuperada por el pueblo colombiano. Sobre este tema el gobierno Petro ahondará e intentará recuperar más tierra aunque tiene un gran inconveniente: el tiempo ya le juega en contra.



