En mayo de 2025, cuatro meses después de la ofensiva del Ejército de Liberación Nacional (ELN) contra el Frente 33 del Estado Mayor de los Bloques y Frentes (EMBF) de las disidencias de las FARC que dejó 80.000 víctimas en el Catatumbo, el presidente Petro estuvo en Cúcuta y dio el parte de victoria, ese territorio ya volvía a ser parte del Estado colombiano. Había desplegado una fuerza de 23.000 personas. En Cúcuta nadie cree que esto hubiera sido cierto. La verdad es que no se necesita llegar hasta Tibú para escuchar los ecos de la guerra en Cúcuta. La densidad es tan sofocante que la gente ya no cabe en la acera y debe bajarse a la vía, a disputar camino con los carros. Y están, por supuesto, los combates.
En el Catatumbo no cesan los combates entre el ELN y el Frente 33 del EMBF de las disidencias de las FARC. En los límites de los municipios de El Tarra y Tibú se libra una confrontación armada que no se detiene. Existen cinco puntos críticos (los corregimientos de Orú y Versalles en el municipio de El Tarra y las veredas J10 y Km25, y Barrio Largo en el caso urbano de Tibú), que contrastan con la declaración del Ministerio de Defensa que afirma que el 70 % del territorio del Catatumbo ha sido recuperado por la fuerza pública. “Nuestros estrategas militares y policiales han trazado ideas muy claras para avanzar en esa recuperación de la mano de la autoridad y de la mano del Estado” afirmó Pedro Sánchez, ministro de Defensa, el 18 de junio de 2025 a medios de comunicación.
Sin embargo, en la vereda Orú del municipio de El Tarra, los combates se extendieron entre el 5 y el 8 de septiembre. Los asesinatos selectivos no cesan. No importa que sea en las veredas o en el casco urbano de Tibú, el municipio más influyente del Catatumbo. Todos los decretos de conmoción interior que anunció el gobierno se cayeron. En Cúcuta, conversamos con funcionarios que siguen las mesas de diálogo de paz e indican que la preocupación en la región es por la respuesta ineficaz por parte del Ministerio de Defensa y por el auge del ELN. La razón por la que la Corte constitucional fue tumbando los decretos, se debe a que los puntos que trataban los decretos no eran necesarios porque son responsabilidades de la agencia de Estado.
Tal y como le dijo el martes 16 de septiembre el Alto Consejero para la Paz de Norte de Santander a Caracol Radio, la guerra en el Catatumbo terminó para Bogotá en marzo, pero para los nortesantandereanos sigue viva. Los números de los muertos son difíciles de contar. Por lo general, y esto pasa desde las masacres de Tibú y La Gabarra en 1999, los familiares de las víctimas no esperan a que llegue el CTI a hacer levantamientos sino, porque por diversas razones, recogen sus muertos antes de que lleguen las autoridades. De acuerdo con la Fundación Progresar, los ocho meses de combates en el Catatumbo dejan, a su paso, 173 muertos (según cifras oficiales del Puesto de Mando Unificado con fecha del 26 de agosto de 2025); sin embargo, para ellos y con la información que reciben de las comunidades, son más de 300 las víctimas que dejan las confrontaciones armadas.
Algo que hace parte del paisaje de las dinámicas del conflicto armado en el Catatumbo son los retenes que imponen los grupos armados ilegales, se pudo conocer que, en los primeros días de septiembre, esta práctica aumenta por parte del ELN, “son tres o cuatro retenes los que hay en la vía a Tibú”, explicó una fuente anónima a Pares. Una muestra de cómo la presencia y control social de los grupos armados ilegales siguen imponiéndose sobre la vida cotidiana en el Catatumbo, mientras las comunidades esperan respuestas efectivas del Estado.
En las últimas horas la comunidad reportó que, en el sector del club de Leones (en la vía que conduce al corregimiento de Campo Dos con Tibú), hay un retén del ELN donde obligan a los pasajeros de empresas de servicios de transporte público a bajar de los vehículos y son requisados. La denuncia de la comunidad apunta que no hay presencia de la fuerza pública en ese corredor vial. Es decir, el ELN está cumpliendo las funciones del estado en este lugar.
El auge del ELN se debe a una bonanza en venta de coca sin igual. El kilo de coca está a tres millones de pesos. Tal y como lo recordó León Valencia en su última columna, un comprador no identificado le dejó una misión a ese grupo guerrillero: entregar 24 mil kilos de cocaína. El ELN se quedaría, nada más en esa operación, con 350.000 millones de pesos. Por eso, hay influencia directa de este grupo, con siete frentes en 32 municipios del departamento.
El martes 16 de septiembre, un enfrentamiento entre el ELN y el Frente 33 de las disidencias de las FARC dejó tres personas muertas en la vía que va desde Tibú al corregimiento de Campo Dos. Esto fue producto de una reacción por parte del Frente 33, que insiste en recuperar el control territorial y social en esta zona del país. En este momento, y a pesar de lo que se diga en Bogotá, el ELN es el amo y señor del Catatumbo y el Estado vuelve a fallarles a los habitantes de esta golpeada región de Colombia.