A Jaime Abello Banfi siempre le ha impresionado cómo se recibe la obra de García Márquez en países que no son Colombia. Sí, en el país el fervor está intacto, Macondo da incluso hasta para himnos musicales. Pero Gabo, fuera del país, también es capaz de lograr milagros, como vender miles de ejemplares de En agosto nos vemos después de diez años de muerto. Como le dijo al periodista Nelson Fredy Padilla, de El Espectador: “Es un clásico contemporáneo que se mantiene a nivel mundial”.
Jaime Abello es uno de los responsables de preservar el gran legado de Gabo en una de sus especialidades: el periodismo. En los años noventa, García Márquez pudo tener el aire necesario para hacer realidad uno de sus sueños: crear una gran fundación en torno al periodismo. Treinta años después, la Fundación sigue viviendo una suerte de esplendor, no solo en Colombia, sino en Latinoamérica. Abello lo define como “un proyecto de emprendimiento institucional del mundo del periodismo”.
Gabo empezó a escribir notas periodísticas en medios como El Espectador o El Universal y El Heraldo. En el primero, uno de sus reportajes, Relato de un náufrago, se convirtió en un suceso de ventas y lo hizo uno de los periodistas más reconocidos del país en la década del cincuenta.
Gabo y Abello se conocieron en 1983. En ese momento, como se cuenta en el perfil que acaba de publicarle la revista Bocas, Abello trabajaba en la Cámara de Comercio de Barranquilla. Gabo estaba en la ciudad con algunas ideas locas, como que la ciudad se hiciera cargo del teatro Amira de la Rosa. Barranquilla estaba quebrada, y esa decisión acabaría con ese centro cultural. Abello fue encargado a llevarle la contraria al nobel. A él le gustó tanto este contrapunto que le dijo a Abello Banfi: “Oye, ven acá, ¿Por qué no nos vamos a tomar un whisky para que me sigas llevando la contraria?”.
Se siguieron viendo, entre Festivales Vallenatos, Festivales de cine y cocteles. Un día, Gabo le dijo que quería hacer una fundación dedicada solo al periodismo. Abello le dijo que él no le jalaba a eso si no se encargaba de contratar a un tipo que supiera de finanzas. Gabo le dijo que listo, que él lo pagaba y así surgió lo que primero se llamó Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, un homenaje a sus ídolos, John Dos Passos, Truman Capote y toda la santa lista.
Después, esto se convirtió en la Fundación Gabo y ha tenido entre sus maestros a sabios absolutos como Ryszard Kapuscinski, escritor polaco que hizo perfiles inmortales sobre personajes del siglo XX como el Sha de Irán o Hallie Sallisie, emperador de Etiopía o Tomás Eloy Martínez, su discípulo y creador de uno de los mejores libros de la historia de Latinoamérica: Santa Evita.
Dentro de la fundación han surgido nuevas actividades como El Árbol Gabo. Esta actividad, según le contó al periodista Nelson Padilla, consiste en: El “Árbol Gabo” es producto de una reflexión estratégica que hicimos en la Fundación, en el marco de un estudio con consultores nacionales e internacionales, incluida la Universidad Nacional de Colombia, en 2015, cuando estábamos desarrollando normas de honores a García Márquez, la Ley 1741 que dispuso el establecimiento de un centro internacional para el legado en la Universidad de Cartagena y le asigna a la Fundación la misión de liderar esa alianza público-privada con recursos de los ministerios de las TIC y el de Cultura. El árbol sirve para establecer agendas de trabajo, catalogar documentos y buscar dimensiones que nos interesa explorar. Del legado de García Márquez trabajamos en cinco grandes campos: el primero es el de su historia personal; el segundo es su oficio y sus obras, desde el punto de vista de la creación, en literatura, en periodismo y en cine; el tercero son sus intereses, reflexiones y acciones como educador; el cuarto son sus emprendimientos, por ejemplo tú fuiste parte de uno muy importante que fue la revista Cambio, así como en periódicos, noticieros de televisión, a nivel de producción y de organizaciones como la Fundación y como la Escuela de Cine en Cuba, y el último campo es el del ciudadano comprometido con temas como los que mencioné antes: paz y derechos humanos.
El legado de Gabo está vivo por su propia obra y parte de ella no son solo libros inmortales como Cien años de soledad, sino con fundaciones como la que dirige Jaime Abello, el gran protector del legado periodístico de Gabo.