
Mancuso regresó a Montería en octubre del 2024. Lo hizo con uno de los hombres a los que más odió en la política colombiana, el político que decidió no doblegarse justo cuando todo el establecimiento le hacía la venia, Gustavo Petro Urrego. Regresaron veinte años después de que él fuera el amo y señor de Córdoba. Había pagado su condena en Estados Unidos y Petro ya era presidente. El péndulo del poder había cambiado. A pesar de sus dos metros de altura ya no era altivo. Al contrario, venía a pedir perdón, a darle la cara a sus víctimas. Además del despojo, de las desapariciones, de los asesinatos, los paras en este departamento cometieron un crimen que no ha sido tan reconocido ni renombrado como otros: el de la toma a la Universidad de Córdoba.