
El 21 de abril del 2022 estuve en la apertura de la casa de la campaña de Rodolfo Hernández en Bogotá. Recuerdo que tuve que vender la crónica fue un problema. A los medios les parecía que Rodolfo era un outsider sin ninguna posibilidad de pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de ese año. La casa quedaba en la carrera séptima con 57. Rodolfo llegó estrenando implante de cabello y nuevo asesor, Angel Beccassino. Para esa fecha el curtido publicista nacido en la Patagonia, en 1948, ya había logrado algo difícil con el siempre disperso ingeniero: enfocarlo en la campaña. Un mes antes había visita al Papa Francisco, se tomó fotos con el sumo pontífice y repuntó en las encuestas, pero Hernández cometió un error: se demoró mucho tiempo en Roma. Angel lo convenció de regresar y justo en esa inauguración en esa casa, fue que empezó a despegar una campaña que logró lo impensado: pasar a una segunda vuelta y estar muy cerca de ganarle las elecciones a Petro. Es que en esa segunda vuelta el ex alcalde de Bucaramanga volvió a cometer otro error, acaso inexplicable, acaso voluntario, irse a Miami varias semanas perdiendo un tiempo precioso que se podía gastar en la campaña.
En 1989, cuando el M estaba a punto de entregar las armas le hizo una larga entrevista a Carlos Pizarro que se convirtió en un libro. Beccassino, con la autoconfianza del provocador, le cayó bien a la çúpula de esa guerrilla. El siempre parco Otty Patiño, quien lo conoció en Santo Domingo, el municipio del Cauca donde el M-19 se sentó a negociar con el gobierno Barco, lo describió de esta manera: “es un hombre libre, un andariego del berraco”. Por esos años este argentino era conocido en buena parte del país y no precisamente por alguna canción que compuso o una novela que escribió. Es que en 1986, justo el año en que nos vino a visitar el Papa Juan Pablo II, decidió tomarle fotos a una modelo desnuda en la Catedral de Zipaquirá. Hoy en día podría ser la ocurrencia de cualquier influencer, pero hace 40 años era un performance atrevido, casi un anatema que le costó al argentino un proceso judicial y estuvo al borde de la excomunión lo cual hubiera sido muy bueno para este maestro de la provocación. Para un provocador la excomunión es como un doctorado en Harvard.
Ha sido un hombre de la televisión y de peleas. A veces mezcla las dos. En 1999, junto con Antonio Morales, tuvieron en remojo un programa contestatario, inspirado en Monty Python y en el más fino humor político, se llamaba Papaya pero por un desacuerdo creativo terminaron partiendo cobijas con Morales. Igual Antonio sigue teniendo los mejores recuerdos de Beccassino.