Ha surgido cierta atención por la reciente incorporación de Alicia Arango a la campaña de Vicky Dávila. Las interrogantes planteadas en el ámbito público se concentran en las razones de su vinculación. Algunos cuestionamientos han circulado sobre si su ingreso responde a una acción planificada por el expresidente Uribe —con quien se señala un distanciamiento— o si está asociada a gestiones del expresidente Duque.

Fuente: El Espectador.

Aunque todos cuentan con trayectoria en política, han terminado dependiendo casi totalmente de la figura de Uribe, ya que los foros del partido en Barranquilla, Medellín y Bucaramanga han evidenciado que el impacto y la movilización provienen de Uribe, no de los candidatos. Cabe mencionar que estos no registran los niveles más altos en las encuestas que evalúan la opinión de los colombianos sobre el panorama político de 2026.
Por ahora, el avance se concentra en el proceso de selección del candidato. Por un lado, una facción liderada por Miguel Uribe propone que surja de una encuesta interna con militantes del partido. Por otro, una facción encabezada por María Fernanda Cabal plantea una consulta que se vote en marzo de 2026, donde sea el electorado quien elija al candidato.
Fuente: Las 2Orillas.Las tensiones al interior de las precandidaturas del Centro Democrático no son nuevas. Vienen desde casi el mismo momento en el que fueron lanzadas por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, a finales de octubre de 2024, y se han mantenido, a pesar de los acuerdos pactados entre los mismos precandidatos para evitar conflictos y choques a lo largo de la campaña electoral. Según como lo analizamos en meses anteriores desde la Línea de Democracia y Gobernabilidad, estas tensiones han amenazado con romper internamente al partido, que desde hace varios años ha mostrado tendencias diferenciadas en su interior y que se ha venido agudizando con la elección de Iván Duque como presidente, lo que abrió una brecha entre un llamado “sector moderado” —reflejado en su propio gobierno— y un bloque mucho más radical, que desde 2016 ha venido siendo liderado por María Fernanda Cabal.
Esto último es importante en tanto Iván Duque ha venido rompiendo silenciosamente con las toldas del uribismo desde finales de su gobierno, en 2021, cuando se replegó en su propio gabinete de gobierno tras la crisis con los partidos en el Congreso y las crecientes críticas que desde su propio bloque comenzaron a emerger en su contra, especialmente tras el Estallido Social de 2021 y la abnegación de Duque de abrir su gabinete a los partidos y a un gobierno de conciliación nacional. Estas críticas se intensificaron hasta las vísperas de las elecciones de 2022, cuando María Fernanda Cabal salió en varias grabaciones reveladas por Revista Cambio indicando fuertes críticas a Duque, en la que Cabal acusó al entonces presidente de ser un infiltrado de la izquierda en su propio partido. Declaraciones de las que luego señaló no estar arrepentida.
Esta ruptura ha vuelto a emerger con la llegada de Alicia Arango, quien fue una de las figuras más importantes dentro del gobierno Duque y de la que se sospecha ahora mismo que llega con su respaldo a la campaña de Vicky Dávila. La respuesta de Cabal hay que leerla en esa clave, en la que se percibe que Duque, como ya venía sucediendo desde 2022, está profundizando en la potencial atomización del partido.
No es para menos. En la última encuesta Invamer de finales de marzo de 2025 —cuya metodología y muestreo han sido sometidos a fuerte crítica por varios académicos cercanos al progresismo, como Hanwen Zhang—, los precandidatos del Centro Democrático puntúan muy por debajo del 5%, con Miguel Uribe obteniendo un 4,8% del potencial apoyo electoral, mientras que Cabal se encuentra en un 4,2%. Ambos suman un 9%, que es el mismo que suma Miguel Uribe cuando la encuesta solo pregunta por los 9 primeros de la lista. Para José Obdulio Gaviria, por el contrario, la lectura debe hacerse sobre la sumatoria de los porcentajes que logran los 5 precandidatos, que se ubica sobre el 11,1%, muy cerca de la intención de voto de Gustavo Bolívar, quien fue el puntero en la intención de voto a la presidencia de esta encuesta.

Junto con lo anterior, también la omnipresencia de Álvaro Uribe dentro del partido ha terminado siendo una limitante para el Centro Democrático. No solo por el juicio que afronta ahora mismo, sino porque también la disputa al interior del partido ha sido por recoger sus banderas y reclamar su herencia, en un momento donde el expresidente no ha querido abandonar las toldas de la política. Esto es importante porque demarca que existe una ruptura entre el fundador del partido (cuyo interés ha sido, según algunas fuentes consultadas por la Línea de Democracia y Gobernabilidad dentro del Centro Democrático que pidieron anonimato para hablar con libertad, mover la candidatura de Miguel Uribe) y su base militante, que observa en María Fernanda Cabal a su líder natural.
Es por ello por lo que también las tensiones han girado sobre el dispositivo con el que se elegirá al candidato. Cabal impulsa un mecanismo de convocatoria de voto en consulta abierta a los militantes, en tanto tiene la confianza de traducir la movilización de su sector político en votos, mientras que Miguel Uribe propuso que fuera por un mecanismo de encuesta, donde sabe que tiene mayor peso y le ha ampliado la diferencia a Cabal, como sucedió en esta encuesta Invamer de marzo pasado.

Por ahora, lo que sí queda claro es que, ante los malos resultados electorales a nivel territorial —como lo indicamos en este artículo— y la disgregación de sus bases políticas ante la emergencia de nuevas propuestas políticas en el sector de la derecha, la disputa por consolidarse como una imagen de unidad lo suficientemente fuerte como para recibir la “bendición” de Álvaro Uribe sigue ardiendo, y no se ve que ceda en los próximos meses.



