Un poeta es una película bella y el que diga lo contrario no sabe de cine. ¿No extrañan esos años de efervescencia cultural en donde una frase como estas, lanzada en medio de un bar después de ver la Batalla de Argel despertaba tempestades? Ciudades como Medellín y Bogotá se están convirtiendo en puebluchos densamente poblados, sin atisbo alguno de cosmopolitismo desde que desaparecieron estos conflictos. Y lo peor es que el cine colombiano parecía medio muerto, pero llegó Simón Mesa con Un poeta y luego Iván Gaona con Adiós al amigo y encendieron esto. Sobre el western santandereano no vengo a hablar. Voy a hablar es sobre esa comedia amarga y profundamente triste sobre ser poeta en una ciudad ahogada como Medellín. Acabo de ver la taquilla, 120.000 personas la han visto desde su estreno. Estamos seguros de que Mesa y su equipo ya no están ahogados en una profunda tristeza.
Hacer una película como Un poeta es muy difícil. En la ignorancia colombiana creen que gestas como La vendedora de rosas o Rodrigo D eran muy fáciles. Que una persona del común se aprenda un guion, sepa escuchar, y moverse en un plano es algo tan difícil y peligroso como domar un tigre. Hay un documental del insufrible Erwin Goggle, quien fue el productor de La vendedora de rosas que se llama Música para poner a cantar pájaros y muestra un poco el método Gaviria para trabajar con pelados que no han pasado por academias de actuación ni tienen idea qué es el cine. Lo de Víctor era muy extremo porque era un tipo de población que hasta el momento no había podido ser captada por una cámara en las condiciones de dignidad y de amor que les dio Gaviria. Pero Simón Mesa es un duro y ama a Víctor Gaviria.En uno de los momentos más incómodos de esta película,
Yurladis debe cambiar su estilo y leer un poema exponiendo la miseria en la que vive para los señores que controlan algo parecido al Festival de poesía de Medellín. Una holandesa, que representa a la ayuda internacional, aplaude desaforada además de los señores poetas. Los únicos que no aplauden este tipo de explotación son Oscar Restrepo -protagonista de la película brillantemente interpretado por el profesor Ubeimar Ríos- y Víctor Gaviria que aparece en un cameo hermoso.
No voy a contar la trama de la película que para eso está Google. Sólo debo decir que a los poetas institucionales no les ha gustado y se han explayado en redes sociales explicando las razones por las que Un poeta es todo menos poesía. Primero es que no hay nada más aburridor que una persona que se pasa su vida recitando ante otros. Esto es tan incómodo y violento como un automasaje público. Segundo, están desprovistos de cualquier sentido del humor y sobre todo de autocrítica. Ellos creen de verdad que nacieron con una corona de laurel y no tienen derecho a las responsabilidades que tenemos el resto de personas que incluyen ir a trabajar o responder por nuestros hijos, en el caso tal que tomemos la mala decisión de reproducirnos. Y lo peor es que el hecho de andar borrachos y gritando sus versos no los convierte en poeta. Si sentimos empatía por el protagonista, por Oscar Restrepo, es precisamente porque esa infinita tristeza que lo embarga es porque es consciente de que, si habrá sacado dos versos buenos en su vida es mucho y ese es un precio muy caro de pagar, si a cambio debes ver el desprecio justificado de tu hija porque nunca estuviste ahí para velar por ella, y estabas en cambio en el Tíbiri gritando los sones de Ismael Miranda.
A los poetas no les gustó la película, no por Oscar, sino por el resto de poetas que representan la institucionalidad, son esos que se la pasan flotando alrededor de las secretarías de culturas municipales esperando que les arrojen un contratico, conspirando contra los otros artistas. Porque otro artista no es más que un rival, alguien que le puede quitar el hueso que le tiró el presupuesto municipal.
Me cuentan que ver en Medellín Un poeta es una delicia porque hay cines en donde se puede reconocer directamente a los aludidos. Ah, es que ese parece a tal, el otro a Perencejo. Incluso hay personas que dicen que esta es una crítica directa al Festival de poesía de Medellín. Yo no doy fe de eso porque no tengo nada que hacer en Medellín, yo ya no conozco esa ciudad, puros gringos, trancones y hollín. Que dizque ya le dicen Tacollín y a festivales de poesía ninguno en la vida. Soy una persona de bien.
Si no ha visto Un poeta y no es poeta déjese llenar de gozo con esta belleza que también es un puñal, que rompe con todo, sobre todo con la cultura institucional y es bello cuando esto pasa, sobre todo cuando es nuestro cine el que lo hace.



