
Las AUC empezaron siendo una empresa familiar, una sociedad de amigos, de jóvenes muchachos de Amalfi. Si bien los Castaño eran 12, solo tres pasaron a la historia universal de la infamia, por crear una industria paramilitar asombrosamente eficaz y cruel. De este pueblo antioqueño también eran los Rendón, de donde salieron Don Mario y el Alemán. Otro paraco reconocido de esta industria criminal salió justamente de la familia Arroyave. Pero Fidel, Carlos y Vicente fueron los tres caínes, los más conocidos y ricos. Sobre todo, Fidel, quien era el mayor. A los 16 años se fue de la casa y volvió a los 20. Su padre, don Jesús, estaba preocupado porque se le hacía imposible que, con tan poca edad, tuviera tanto billete. Compraba fincas a raudales, terrenos y mujeres. Los que lo conocieron, hablaban de la severidad con la que Jesús Castaño trataba a sus hijos. María Teresa Ronderos, en su libro Guerras recicladas, dice que no le gustaba ver al juez del pueblo caminar por sus calles porque la justicia siempre tenía que diferenciarse del resto, y por eso le designó un caballo.
Dicen que Fidel no lo quería, que un día incluso lo amenazó con una pistola en medio de la plaza de Amalfi. El punto es que lo secuestraron, supuestamente la guerrilla. Allí los Castaño encontraron la justificación que necesitaban para armar ejércitos y arrasar con todo lo que tuvieran enfrente. Las versiones del secuestro son, por lo menos, encontradas. Primero Fidel dijo que la guerrilla se lo llevó en 1979. Su hermano Carlos sostuvo que esto ocurrió en 1980. La verdad es que estos hechos sucedieron en 1981. Tampoco hay concordancia con el monto que supuestamente pedían los guerrilleros. La cifra de Fidel es completamente desorbitada, 800.000 dólares de esa época. Ningún grupo guerrillero habría pedido tanta plata. Además, cuando dio los nombres de los supuestos guerrilleros que se llevaron a su padre y luego lo asesinaron, todos trabajaban en la finca de su papá. Al parecer, el genio de Jesús era, como dirían los mismos paisas, “volado”, y se la pasaba amenazando e imprimiendo castigos a sus empleados. Fidel afirmó en su momento que, su papá, debido al mal trato que le dieron en cautiverio y que lo ponían a caminar “kilómetros y kilómetros” por trochas interminables, decidió tomar impulso y chocarse de frente contra un palo y matarse.
Lo que cuenta la leyenda, que los Castaño mismo inventaron, es que ellos empezaron a vender fincas desesperados para conseguir la plata del rescate. Esto también es inexacto. Todo lo contrario, en 1981, Fidel Castaño compró cerca de 20 fincas en la zona. Cuando le entregaron el cadáver de su padre, empezó su venganza pero tal y como se demuestra en Guerras recicladas, la venganza se centra sólo en campesinos que tenían grandes extensiones de tierra y cuyas vidas no son transversales a las de las guerrillas.
A veces, en las grandes historias se intenta suavizar la imagen del monstruo para mostrarlo más humano. Con Fidel, esto es imposible porque él no tiene matices. Fue un feminicida consumado. Una vez le echó ácido en la cara a una mujer porque ella denunció a su padre a la policía por maltratar a su mamá. Y Fidel, defendiendo la honra de un señor que no conocía, la ajustició. A una de sus hermanas, quien le cuestionó su forma de vida simplemente la mató. Y a su esposa de Amalfi, con quien se casó cuando ella tenía 16 años y él 32, un día la desapareció y no se supo más de ella.
Es probable que los mismos problemas que empezaba a tener con su papá se descontrolaban. Podría ser posible que los empleados de su finca, cansados del maltrato de don Jesús, se lo llevaran al monte y quisieran quedarse con una tajada grande de los Castaño, pero lo que sí es seguro, es que Fidel jamás tuvo la certeza, las pruebas de que fue la guerrilla quien cometió el crimen. Necesitaba una justificación para hacer lo que planeaba, y era quedarse con latifundios eternos y sacarle jugo a la política que se imponía en América gracias al gobierno de Ronald Reagan, la Guerra Fría ayudaba a impulsar fuerzas contrainsurgentes que aseguraran la no intromisión de la URSS en el patio trasero de los Estados Unidos. Por eso, pusieron muy cerca de Amalfi el batallón Bomboná. Era el momento ideal para forjar ejércitos propios que tuvieran como bandera de lucha combatir la guerrilla, pero también aliarse con mafiosos como Pablo Escobar y consolidar imperios personales y eso fue lo que sucedió con Fidel Castaño y sus hermanos. Se vendieron como contrainsurgentes, pero lo único que buscaban, su fin máximo, eran volverse millonarios latifundistas e incluso buscar, por qué no -igual casi lo logran-, el poder político que legitimara toda su barbarie.