Por Daniel Parra Villamizar. Colaborador PARES
Hace una semana Cúcuta volvió a estar en el radar de todos: dirigentes, políticos, artistas, y sobre todo, los grandes medios de comunicación del país. Sin embargo habría que analizar con profundidad porqué solo ante una eventualidad política, o un hecho trágico, las plataformas mediáticas y las empresas de comunicación tradicionales centran su atención en esta ciudad fronteriza.
Para esta ocasión, el concierto ‘Venezuela Aid Live’ era la razón suficiente para hacer un cubrimiento periodístico de grandes dimensiones. Era un concierto diferente, tenía esa esencia política e informativa que huelen y perciben los periodistas –además de ser un, autoproclamado concierto humanitario-.
Desde que anunciaron la realización del evento y la confirmación de ciertos artistas, en Cúcuta predominaban dos sensaciones: alegría y entusiasmo, pero también desinterés y temor.
Del concierto se hablaba hasta en las busetas
La primera se basaba en la oportunidad de “conocer”, ver, y escuchar a esos cantantes de talla internacional que suscitan pasión y emoción entre algunos ciudadanos. La segunda, orientaba sus justificaciones hacia el tedio que produce la multitud, la inseguridad de la ciudad, y un posible enfrentamiento bélico con Venezuela.
Así entonces, en las calles se oía “qué rico, vamos a ver a Maná, a Fonsi, y a Juan Luis Guerra”, y “eso estará llenísimo, qué miedo ir por allá a que lo roben a uno, o qué tal que caiga un misil”.
El tema estuvo presente toda la semana, era el punto en común que tenían los ciudadanos para dialogar e interactuar entre sí. Del concierto se hablaba en las busetas, en los colegios, en las universidades, en el trabajo, en los parques, y en los restaurantes.
Literalmente, se escuchaba en todas partes a la gente hablando de él. Esa misma semana también llegaron medios nacionales e internacionales que querían cubrir el evento. La expectativa crecía, y los asistentes empezaban a llegar desde el día anterior para obtener una mejor ubicación y poder “estar cerca a la tarima”.
Fue por esta razón que desde el jueves en la noche ya se podía observar a la gente llegar a los alrededores del Puente Internacional Tienditas. El viernes a las 6:15 de la mañana empezó el ingreso de personas, y siendo las 7:20 AM se mencionaba, entre la logística del evento, que habían ingresado 3 mil y que esperaban a 250 mil personas.
Y empezó el ‘show’
El ambiente era movido, además de las decenas de personas caminando por el anillo vial, también se podía observar a los vendedores informales que, preparados desde el día anterior, habían cargado sus baterías para aprovechar el concierto y ofrecer sus productos al público.
En su mayoría, se veía a los comerciantes ofrecer agua, bebidas gaseosas, y energizantes. Unos llegaban con sus hieleras de plástico o icopor, otros con sus zorras y carretas. La oferta al público en comidas y bebidas estuvo variada, se podía encontrar desde mango con sal, hasta pasteles de garbanzo, chuzos y perros calientes.
El calor, como todos los días en Cúcuta, fue el invitado principal y, desde muy temprano, el sol se erguía sobre la ciudad. Variable que aprovecharon otros para vender gorras, sombreros y sombrillas.
Entre la planificación del evento se consideró disponer de 1.500 uniformados para brindar el apoyo necesario . Y ahí estuvieron, entre agentes de tránsito, policía, y grupos antiexplosivos, se podían notar los 1.500 que mencionaban. Las autoridades se movilizaron hacia el lugar.
También se vio al Grupo de Operaciones Especiales (GOES), y a la Defensa Civil. Todo debía estar plenamente controlado, y en especial, porque a las 7:25 arribaría Richard Branson en su caravana de camionetas blancas, y sus escoltas a pie rodeándolas. Branson iba sentado de copiloto en la primera camioneta.
Llevaba el vidrio abajo y lo fue subiendo en la medida en que iban llegando espectadores a intentar tomarse fotos con él. Sus escoltas que iban a pie, mantenían distantes a los que llegaron eufóricos por la foto.
Finalmente, Branson subió el vidrio e ingreso por la entrada VIP (donde se ubicarían patrocinadores, prensa, figuras públicas, y los ricos de la ciudad).
Asistentes de primera y se segunda clase
Para ingresar al evento habían dos entradas: la VIP ya mencionada, y la General, donde entrarían todos esos espectadores que desde la noche anterior guardaban puesto esperanzados de ver cercanamente a sus cantantes favoritos.
Al entrar, la idea de estar cerca a la tarima se fue cercenando. La división entre las dos ubicaciones era visible. Al público general lo separaban 50 metros del público VIP, y a unos 100metros de la tarima.
Para algunos, la división fue mal vista. Aludían a razones clasistas y xenófobas. Otros, justificaban la separación por temas de logística y seguridad. No obstante, el concierto transcurrió sin inconvenientes. Las presentaciones empezaron a las 11 am y terminaron al finalizar la tarde.
Muchos asistentes se fueron pero otra parte del público decidió hacer una vigilia en un lugar cercano. Su intención obedecía al plan de dirigirse “en caravana” hasta el paso fronterizo y ayudar a ingresar las ayudas humanitarias estancadas en Cúcuta.
Entrega humanitaria, el ‘show’ debe continuar
El sábado en la mañana PARES encontró el campamento en el que había un letrero de TUR Colombia Group (Quality Strategies And Solutions) –empresa que ofrece servicios de maquinaria amarilla-, en él decía “Paz y Libertad para Venezuela”.
El espacio estaba acondicionado con baños portátiles, una tarima con sonido, y algunas carpas en las que durmieron los intrépidos voluntarios.
A diferencia del día anterior (día del concierto), en esa mañana del 23 de febrero, y en esos alrededores del paso fronterizo, la custodia militar fue más visible. Sobre el anillo vial se encontraban ubicados soldados del ejército en intervalos de 200 y 300 metros.
Esto alertó medianamente a la comunidad, a los ciudadanos, y más, porque en la noche del 22 de febrero, el Comité Permanente de Derechos Humanos de Norte de Santander (CPDH) había denunciado la presencia de tanques de guerra y militares en el barrio Cerro Pico de Cúcuta.
Toda la atención se centraba en las ayudas humanitarias que intentarían ingresar a la fuerza ese 23 de febrero a las 10 de la mañana. Pero, como era previsible, la operación no fue posible y trajo consigo alteraciones de orden público en el puente fronterizo.
Enfrentamientos y violencia, un saldo lamentable
Entre enfrentamientos con piedras y palos, la temperatura subió al punto de que empezaron a lanzar bombas molotov. Una de las tractomulas que llevaba la mercancía fu incinerada. Inicialmente se le atribuía el hecho a la Guardia Venezolana, luego pudo establecerse que fueron los mismos manifestantes en un intento de agudizar la violencia.
Las protestas continuaron y se trasladaron a territorio venezolano. En Ureña, capital del municipio Pedro María, en el estado Táchira. A la jornada de protestas también se le añadió un hecho simbólico, varios guardias venezolanos cruzaron la frontera (desertando de sus tropas) para “jurar lealtad a la asamblea y al Presidente Guaidó”.
Adiós Cucuta y el regreso a la realidad
El domingo 24 de febrero, el Presidente Duque estuvo recorriendo el paso fronterizo y siguió insistiendo, en declaración a medios, en la necesidad del cerco diplomático hacia el gobierno de Nicolás Maduro.
La visita duró poco pero los enfrentamientos continuaron luego de irse Juanes, Carlos Vives, Fonsi y el Presidente. La intriga crece. Y la ciudad fronteriza, como el país, necesitan atención para resolver sus problemas de desempleo, falta de cubrimiento en servicios básicos, y sobre todo paz, mucha paz.
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