Por: Luis Eduardo Celis
Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación – Asesor de la Fundación Paz & Reconciliación.
Luego de las elecciones regionales en Venezuela, el pasado domingo 21 de noviembre, queda en evidencia la crisis de representación y ejercicio político que vive un país atravesado por una delicada situación social, política y económica; aunque lentamente se recupere de ella. Aquí presento algunas referencias que lo demuestran, y que perfilan a la Venezuela que se encuentra en el ojo de la comunidad internacional: diáspora de cinco millones de personas, deterioro de los indicadores sociales, dura crispación política, amenazas de invasión internacional y bloqueo económico a activos del Estado venezolano en el exterior.
Las elecciones del 21 de noviembre dan como amplio ganador al Chavismo. Desde sus referentes partidarios, el PSUV y el Gran Polo Patriótico, donde están los duros aliados políticos de esta corriente, ganaron 20 de las 23 gobernaciones y la capital. Asimismo, ganaron 205 alcaldías de las 322 cuyos resultados ya se conocieron, lo que se podría considerar como un triunfo impresionante, y lo es, pero tiene un sabor amargo para el Chavismo.
Esto último, dado que se presentó una baja participación ciudadana, donde solo el 42% del censo electoral participó del proceso de elecciones, lo cual es una cifra baja que da argumentos a los opositores al gobierno de Nicolas Maduro, quienes afirman que el régimen tiene una ilegitimidad ante las mayorías. Sin embargo, hablar de las “mayorías abstencionistas” es un debate intenso. Bien lo sabemos en Colombia, donde, igualmente, la abstención es considerable, aunque en defensa de nuestro sistema político, tenemos como referente una participación del 55% del censo electoral, en las elecciones regionales del 2019.
Pero, si para el Chavismo un amplio triunfo electoral tiene la mácula de la baja participación, para quienes se oponen al régimen los resultados del domingo reafirman que ese archipiélago de opositores es un fracaso total; van dispersos a enfrentar a un Chavismo que ha dado muestras de cohesión, y las cifras son contundentes. Algunos ejemplos: de los 70 mil inscritos para competir por las 23 gobernaciones, las 335 alcaldías y los concejos municipales y estatales -lo que para nosotros son las Asambleas Departamentales- cuatro mil son del Chavismo y los otros 66 mil son del espectro opositor. Con esa enorme dispersión, se tiene lo que se tiene, es decir, el Chavismo es una importante minoría organizada, que puede representar el 30% de la fuerza política. Pero, por el contrario, el otro 70% está fragmentado y se trata de una oposición que pudo haber ganado, según análisis electorales, al menos 17 gobernaciones, si hubieran avanzado unificados.
Hago referencia a que persiste un bloqueo político en Venezuela porque la baja participación da argumentos para que cada identidad política se reafirme en sus posturas: para el Chavismo son mayoría, pero para la oposición son ilegítimos ante la baja participación. Y así seguirá un duro debate político en una sociedad que tiene enormes desafíos ante una dependencia del petróleo y todo lo que ello conlleva.
Las buenas noticias son que el sistema electoral venezolano ha mostrado sus fortalezas, no hay cuestionamientos serios al rigor del sistema electoral, pero no se puede afirmar lo mismo en cuanto a las garantías para la competencia: hay personas en la cárcel; inhabilitados políticamente; denuncias del manejo de los recursos estatales y los programas sociales para inducir el voto; y así un sinfín de temas que muestran amplias críticas al delicado tema de las garantías para una competencia democrática.
Gana el Chavismo, pierde la oposición por su incompetencia y sigue un intenso debate en una Venezuela que requiere de concertaciones en su pluralidad política. Esperemos que los diálogos entre el gobierno del Presidente Nicolas Maduro y la oposición sigan en México, y se construyan acuerdos para el beneficio del conjunto de la sociedad venezolana.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido su autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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