Por: Walter Aldana. Columnista Pares.
El frente José María Becerra del ELN decretó paro armado en varios municipios especialmente del sur del Cauca, del 27 al 30 de Noviembre, este fin de semana. Y llama la atención que aunque el gobierno nacional, e incluso el gobierno departamental pretenden restar importancia al paro armado, los efectos en varias localidades se sientan profundamente.
Y es esa la desconexión entre el país político y el país profundo o real, si le queremos llamar de alguna forma a los municipios alejados de las ciudades capitales donde se presenta hoy por hoy concentración del interés del capital para la inversión, de la agroindustria con infraestructura vial que le permite el desplazamiento de sus productos hacia el comercio e incluso para las dinámicas extractivistas.
Es igualmente preocupante que los más de doce grupos armados ilegales existentes en el Cauca, lo recorran por veredas y corregimientos, donde además de los lugareños están de manera permanente circulando más de 7.800 efectivos o unidades de la fuerza pública entre policía y ejército, colocando más énfasis en la erradicación de cultivos de uso ilícito, que en la defensa de la vida de sus habitantes.
Mientras la institucionalidad está en el “aquí no pasa nada”, más de trescientas personas entre Venezolanos y Caqueteños son conminados a abandonar el cañón del Micay desplazándose hacia la cabecera municipal de Argelia, Popayán y Pasto. De igual forma el transporte desde la capital hacia estas localidades amenazadas por el paro armado y la asistencia a los tradicionales mercados se vieron diezmados y pocas personas aunque temerosas salieron a comprar, así como las puertas del comercio fueron cerradas mayoritariamente.
Sigue siendo cierto que Bogotá no nos entiende, que la minga ha querido hablar con el presidente y ha sido infructuoso. Cansado está el Cauca de que le hablen los fusiles, hoy más que ayer es meritorio y urgente un pacto social por el Cauca con la participación incluso de los armados.
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