La semana pasada se hizo una propuesta sobre temas de participación política derivada de los acuerdos de paz que se firmarán en La Habana. Entre todos los puntos, que contempla el acuerdo y las propuestas alrededor de los mismos, hubo dos que causaron un gran debate. Por un lado, se propuso que se crearán de forma permanente 17 circunscripciones especiales de paz, en las cuales cualquier ciudadano de la zona podría postularse a las mismas, entre ellas las organizaciones sociales y movimientos políticos que surjan del proceso de negociación y derivados de la participación política de las FARC. Adicionalmente, se plantearon 9 curules directas para las FARC de forma transitoria por 9 años, es decir entre 2017 y 2018 y luego 2018-2022 y 2022-2026. Estas curules serían entregadas en 2017 derivado del fin de la dejación de armas y no de la firma de los acuerdos, como se sabe seis meses después de la firma se aspira a haber terminado con este proceso de dejación de armas.
Cómo era de esperarse la propuesta generó bastante debate, sobre todo aquella de los cupos directos a Senado. Sin embargo, existen cinco argumentos para defender esta postura. Lo primero es que el modelo de justicia derivado del proceso de paz de La Habana se basa en el principio de justicia restaurativa. En la medida que entre los años ochenta y noventa del siglo XX, fue masacrado el Partido Político que surgió derivado de las negociaciones de paz de La Uribe en el departamento del Meta, en el cual, las FARC participaron en su fundación, como medida restaurativa se debería contemplar la posibilidad de reparar políticamente dicho genocidio. No debe olvidarse que a la UP le masacraron dos candidatos presidenciales, decenas de concejales, alcaldes y varios congresistas. La UP llegó a tener 14 congresistas entre senadores y representantes a la Cámara y con el genocidio el partido prácticamente desapareció. Por ello, una medida restaurativa ayuda en el proceso de reconciliación nacional. Evidentemente las FARC deberán reparar y pedir perdón, así como dar garantías de no repetición a las víctimas y al país.
Segundo, es una medida positiva. Es decir, las FARC no solo representan 17 mil guerrilleros y milicianos, representan un mundo, una Colombia profunda que fue excluida por las élites del país. Las famosas “Columnas en Marcha”, en las que mujeres embarazadas, ancianos y niños, salían de Cundinamarca o Boyacá y se iban a colonizar “selva adentro” es el mundo de las FARC, de allí nacieron. Esos campesinos y colonos cocaleros que nunca han votado, que no tienen siquiera cédula, es la Colombia que se debe incluir al mundo actual. Si traemos ese mundo a competir bajo las actuales reglas de la democracia colombiana, el proceso de paz será una frustración más para las minorías. Es imposible que gente, que estuvo 50 años en guerra, y colonos compitan contra el Ñoño Elías que maneja FONADE y que recibe miles de millones de pesos en cupos indicativos o mermelada. Una medida positiva es para ayudar a un colectivo a posicionarse en un mundo asimétrico. Es como la ley de cuotas para las mujeres o medidas que se han tomado para beneficiar a la comunidad LGBTI.
Tercero, si bien en Colombia el conflicto armado creó una serie de economías de guerra también es cierto que el origen del conflicto fue político y por ende se debe resolver de forma política. No debe olvidarse que entre el Partido Liberal y Conservador se repartieron por 16 años todo el aparato burocrático del país, 50% para un partido y 50% para el otro, aun hoy vivimos la consecuencia de ese desastre. No eran nueve curules, sino todo el poder político del país. Así que la exclusión política jugó un papel importante, por ende se debe ahora incluir políticamente.
Cuarto, estas curules son transitorias, no serán permanentes, es mientras las FARC se reincorporan a la vida política del país. Por ejemplo, en El Salvador el FMLN tardó más 20 años en llegar al poder, debido a este proceso de adaptación. Así que estas curules luego de 9 años desaparecerían y las FARC, entrarían a jugar por la competencia a senado.
Quinto, el proceso de paz, como se mencionó, es para incluir a un sector social y es una negociación entre dos partes. No se puede aspirar que este proceso lleve a la “masacre política” de una minoría, es decir, lograr por vía política y con las actuales reglas de la demacración colombiana, lo que no se logró militarmente.
Se sabe que la propuesta es debatible, controvertible, pero la negociación de paz debe dejar a ambos lados tranquilos. Las 9 curules no son un regalo o un “sapo que se debe tragar” es un proceso necesario de apertura democrática.
Columna de opinión publicada en Revista Semana
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