Por: Redacción Pares

En este 26 de febrero del 2025, fecha en la que se realiza este artículo, el país vive uno de sus complejos capítulos. Desde el 16 de enero el ELN arrancó una ofensiva en el Catatumbo. A pesar de que en esta región del país hay 12 mil efectivos del ejército no se ha podido contrarrestar el horror que ha desplegado el ELN en su ataque contra las disidencias Farc que históricamente han estado allí. El ELN está acostumbrado a resistir. Su orígen, sus dinámicas, son completamente diferentes a las que alguna vez tuvo las FARC. Son campesinos que saben diluirse muy bien en el paisaje de la cotidianidad. Por eso, creer que se puede aspirar a una derrota militar con este grupo, es bastante improbable.
El ELN, a diferencia de las FARC, es una guerrilla rural que tenía integrantes que pertenecían al estudiantado, intelectuales citadinos que sabían convertir sus primeros ataques en golpes publicitarios. A mediados de 1964 siete campesinos, entre los que se contaba Gabino, caminaron de San Vicente del Chucurí hasta el Carmen, en Santander, ignorando que en ese momento estaban haciendo historia. En uno de los descansos en esa caminata fue bautizado el grupo. Se llamarían el Ejército de Liberación Nacional. Unos cuantos meses ya tendrían 27 hombres. El grupo tenía un ´lider claro, Fabio Vásquez Castaño y tenían en salmuera el primer golpe: la toma a la población de Simacota.
Este municipio de 3.000 habitantes estaba muy cerca al Socorro, el lugar en donde José Antonio Galán realizó el primer levantamiento contra la corona española en América. Los Comuneros se levantaron contra los impuestos de la corona. La respuesta de los europeos fue feroz: detuvo, asesinó y descuartizó a Galán. Cada pedazo suyo fue enviado a cada uno de los municipios vecinos a la serranía de los Yariguíes. Pero el sacrificio no fue en vano: se había sembrado la semilla de la rebelión que terminaría con la presencia de los españoles en América.
Por eso fue escogido Simacota para ser atacado por el ELN. Esperaron a que fuera 7 de enero. Simacota aún se encontraba cobijado por la alegría de la fiesta de reyes. Incluso el comandante de la policía se encontraba en el Altillo, el bar más famoso del municipio. Los 27 subversivos entraron en las primeras horas de la mañana y mataron a tres policías y dos soldados, asaltaron las oficinas de la Caja Agraria y de Bavaria, se llevaron 60 mil pesos y cuatro fusiles M1. Fabio Vásquez se sentía un general de los mil días, un prócer de la independencia. Tenía un caballo que se llamaba Palomo y, cuando asumió el control total del pueblo, Vásquez, grandilocuente, convocó a los habitantes de Simacota a la plaza. Allí leyó el manifiesto con el que se fundó un grupo que ha podido soportar una ofensiva militar durante sesenta años. Allí anunciaron que lucharían para obtener una revolución agraria, proteger la industria nacional un plan de salud pública y hasta la creación de una academia nacional de ciencias.
Leyendo el manifiesto se encuentran todos los tópicos, los clichés en los que se ha cobijado la lucha armada comunista en Latinoamérica, la guerra contra la oligarquía y la desigualdad social. En ese golpe aún está vivo Gabino. Ya no es un guerrillero en ejercicio, se retiró de la guerra y hasta donde funcionó la mesa de negociación estuvo al lado del COCE, aportando su experiencia. El ELN ha intentado mantenerse consecuentes ante ese primer manifiesto. Sin embargo, hechos como lo sucedido en el Catatumbo, convierten esas letras en palabrería sin sentido. No se puede propugnar un cambio social derramando tanta sangre.
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