top of page

Si no va a ayudar, no estorbe

Por: Guillermo Segovia Mora

Abogado y politólogo


Sabido es por fuerza de la experiencia que, al menos en política, es más difícil administrar el triunfo que ganar. No obstante que la victoria electoral de fuerzas progresistas en Colombia, hasta el 19 de junio, por sí sola, era una hazaña y todavía estamos a la expectativa de que se cristalice.

Advertido de la situación, luego de una campaña plagada de trampas en contra, el presidente electo ha desplegado a fondo su olfato político y análisis estratégico para buscar sumar, sin condicionamientos imposibles, la mayor parte de las fuerzas políticas que hagan viable la gobernabilidad, y lo ha logrado transitoriamente con creses.


Esto lo han entendido la mayor parte de las organizaciones nucleadas alrededor del Pacto Histórico, base política de la fórmula presidencial. No faltan, eso sí, voces discordantes que, aun sin posesionarse, le aconsejan al binomio elegido no dejarse meter “caballos de Troya”, mientras la ultraderecha se ufana con decir que es más de lo mismo, a la vez que espolea la bestia que le ponga orden a este pueblo irresponsable.


Ni pa’ca ni pa’lla. El programa del Pacto Histórico en sus generalidades esbozó reformas audaces que requieren una mayoría parlamentaria contundente y, en poco más de una semana, el nuevo gobierno, a partir de las reuniones de Gustavo Petro con las cabezas de los partidos políticos, la ha logrado, lo que permite un tránsito favorable —que no inmodificable y susceptible de cambios calculados por ambos lados— en el Congreso, a los proyectos más urgentes y definitorios. La reforma tributaria progresiva y con reversión de privilegios, por ejemplo.


Desde luego, los acuerdos llevan consigo contraprestaciones de carácter burocrático según la representatividad electoral de la parte adherente. No es un misterio ni pecado en estas democracias. Lo importante, mientras esa lógica de funcionamiento desviada se supera a partir de sus propios vicios, es darle, mediante la plataforma legislativa, espacio de acción a la promesa de cambio del nuevo gobierno.


De otra parte, las reuniones del presidente electo Petro con los líderes políticos de los partidos y fuerzas adversarias, incluido su contrincante en segunda vuelta, al que venció por una diferencia suficiente, pero no contundente; y a su contraparte pugnaz en los últimos años, poderoso ayer, ahora en decaimiento, pero influyente; logran un propósito fundamental: garantizar que los contradictores acepten tramitar las diferencias por los canales democráticos e, incluso, respaldar reformas, no obstante la diferencia ideológica y política del enfoque con que se asuman.


Colombia, que para fortuna nuestra no ha fallecido, está en cuidados intensivos. El informe de la Comisión de la Verdad ratificó, con documentos y testimonios, lo que era una creencia arraigada, justificada o repudiada, según la adscripción de valores del opinante: al desafío insurgente, el establecimiento respondió con acciones criminales, entre ellas, masacrar al pueblo. Impera un sistema de corrupción en el que la sátira del poder, para simular combatir el mal, exhibe al más güevón. La desigualdad es palmaria, más de la mitad de los pensionados apenas reciben la mitad de un salario mínimo y pensionarse es un privilegio. Hay mucho por resolver antes de prometer paraísos.


Eso sí, la votación contundente del Pacto Histórico en las regiones más afectadas por la pobreza y el conflicto trascendió el voto a favor de promesas. Su valoración de la palabra “cambio” es realmente transformadora. La gente humilde de las costas y las periferias urbanas, a partir de décadas de luchas, se ha politizado, comprende el asunto y sabe que gobierno no es poder, el cual se debe construir sumando las mayorías a favor de revertir las circunstancias históricas de la desigualdad y la exclusión. También sabe que no se puede ensillar antes de traer las bestias, si es que todavía se acepta que éstas son seres insensibles y medios de locomoción.


Muy temprano para hablar de transiciones cuando ni siquiera el nuevo gobierno se ha posesionado, más aún cuando todos los factores reales de poder, desalentados por el desempeño político de sus representantes, comienzan a ejercer presiones directas a través de otros actores como las entidades académicas y de investigación, convenientemente etiquetadas de técnicas y amplificadas por los medios para garantizar matrices de opinión adversas, que serán factor permanente de cuestionamiento, obstrucción, desestabilización y, si es necesario, derrumbamiento y liquidación.


Son demasiados los retos como para que se enseñoree el triunfalismo, los infantilismos izquierdistas, los egos divisionistas, los inamovibles suicidas, los moralismos escatológicos. La izquierda y el progresismo, si quieren trascender, deben hacer una pausa para reflexionar y aceptar que Petro es presidente sobre una historia de fracasos de esas fuerzas, en parte por un aplastamiento asesino del establecimiento y, en otro tanto, por una vocación manifiesta a estar al margen. E innegablemente porque de lejos es un líder histórico.


Los elegidos en representación de la Colombia que viene de estallido en estallido, de olvidos, hambres y tragedias, matanzas y engaños, fueron Gustavo Petro y Francia Márquez, hechos en escenarios distintos, él en la brega política, ella en la lucha social, pero con la mira en el mismo propósito: un cambio que empodere a los ignorados y excluidos, desde abajo; elimine las fuentes de injusticia y establezca las bases de una democracia igualitaria, humanista, ambientalista, plural y diversa. Para ello se debe actuar con tino y cautela. No pudo ser más claro Petro en entrevista con la revista Cambio: “Si nos aislamos nos tumban”.

En esta coyuntura es trascendental lo dicho por el presidente electo a El País de España respecto de las expectativas y de los compromisos adquiridos por las fuerzas populares que lo acompañan, con las que hay identidad ideológica y política, y los riesgos que acechan: “Si yo fallo, vienen las tinieblas que arrasarán con todo; yo no puedo fallar.” Esa tarea requiere ver y actuar más allá.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

bottom of page