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Se agenda la transición energética

Por: Germán Valencia

Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia


A partir del 7 de agosto de 2022, según el nuevo presidente de la República, Gustavo Petro, comenzará en Colombia el ciclo de la política pública de la transición energética. El país buscará convertirse en un líder mundial de la economía de la vida. Su gobierno se la jugará por el cuidado del medio ambiente como estrategia para posicionarse en el contexto internacional.


Tanto él como su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, le apuestan –desde hace tiempo– a la idea de cuidar la casa de todos, al planeta. De allí que quieran insertar al país en la dinámica de la exploración, producción y utilización de energías limpias, e intentarán que esta apuesta se extienda durante décadas.


Argumentan que luego de más de cien años de utilización de energéticos fósiles –como el carbón y el petróleo– el mundo requiere dar un salto a la producción y uso de energías alternativas. De allí que le propongan al país y a la comunidad internacional transitar hacia otras fuentes de energía renovable. No seguir atados al pasado usando energías que destruyen el medio ambiente.


Reconocen, al igual que otros, que el mundo ha logrado un desarrollo industrial importante con el uso del carbón y el petróleo; pero, al mismo tiempo, advierten que la economía ha producido un daño ambiental global catastrófico, que hay que detener. El mundo se encuentra ante una emisión desaforada y sin precedentes de CO2 y de gases efecto invernadero que destruyen la naturaleza.


La propuesta del nuevo gobierno será, entonces, explorar otros caminos: buscar alternativas de energías renovables, desescalar el modelo extractivista y asumir una brigada de cuidado de las selvas y el medio ambiente. Desean aumentar los recursos que hoy se invierten en Colombia en investigación, desarrollo e industrias de energías renovables alternativas–como los del Fondo Nacional de Regalías y parte de los recursos de Ecopetrol– y dar beneficios tributarios para la ciencia y la investigación en energéticas limpias, con las que se avance en el desarrollo económico sostenible y no se ponga en vilo la existencia de la casa grande.


Esta será una propuesta ganadora, tanto para el país como para la humanidad. Debemos partir por reconocer que estamos en un territorio que posee la segunda riqueza natural más grande del mundo. Que sus tierras están cubiertas de bosques –tenemos zona más conservada de la región amazónica–, que se comportan como esponjas que recogen el veneno de la contaminación del mundo y lo convierten en vida, con la ayuda de las comunidades ancestrales.


Una situación que permitirá al país, por un lado, conseguir con facilidad aliados internacionales –gobiernos y ONG– para montarse en un proyecto regional de protección del medio ambiente y del cuidado de los recursos naturales. Y, por el otro, gestionar recursos con la comunidad internacional para financiar las investigaciones necesarias para avanzar en la transformación energética y la descarbonización del ambiente.


Es claro que para Colombia será muy difícil –en tan solo cuatro años– realizar este giro tan monumental. Su economía tiene una larga tradición en la minería de petróleo y carbón, y sus finanzas públicas una gran dependencia de los hidrocarburos. También, los cambios tecnológicos que se proponen ocurrirán con lentitud, la transición tecnológica será gradual.


Además, en momentos como el actual, en el que se tiene una necesidad de recursos –debido a la crisis económica– y donde el precio del petróleo es alto, la presión de todo el mundo por aprovechar la alta demanda de combustibles del mercado será fuerte. Así, el país seguirá presionado para que en el mediano plazo –15 años– siga recurriendo a los recursos que ofrece el crudo para realizar grandes inversiones, tanto en los sectores sociales como científicos.


Por eso, hay que advertir que los avances que se tendrán en estos cuatro años serán relativamente pocos, pero eso sí, muy importantes. Tres de ellos son:


1) Posicionar en la agenda pública las políticas de la transición energética y el cuidado del medio ambiente. Tal como está ocurriendo en la actualidad –tanto en las propuestas de campaña como en el discurso de elección–, la fórmula presidencial está mandando mensajes a la ciudadanía y la comunidad internacional sobre la necesidad de instaurar en la discusión pública la propuesta del cambio en el uso de la energía.


2) Dejar sembrado en los órganos de planeación, como el Congreso, la necesidad de avanzar en la transición energética. Serán muchos los debates que este nuevo gobierno tendrá que dar con sus ministros en el Congreso para que le aprueben nuevas normas que permitan dejar en firme la apuesta del país por la transición energética, por ejemplo, a través de la creación de un Instituto Nacional de Energías Limpias. Trabajo multisectorial en el que deben acompañarlo, además de Minas y Energía, otros ministerios y agencias del Estado.


3) Realizar un proceso de diálogo y concertación entre los diversos sectores que viven del carbón, el petróleo y las energías no renovables, sobre la necesidad del cambio de chip que requieren el país y el mundo. Se convencerán de que el giro es conveniente y que los sacrificios son necesarios. De allí que tanto este gobierno como los que lleguen seguirán apuntando a la continuidad y sostenibilidad de esta política de vida.


En síntesis, el gran avance que tendrá la fórmula presidencial durante su mandato será conversar y convencer a los múltiples actores, tanto nacionales como foráneos, de tomar este camino. Serán cuatro años de reflexión, de toma de conciencia, de asumir responsabilidades, de planificar el camino y hacer un pacto colectivo para trabajar en todo lo que podamos para proteger los derechos de la naturaleza e implantar la justicia ambiental.


Somos los herederos de un planeta que estamos destruyendo. No podemos heredar miserias y males que nuestros nietos no podrán atender y corregir. La naturaleza nos está avisando de este mal, la ciencia nos lo advierte todos los días, y algunos políticos, afortunadamente, desean actuar en consecuencia y asumir con responsabilidad su gestión.


La humanidad necesita de un giro global en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y cuenta con tan solo escasos diez años para lograr esta transición. Hoy se requiere de decisiones. La economía de la vida debemos tomarla como una propuesta de transición, un punto de inflexión, un señalamiento de un camino que hay que asumir con responsabilidad. Debemos tomar la decisión –de una vez por todas– de cuidar la tierra y de dejarnos de creer que tenemos el derecho de acabar con la vida y el existir de todas las especies planetarias.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.


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